Quiero compartir una anécdota muy curiosa que me pasó hace un par de días.
Haciendo las compras, en la caja del supermercado, la cajera mira a mis dos niñas, les juega y me felicita por tener dos hijas preciosas. Noté en ella una expresión muy maternal.
Iniciamos una pequeña charla y me confiesa que su mayor sueño sería tener un bebé.
Le pregunto, disculpándome por la curiosidad, si tenía algún problema para tenerlos.
Y me contesta que le tiene muchísimo miedo a sufrir dolor en el parto.
Haciendo gala de mis modestos conocimientos acerca del parto, mientras la cola crecía detrás de mí, le nombré escuetamente las diferentes técnicas que existen para controlar el dolor durante el parto.
Desde la anestesia epidural (¿se puede pedir, me preguntó?) hasta otros métodos alternativos a los que podía acudir para eliminar la barrera que le impide cumplir el gran sueños de su vida.
La sonrisa se le iba dibujando en la cara a medida que yo le hablaba y seguía pasando productos por el escáner.
Como si le hubiera dado la mejor noticia de su vida, me mira y dice: “Ah,… ¿pero entonces se puede parir sin dolor?”
Si, mujer anímate, ve al médico a que te informe que lo vas a agradecer toda la vida, le contesté. Embolsé la compra y me fui contenta de haber hecho una obra de bien.
Reflexionando sobre lo ocurrido me preguntaba cómo es posible que haya tan poca información para mujeres sobre el tema del embarazo, los tipos de parto, etc, como para que una chica no sepa que hoy en día es posible traer un hijo al mundo sin dolor.
Por otro lado, pensé que a lo mejor ella no concebía un parto sin dolor pues en su país (me dijo que era de Ecuador) no se acostumbre a usar anestesia u otros métodos contra el dolor en los partos.
Resumiendo, una historia que quería compartir con vosotros que pone en evidencia cómo la falta de información y los condicionantes culturales pueden impedirle a una mujer realizar el gran sueño de su vida.
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