Vitamina D y hierro en bebés y niños: ¿cuándo es necesario suplementar y por qué?

Según los expertos, son muchos los niños españoles que no alcanzan las recomendaciones de hierro y vitamina D que se requieren según su edad, y esto puede acarrear problemas de salud y enfermedades asociadas.

Es muy importante que los padres cuidemos su alimentación asegurando el correcto aporte de todos los minerales, vitaminas y macronutrientes que necesitan, aunque en algunas ocasiones podría ser necesaria también la suplementación.

Te contamos todo lo que debes saber sobre la vitamina D y el hierro en las dietas infantiles, qué consecuencias tiene su déficit y qué dicen los pediatras al respecto.

Vitamina D: suplementación en bebés y niños en riesgo de déficit

La principal función de la vitamina D es mantener los niveles de calcio y fósforo, y regular el metabolismo óseo. Su déficit se ha asociado a enfermedades esqueléticas como el raquitismo, mayor incidencia de enfermedades pulmonares como la bronquiolitis o el asma, mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares, caries, e incluso problemas de fertilidad.

Según una revisión llevada a cabo por la Sociedad Europea de Gastroentoloría Pediátrica, Hepatología y Nutrición (ESPGHAN), una considerable cantidad de niños y adolescentes sanos europeos (entre los que se incluyen los niños españoles), tendría déficit de esta vitamina.

La Asociación Española de Pediatría recomienda un aporte de vitamina D de 400 U/día en los niños menores de un año y de 600 U/día a partir de esa edad.

El sol es una de las principales fuentes naturales de vitamina D, junto con la alimentación y la suplementación.

Alimentos ricos en vitamina D

Con la dieta se considera que se obtiene tan solo un 10 por ciento de las necesidades de vitamina D recomendadas, siendo el pescado azul, los mariscos, la yema de huevo, los lácteos y los alimentos fortificados los que contienen mayores cantidades de esta vitamina.

La luz solar

A lo largo de la historia, la luz solar ha satisfecho la mayoría de los requerimientos de vitamina D del ser humano. No en vano, a través de la exposición solar se obtiene el 90 por ciento de la vitamina D necesaria.

Sin embargo, esta se ve modificada en función del fenotipo de piel, la genética, la altitud, la latitud, la nubosidad, la polución y los comportamientos socioculturales del ser humano.

En los últimos años, los cambios en el estilo de vida, la creciente inactividad física, los movimientos migratorios y la baja exposición solar siguiendo unos hábitos culturales que llevan a protegernos de forma absoluta, han incrementado las carencias de esta vitamina.

Los suplementos de vitamina D

La vitamina D se encuentra en suplementos en dos formas diferentes: D2 (ergocalciferol) y D3 (colecalciferol). Ambas aumentan la concentración de vitamina D en la sangre.

La Asociación Española de Pediatría recomienda prestar una especial atención a los niños y adolescentes en riesgo de padecer déficit de esta vitamina, en cuyo caso sería necesaria la suplementación de acuerdo a las recomendaciones que dicte el médico.

Estos grupos de riesgo son:

  • Bebés amamantados menores de un año deben recibir un suplemento de 400 UI/día de vitamina D.

  • Bebés que toman leche de fórmula, deben recibir un suplemento de 400 UI/día de vitamina D hasta que tomen un litro diario de fórmula adaptada enriquecida con vitamina D.

  • Los niños prematuros menores de un año de edad corregida deben tomar 200 UI/kg/día hasta un máximo de 400 UI/día.

  • Los niños mayores de un año o adolescentes con una nutrición pobre, dietas vegetarianas o inusuales también deben recibir suplementos.

  • Otros factores de riesgo serían: piel oscura (origen africano, caribeño y asiático del Sur), poca exposición solar (modo de vida, costumbres en el vestir, latitud, altitud, contaminación ambiental...), enfermedades crónicas o tratamientos que alteren la síntesis de vitamina D.

