Tres hábitos diarios que me ayudaron a encontrar el equilibrio entre la productividad y el autocuidado. Ahora tengo más y mejor energía

En el mundo frenético en el que vivimos, donde parece ser que la productividad y el éxito son elementos imprescindibles a alcanzar, a menudo descuidamos una parte fundamental de nuestra vida: el autocuidado.

Sin embargo, encontrar el equilibrio entre la productividad en nuestras tareas y el propio cuidado resulta imprescindible para poder disfrutar de una vida plena y con energía renovada.

A través de mi propia experiencia, he identificado tres hábitos diarios que me han ayudado a conseguir este equilibrio, permitiéndome disfrutar de una mayor y mejor energía en mi día a día. Los comparto contigo por si te sirven a través de ejemplos prácticos.

1. Ritual mañanero: actividades que me conectan con el cuerpo

El primer hábito que ha transformado mi vida es incorporar un ritual de la mañana para conectar con el cuerpo. Así, en lugar de dejarme llevar por el estrés y la prisa al despertar, agobiada pensando en todo lo que tengo que hacer, dedico los primeros minutos de mi día a actividades que nutren mi cuerpo.

Me he dado cuenta de que, buscar siempre la productividad, justamente me aleja del cuerpo, y necesito revitalizar esa parte para poder afrontar el día con energía sin dejar de cuidarme.

Hablo de prácticas como la meditación, el ejercicio suave o simplemente disfrutar de una taza de té con atención plena mientras observo el amanecer o planifico mi agenda.

Ejemplo práctico:

Antes, solía despertarme tarde, saltar de la cama directamente al trabajo y sentirme agotada antes de que el día siquiera empezara. Ahora, dedico 15 minutos cada mañana a meditar y a hacer estiramientos suaves.

Y cuando hablo de meditar, no me refiero a grandes ejercicios de Buda; hablo simplemente de sentarme en un lugar cómodo, cerrar los ojos, encender una vela y conectar con la respiración, dejando que los pensamientos fluyan sin apegarme a ellos.

Esta práctica me ayuda a empezar el día con calma y claridad, lo que se traduce en una mayor productividad y energía durante el resto del día.

2. Incorporar pausas para recargar energías

El segundo hábito que ha marcado una diferencia importante en mi vida es integrar pausas regulares en mi jornada diaria (a nivel laboral y en general). A menudo, nos dejamos llevar por la creencia errónea de que la productividad se mide por la cantidad de tiempo que pasamos trabajando sin descanso.

Sin embargo, la realidad es que tomar breves descansos durante el día no solo mejora nuestro enfoque y nuestra creatividad, sino que también aumenta nuestra energía y vitalidad.

Ejemplo práctico:

Solía trabajar durante horas sin descanso, convencida de que eso me haría más productiva. Sin embargo, me di cuenta de que mi energía y concentración disminuían rápidamente.

Ahora, cada hora me tomo unos minutos para hacer una pausa activa: estirar mis músculos, dar un paseo corto, beber o comer algo nutritivo o simplemente cerrar los ojos y respirar profundamente. Estas pausas me permiten recargar energías y volver a mi trabajo con una mente fresca y renovada.

3. Poner límites y priorizar lo que importa

Imagen de Freepik

Finalmente, el tercer hábito que ha transformado mi relación con la productividad y el autocuidado es aprender a poner límites y delimitar prioridades claras. A menudo, nos encontramos agobiados por una lista interminable de tareas y compromisos, lo que nos lleva a dispersar nuestra energía en actividades que no contribuyen realmente a nuestro bienestar.

Así, aprender a decir "no" a las demandas innecesarias y enfocarme en lo que realmente importa me ha permitido liberar tiempo y energía para dedicarme a lo que verdaderamente me hace feliz y me nutre. Por ejemplo, si no me apetece salir a cenar con amigos porque ese día estoy cansada, digo que no y no me siento culpable por ello.

O si me escribe un cliente a las ocho de la noche y ya he acabado mi jornada laboral, le contesto al día siguiente (todo puede esperar). Estos pequeños gestos preservan mi energía para otras cosas (hobbies, pasar tiempo con los míos...).

Ejemplo práctico:

Antes, me sentía obligada a decir "sí" a todas las solicitudes o peticiones que recibía, incluso si eso significaba sacrificar mi tiempo y energía. Sin embargo, me di cuenta de que mi energía es limitada y que tengo que aprender a distribuirla, ya que esto me dejaba agotada y sin tiempo para cuidar de mí misma.

Por ello ahora priorizo mis compromisos según mis valores y metas personales, aprendiendo a decir "no" cuando sea necesario y reservando tiempo para actividades que me llenan de energía y alegría.

Foto | Portada (Freepik)

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