La AEPED advierte del aumento del sedentarismo: un 12% de los niños entre 5 y 14 años no realizan ninguna actividad física durante el día

Para nadie es un secreto que el sedentarismo se está expandiendo a pasos agigantados y lo peor: a edades cada vez más tempranas. La Asociación Española de Pediadría ha lanzado una voz de alarma: hay una parte muy amplia de la población infantil que no realiza ningún tipo de actividad física durante el día y esto está incidiendo directamente en su salud.

En la última Encuesta de Salud de España, se encontró que los niños entre 5 y 14 años que no realizan ninguna actividad física es del 12% (8% en varones y 16% en mujeres); y entre los 15 y los 24 años, un 45% no realiza nada o muy escasa actividad.

También se afirma que los niños y adolescentes españoles de entre 9 y 17 años son más sedentarios que las generaciones anteriores, debido, entre otras razones, al mayor nivel de urbanización y mecanización y al largo tiempo que pasan ante la pantalla del televisor o del ordenador.

Los pediatras advierten de que esta problemática se ha agravado durante y después del confinamiento por la pandemia del Covid-19, lo que ha provocado un gradual y consistente aumento de peso dentro de la población.

Recomendaciones de actividad física para los niños

Teniendo en cuenta estos escalofriantes números, la AEPED ha publicado una lista de consejos que todos los padres, cuidadores y educadores deberíamos tener en cuenta en la rutina diaria de los niños:

  1. Se recomienda que los niños realicen actividad física moderada o vigorosa durante un mínimo de 60 minutos diarios, pudiendo repartirse en dos o más sesiones, en su mayor parte aeróbica e intercalando actividades vigorosas para el fortalecimiento muscular y óseo tres veces a la semana.
  2. Debemos evitar el sedentarismo de forma consciente. Cualquier tipo de actividad cotidiana es mejor opción que permanecer sedentario. En este sentido, y a modo de ejemplo, en los desplazamientos cotidianos es recomendable caminar, utilizar la bicicleta y subir por las escaleras en lugar de utilizar medios de transporte, ascensores y escaleras mecánicas. También realizando actividades en el tiempo del recreo escolar y potenciando las actividades extraescolares.
  3. El desarrollo de la actividad y ejercicio físico debe ser un momento de diversión y juego. Son preferibles las actividades en grupo, divertidas (por ejemplo, escuchando música) y al aire libre que permitirán un refuerzo positivo, consiguiendo que se mantengan como “hábito divertido” y se incorporen a lo cotidiano con más facilidad que los “hábitos saludables” impuestos y muy sacrificados para los niños.
  4. Se debe asegurar que el entorno físico en el que se practique una actividad sea adecuado y sin peligros. Del mismo modo, también se deben cumplir las normas de seguridad básicas para la práctica de cualquier deporte (utilización de casco y protecciones en caso necesario, material reflectante para evitar atropellos, etc.).
  5. La actividad física se recomienda en cualquier condición de salud y no solamente la debe practicar el niño sano. La práctica habitual de actividad física ha mostrado innumerables beneficios, adaptada a cada situación o enfermedad, mejorando globalmente el estado de salud (condición cardiorrespiratoria, actitud, estado de ánimo, capacidad de recuperación física, etc.) y la evolución clínica de los niños con enfermedad crónica y discapacidad. Incluso en aquellas condiciones que tradicionalmente desaconsejaban su práctica (como discapacidad  motora, síndromes hipotónicos, enfermedades con afectación cardiorespiratoria, etc.).
  6. A la hora de hacer deporte, hay que asegurar el aporte de líquidos, sobre todo cuando la actividad es intensa y el ambiente caluroso. Es conveniente hidratarse antes, durante y después del ejercicio físico, ya que cualquier ejercicio, aunque sea moderado, produce la eliminación de cierta cantidad de agua y sales minerales, sobre todo a través del sudor.

Es fundamental que tengamos en cuenta que la práctica de ejercicio físico debe ser incorporada a la vida cotidiana desde la infancia, al igual que la higiene, la seguridad o el estudio. Tengamos en cuenta que los hábitos que se adquieren durante ciertos periodos de la vida se mantienen fácilmente a
posteriori, así que si queremos que nuestros hijos sean adultos sanos, debemos criar a niños que tengan interiorizado un estilo de vida saludable.

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