Con la dieta y la exposición solar es imposible llegar a niveles de vitamina D que provoquen toxicidad, pero no ocurre lo mismo con los suplementos si se administran por encima de las dosis recomendadas.

Hierro: suplementar solo en caso de anemia o riesgo

El hierro es un mineral indispensable para el funcionamiento de nuestro organismo. Interviene en el transporte de oxígeno en sangre, así como en el proceso de respiración celular y en la producción de hemoglobina. También es necesario, entre otras cosas, para elaborar hormonas y tejido conectivo.

Las necesidades de este mineral dependen de la edad y del sexo (las mujeres necesitan mayor cantidad), aunque también aumentan los requerimientos durante la gestación. Estas son las cantidades recomendadas según el National Institutes of Health:

La deficiencia de hierro puede ocasionar anemia ferropénica y problemas asociados, especialmente en mujeres embarazadas, bebés a partir de seis meses que comienzan con la alimentación complementaria pero aún no comen bien ni variado, y personas con enfermedades crónicas.

El hierro durante la lactancia

La concentración de hierro en la leche materna es baja, pero suele ser suficiente para satisfacer las necesidades del recién nacido, incluso aunque la madre presente niveles bajos. Por este motivo, no es necesario complementar la leche materna con suplementos de hierro para el bebé.

Alimentación complementaria a partir de los seis meses

A partir de los seis meses, cuando se inicia la alimentación complementaria los pediatras hacen especial hincapié en la recomendación de que en cada comida haya algún alimento rico en hierro, incluyendo al menos una ración diaria de carnes, aves y pescado.

Esto es así porque las reservas de hierro con las que nace el bebé van disminuyendo con el paso de los meses, llegando a desaparecer a partir del sexto mes y aumentando el riesgo de desarrollar anemia si la dieta no es la adecuada.

El hierro está en muchos alimentos de origen animal (hierro hemo) y en muchos de origen vegetal (hierro no hemo). El hierro que mejor se absorbe es el hierro hemo, que es el que podemos encontrar en la carne, el pescado y la yema del huevo.

El no hemo, que es el que contienen las legumbres, las hortalizas de hoja oscura y los cereales, se absorbe peor, y por eso se aconseja acompañar su ingesta de alimentos ricos en vitamina C, como naranjas o brócoli (y suplementar si el bebé no va a consumir alimentos animales).

¿Cuándo es necesaria la suplementación?

Según leemos en la web En Familia, de la AEP, en algunos países es habitual la suplementación de hierro en los lactantes sanos para prevenir anemia, suponiendo que así mejorará su crecimiento y su desarrollo mental.

Esto ocurre por ejemplo en Estados Unidos, donde el Comité de Nutrición de la Academia Americana de Pediatría recomienda la suplementación con 1 mg/kg/día en bebés amamantados desde los cuatro meses y hasta el primer año de vida, o cuando el pediatra considere.

Sin embargo, según un estudio realizado por la agencia estadounidense USPSTF, aunque no se han encontrado efectos perjudiciales en la administración de hierro preventivo, tampoco se han observado diferencias en el crecimiento ni en el desarrollo psicomotor entre los niños que recibieron el suplemento y los que no.

Por ello, la AEP no considera necesaria la administración de hierro preventivo en lactantes que no han sido prematuros ni de bajo peso.

Cuando hay sospechas de anemia ferropénica en el bebé, así como en aquellos casos en los que el pediatra considere que el niño puede estar en riesgo (bebés que prácticamente no comen nada que no sea leche), se administrará un suplemento con la dosis y el tiempo que el médico recomiende.

En definitiva, una dieta variada y equilibrada combinada con actividad física al aire libre de manera frecuente, debería ser suficiente para que los niños mantengan los niveles adecuados de vitamina D y hierro, siendo necesaria la suplementación en casos de riesgo, o en bebés por debajo del año (en el caso de la vitamina D).

Fotos | iStock

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