Ni los "terribles dos años" ni la "edad del pavo": por qué no debemos prejuzgar cada etapa del desarrollo de nuestros hijos

Desde el momento en que nos quedamos embarazada comenzamos a recibir todo tipo de comentarios y opiniones sobre nuestra futura e inminente maternidad, y algunos no son nada halagüeños: "aprovecha para descansar ahora, que después no volverás a dormir", "dentro de unos meses, se acabó tu libertad", "no sabes lo que es la preocupación hasta que tienes un hijo"...

Pero los comentarios no cesan una vez que damos a luz, sino todo lo contrario: se van intensificando conforme nuestros hijos van creciendo, anticipándonos etapas que vendrán y que nos auguran lo peor.

"¡Verás cuando tu peque llegue a los terribles dos años!", "¡con tres y cuatro se vuelven auténticos adolescentes!", "¡uy! prepárate cuando llegue la preadolescencia con ocho años!", "la edad del pavo es insoportable!"...

Y así nos pasamos la vida de nuestros hijos; temiendo por lo que vendrá sin disfrutar realmente de lo que estamos viviendo, y afrontando cada nueva etapa con el sesgo que implican las etiquetas.

Las consecuencias negativas de prejuzgar cada etapa del desarrollo del niño

Cuando nos convertimos en padres por primera vez y escuchamos a otros padres que han pasado por la etapa que estamos viviendo con nuestro hijo, es lógico que nos interese lo que nos cuenta. Al fin y al cabo, la experiencia siempre es un grado y nunca viene mal tener algún consejo.

Pero en mi opinión, debemos ser muy cautos a la hora de quedarnos con ciertos consejos, pues ni todos los niños son iguales ni tampoco lo es la forma de criar de cada familia.

Por eso siempre he preferido mantenerme distante con aquellos comentarios catastrofistas sobre futuras etapas del desarrollo del niño con tintes emocionales.

Y es que ya sabemos que lo visible a ojos del adulto es tan solo la punta del iceberg de una necesidad emocional distinta en cada niño; una necesidad que debe ser cubierta de manera individualizada, sin dejarnos llevar por tópicos ni prejuicios.

Sin embargo, cuando nos dejamos llevar por los estigmas asociados a cada etapa del desarrollo, corremos el riesgo de caer en los siguientes errores de crianza:

1) Nos dejamos llevar por los miedos

Cuando te enfrentas a una situación nueva que ya ha sido catalogada por otros con una etiqueta es normal dejarse llevar por los prejuicios y tópicos asociados a ella.

Por ejemplo, en el caso de los "terribles dos años", cualquier padre/madre a punto de transitar con su peque por esta edad, creerá que se enfrenta a una etapa agotadora, abrumadora, retadora... ¿Con qué ánimo la vivirá?

Lo mismo sucede con los adolescentes, catalogada a menudo de "vagos", "conflictivos", "poco comprometidos", "asociales"... Normal que como padres sintamos auténtico pavor a medida que nuestros hijos crecen y se adentran en la adolescencia.

Pero desde el miedo es imposible criar de forma positiva, con respeto, amor y empatía. Además, el miedo e incertidumbre que provocan las etiquetas nos va a impedir disfrutar plenamente de cada etapa del desarrollo de nuestros hijos.

2) Nos perdemos las maravillas de cada etapa

Como consecuencia de lo anterior, los padres nos perderemos las maravillas de cada etapa del desarrollo de nuestros hijos. Porque aunque en algunas ocasiones la crianza resulte agotadora, cada etapa que vivimos es una oportunidad única de disfrutar de un sinfín de cosas positivas junto a nuestros hijos.

3) Dejamos de disfrutar de la crianza

Pero criar siempre con el temor a lo que vendrá y con el sesgo asociado a las etiquetas no solo nos impide ver las cosas maravillosas de cada etapa, sino disfrutar de la crianza a largo plazo, con plenitud y consciencia.

Porque si nos pasamos la vida temiendo por cosas que quizá no sucedan,  cuando queramos darnos cuenta nuestros hijos habrán crecido y ya será tarde para disfrutar de esa etapa que tampoco fue tan mala como en realidad nos la pintaron.

4) Tratamos a todos los niños por igual

Por último, cuando perpetuamos etiquetas asociadas a una edad o etapa evolutiva, estamos "metiendo a todos los niños en el mismo saco", olvidándonos de que cada niño es único.

De este modo, aunque a la edad de dos años la mayoría de los niños compartan unas características comunes, es fundamental entender a tu hijo de manera individual y satisfacer sus necesidades emocionales en cada momento. Y para ello es fundamental criar sin sesgos.

Aprovecha cada etapa que vivas con tu hijo porque no se va a repetir

En definitiva, sabemos que la crianza no es un camino de rosas y que hay etapas que pueden suponer un mayor reto que otras. Pero en ningún caso deberíamos dejarnos llevar por los prejuicios, sino disfrutar de cada momento con nuestros hijos como algo único e irrepetible que no volveremos a vivir.

Además, y como hemos mencionado, no hay dos niños iguales ni siquiera en el caso de los hermanos. Por eso debemos asegurarnos de tratar a cada uno de manera individualizada, atendiendo sus necesidades en cada momento.

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