Padres, dejad de agobiar a los niños si se olvidan de las cosas. Es mejor ponerles pistas visuales
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Padres, dejad de agobiar a los niños si se olvidan de las cosas. Es mejor ponerles pistas visuales

Todos los días tenemos que recordar cosas que queremos hacer en el futuro: ya sea comprar leche cuando volvemos a casa del trabajo, devolver un libro a la biblioteca la semana que viene o tomarnos una pastilla todos los días a las 8 de la mañana. Los psicólogos llaman a este tipo de memoria la "memoria prospectiva". Este tipo de memoria no es nada fiable y es responsable del 50-80% de nuestros problemas de memoria cotidianos. Para compensarlo, muchas veces nos ponemos recordatorios a base de listas o con alarmas.

Los niños pequeños pueden ser muy olvidadizos y no importa cuánto nos empeñemos en hacerles entender que se van a olvidar de las cosas, casi nunca intentan compensar la debilidad de su memoria por su cuenta. Puede que haga falta recordarles que hagan la cama antes de salir de casa, por ejemplo, o que acaben los deberes de matemáticas antes de ir a clase.

Los niños no desarrollan la habilidad de compensar los errores de memoria hasta que se van haciendo mayores, y hasta que no terminan la educación primaria no empiezan a establecer pistas visuales a modo de recordatorios de forma estratégica si saben que es probable que se van a olvidar de algo.

En un estudio reciente que hemos llevado a cabo entre niños de siete y 13 años, les pedíamos que jugaran a un videojuego en el que tenían que recordar una o tres acciones que iban a tener que hacer en el futuro. Después les dábamos la opción de ponerse recordatorios si querían.

Cuando les preguntamos a los niños cómo pensaban que se les iba a dar el juego, los niños de todas las edades reconocían que el resultado sería peor cuantas más acciones futuras tuvieran que recordar. No es algo sorprendente, puesto que un estudio previo ya había demostrado que hasta los niños de tan solo tres años saben que las listas más largas son más difíciles de recordar que las listas más cortas.

Sin embargo, lo sorprendente fue que solo los niños mayores (a partir de nueve años) se ponían más recordatorios si sabían que su memoria les fallaría.

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Una de las conclusiones es que si le pides a un niño pequeño que haga varios cosas, tendrá problemas para diferenciar para qué cosas necesita un recordatorio y qué cosas no va a tener problemas en recordar.

Al igual que los adultos, los niños también se pueden poner recordatorios para no olvidar lo que tienen que hacer.

Los resultados son parecidos a los de otro estudio que muestra que los niños no empiezan a compensar sus errores previsibles de memoria hasta que no tienen nueve o diez años. Aunque los niños de seis o siete años pueden distinguir entre cosas fáciles y difíciles de recordar en un test de memoria, no es hasta que tienen nueve o diez años cuando empiezan a poner más empeño en las cosas difíciles que en las cosas fáciles de recordar.

Parece que existe una desconexión importante entre lo que los niños pequeños saben sobre sus limitaciones cognitivas y lo que hacen al respecto para mitigar el impacto de dichas limitaciones.

Todos estos resultados sugieren que si simplemente les dices a tus hijos que su memoria les va a fallar (avisándoles de que puede que se olviden de traer a casa una carta del colegio, por ejemplo) es poco probable que lo vayan a recordar mejor. Incluso es muy probable que los niños más pequeños ya sean conscientes de que su memoria les falla.

Así que en vez de insistir a los niños más pequeños de que "no se olviden de las cosas" y confiar en el poder de su memoria en desarrollo, intenta "quitarles" tanto trabajo como sea posible en este aspecto.

Una manera de hacerlo es creando varios recordatorios externos que activen su memoria cuando la necesitan. Poner una horario de sus tareas en la puerta de su habitación, por ejemplo, disminuye la carga de tener que recordarlo por sí mismos.

En cuanto el niño ya pueda preparar la mochila para clase por sí mismo, si ponemos objetos importantes en lugares clave (como pueden ser los libros de texto cerca de la puerta de entrada) puede activar su intención para meterlos en la mochila.

Últimamente los psicólogos han dirigido su atención a las diferentes maneras en las que los niños y los adultos pueden usar el ambiente externo de forma similar para "descargar" el trabajo cognitivo y ayudarles a reforzar su rendimiento. Hacer listas, crear horarios y poner los objetos a recordar a la vista son algunos ejemplos.

Los niños pequeños, que se suelen olvidar de muchas cosas, podrían ser los que más se beneficien de estas estrategias si les ayudamos a aprender a usarlas.

Autores: Adam Bulley, Estudiante de doctorado en Psicología, Universidad de Queensland, Jonathan Redshaw, Investigador postdoctoral, Universidad de Queensland y Sam Gilbert, investigador del Instituto de Neurociencia Cognitiva, UCL.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí

Traducido por Silvestre Urbón.

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