Sospecho que mi hijo adolescente ha empezado a fumar: qué podemos hacer como padres

Hoy, 31 de mayo, se celebra el Día Mundial Sin Tabaco. Queremos concienciar sobre este tema, y por ello hablaremos de la adolescencia, esa época en la que muchos jóvenes empiezan a coquetear con dicha sustancia.

Y es que especialistas del Grupo Español de Cáncer de Pulmón (GECP) han advertido de que el porcentaje de fumadores se duplica en el periodo de la adolescencia a la mayoría de edad.

Se calcula que 169.000 estudiantes de secundaria comenzaron a fumar en 2021. Y en total, un 30 por ciento de los jóvenes españoles reconoce haber fumado en el último año. Es una cifra muy elevada según los expertos.

Bartomeu Massuti, jefe de Oncología del Hospital General de Alicante y secretario del GECP,  lo explica así:

"Es especialmente revelador que de los 14 a los 18 años se duplique el porcentaje de adolescentes que fuman. Un 18,4 por ciento de los estudiantes de 14 años fuma y esta cifra, ya de por sí muy elevada, se incrementa exponencialmente alcanzando el 43,7 por ciento a los 18 años."

E insiste en la importancia de prevenir y abordar este hábito porque más adelante puede convertirse en un problema difícil de revertir.

Sospecho que mi hijo adolescente fuma: en este artículo explicamos cómo podemos abordar esta situación como padres con nuestros hijos, pero antes, reflexionamos sobre las causas que llevan a los adolescentes a empezar a fumar tan pronto.

Sospecho que mi hijo adolescente fuma fuera de casa: causas de que empiecen a probarlo

Las causas de que los adolescentes empiecen a fumar son varias. Por un lado, existe en esta edad una presión de grupo que es más marcada que en otras edades.

La presión del grupo

La presión de grupo se define como la influencia que ejercen sobre uno mismo la mayoría, una influencia que es capaz de modificar los pensamientos, emociones y conducta del propio adolescente.

La necesidad de ser aceptados por el grupo

A esta presión de grupo se le añade el deseo de agradar y la necesidad de pertenencia al grupo. Hemos de tener en cuenta que en esta etapa evolutiva, la autoestima (cómo se quiere) y el autoconcepto (cómo se ve a sí mismo) del adolescente pasan por el filtro del grupo, y en muchos casos, es el propio grupo el que define dichos conceptos.

Así, el adolescente "necesita" sentirse querido, validado y aceptado por el grupo, porque ese grupo forma parte de su identidad tanto individual como social. "Yo soy como soy porque formo parte de este grupo, pertenezco a él". Esto les lleva a imitar sus comportamientos, aunque estos sean nocivos, como el hecho de fumar.

La imitación y el hábito

De esta forma, si ven a los demás fumar, y además estos les instan a hacerlo, a raíz de esta necesidad de ser validado y de pertenecer al grupo, el adolescente puede caer y probar el tabaco.

Y una vez lo prueban, puede que la cosa quede ahí, o que se convierta en una costumbre (o adicción) y acaben fumando de forma habitual.

El deseo de diferenciarse y sentirse mayores

Por otro lado, existe también en esta etapa un deseo de diferenciarse del resto, en este caso, de los pequeños.

En cierta manera, quieren sentirse mayores, y por ello recurren a "cosas de mayores", ya que recordemos que la venta de tabaco está prohibida a los menores de 18 años. Por lo tanto, asocian esta acción a algo que "hacen los mayores".

¿Un acto de rebeldía?

Además, ya que el tabaco es nocivo para la salud, puede existir también, en esta acción de fumar, un trasfondo de rebeldía, de romper con las normas o con lo establecido, con lo que se espera de ellos a su edad.

Y esto va ligado a los puntos anteriores, como la necesidad de sentirse mayores, "guays", o de sentir que hacen lo que quieren (unido a la necesidad de autoafirmación propia de la adolescencia), etc.

La necesidad de experimentar

Finalmente, otra de las causas que lleva a los adolescentes a empezar a fumar, o al menos, a coquetear con el tabaco, es la necesidad de experimentar con cosas nuevas.

En este caso, con una sustancia que en realidad es una droga, ya que tiene efectos sobre el sistema nervioso central.

Sospecho que mi hijo fuma: ¿qué podemos hacer como padres?

Si sospechas que tu hijo ha empezado a coquetear con el tabaco, y este tema te preocupa, te dejamos algunas ideas que pueden ayudarte a abordar esta situación con él:

Fíjate en los detalles

Aunque es lógico que ante la mínima sospecha de que tu hijo fuma ya sientas que tienes que saber lo que ocurre, mantén la calma y opta por observar unos días más.

Fíjate en si intenta esconder algo (ya sea un "secreto" o el propio tabaco en la chaqueta, por ejemplo), si lo notas más nervioso, si huele a tabaco... Y cuando la sospecha sea más clara, opta por abordar el tema abiertamente con él.

Pregunta, no acuses

Si decides abordar la conversación con él, es importante que no se sienta atacado o juzgado. Así que, antes de acusar, pregunta.

Escoge un momento tranquilo, que sepas que tenéis un mínimo de tiempo para hablar y no tiene que irse en cinco minutos, por ejemplo.

Aborda el tema con naturalidad; puedes hacerlo de forma progresiva, preguntando primero qué tal estos días, cómo se encuentra, si hay algo que le preocupa o que le gustaría contarte...

O bien optar por preguntar directamente, "oye mira, últimamente he notado algunos cambios, y me gustaría saber si estás empezando a fumar". Remarcar que esto no es una bronca, que simplemente quieres saber.

Y en el caso de que te confirme que sí, que ha empezado a fumar, ¿qué hacer?

Indaga en sus razones

Es importante indagar en las razones que han llevado a tu hijo a empezar a fumar; no tanto porque eso sea imprescindible de saber, sino porque el hecho de querer saber más, de interesarte por su actitud, hará que él sienta que empatizas con él, que quieres entenderle y ayudarle.

Así, explorar sus motivaciones, cómo empezó, por qué empezó... Y sobre todo, en por qué lo sigue haciendo, cómo se siente, si le gusta o es más un mal hábito, una acción que imita de los demás, etc..

Ábrete con él

Con el fin de que tu hijo se sienta con la confianza de explicarte por qué está fumando, y de que sienta que empatizas con él, una buena estrategia es contarle tú también tu experiencia, abrirte.

Explicarle tu adolescencia, tu necesidad de pertenecer también a los grupos, si tú también lo probaste en su momento o no (y las razones), cómo te sentías... Hacerle ver que lo puedes llegar a entender, pero que esta situación te preocupa. Para ello, es importante hablar de las consecuencias del tabaco.

Hablar de lo que le proporciona el tabaco y de sus consecuencias

Antes de empezar a hablar de las consecuencias del tabaco, o más bien, de qué le proporciona a tu hijo, puedes preguntarle directamente si conoce las consecuencias de esta sustancia. Por un lado, abordar lo que cree que le proporciona a nivel individual o social; "¿qué crees que te proporciona el tabaco?"

Puede ser que él lo vea como cosas "buenas", como por ejemplo, sentirte uno más en el grupo, socializar, etc. Es importante no cuestionar sus razones, sino escuchar y comprender.

Y después, poder hablar también de sus consecuencias negativas a nivel de salud.

Preguntarle si las conoce y concienciarle sobre las mismas; no a modo de "bronca" o de "discurso", o enumerando una por una cada consecuencia, sino más bien a modo de charla, de ofrecerle una información que debe conocer, ya que su salud y su cuerpo son importantes.

Fomenta la reflexión

Y finalmente, remarcar justamente esto último, que su salud física es importante (y también la salud mental, ya que a veces se recurre al tabaco para reducir la ansiedad, por ejemplo, convirtiéndose en una estrategia bastante inadecuada de regulación emocional).

Por ello, es importante recordarle que solo tiene un cuerpo y que el tabaco le hará daño, pero insistimos, no a modo de discurso, sino a través del diálogo y fomentando su reflexión.

Es decir, la idea es que pueda hacerse preguntas, a modo de introspección, que le lleven a preguntarse por qué está siguiendo este camino, y que pueda poner en una balanza los pros y contras de fumar, para que pueda tomar una decisión mucho más libre y meditada.

Fotos | Portada (freepik)

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