Tengo que repetirle las cosas mil veces a mi hijo... ¿qué hacer?

Tengo que repetirle las cosas mil veces a mi hijo. Este enunciado es muy frecuente escucharlo en padres y madres que se ven agobiados por tener que repetir todo una y otra vez, viendo cómo sus peticiones parecen ser ignoradas de manera deliberada.

Pero ¿realmente se trata de que nos ignoren? La respuesta no es tan simple, pues es preciso comprender que influyen diversos factores que pueden estar afectando la manera en la que nos comunicamos con nuestros hijos, además del interés que pueden ellos tener de escucharnos y de atender lo que les solicitamos.

Repetir, repetir, repetir

Es muy común que como padres les repitamos las cosas varias veces a nuestros hijos. Posiblemente todos nos identificamos con la escena en la que estamos pidiendo que se vayan a bañar, a vestirse o a cepillarse los dientes, por poner algunos ejemplos, y vemos cómo siguen sin hacernos caso y caemos en repetir, repetir, repetir.

Pero, ¿esto funciona?,  ¿alguna vez te ha servido de algo más que para agotarte y frustrarte? La respuesta simple es no.

Un error frecuente que cometemos en la crianza es repetir infinidad de veces a nuestros hijos lo que esperamos que hagan.

Esto, lejos de ayudarnos a conseguir los objetivos, lo que hace es que se genere una dinámica en la que el niño deja de prestarnos atención y nosotros nos sentimos agotados de tanto decir lo mismo una y otra vez, todos los días, con los mismos resultados.

“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
-Einstein-

Entonces, ¿qué hacer?

Si te encuentras en esta situación, no te sientas mal ni te culpes por haber cometido estos "errores" (suceden con más frecuencia de la que te imaginas); por el contrario, mereces una felicitación al intentar ser una mejor versión de ti mismo como padre o madre, y eso merece reconocimiento.

Ahora, ya que sabemos lo que no hay que hacer, entonces ¿qué es lo que sí debo hacer para dejar de repetirle las cosas a mi hijo mil veces? Empecemos por:

Deja de repetir

La clave para que tu hijo te haga caso sin tener que repetir a cada rato lo que requieres de él o ella es, simplemente, dejar de hacerlo.

La comunicación es la clave en estos casos, y cuando nosotros mismos creamos un ambiente de repetición y automatismos, no podemos esperar que las cosas sucedan distintas.

Además, ten en cuenta que para tu hijo tus palabras, en un momento dado, ya dejan de tener efecto, porque las ha normalizado (al ser tan repetidas), y no le impactan igual.

Utiliza un lenguaje sencillo

¿Cómo hacerlo entonces? Para empezar utiliza un lenguaje sencillo que tu hijo pueda comprender.

A veces los adultos nos complicamos con palabras que pueden ser de difícil comprensión para los más pequeños, o damos largas explicaciones que lo único que hacen es generar confusión.

Para hablar con los niños debemos explicar lo que queremos o esperamos de que hagan de la manera más simple posible, en frases muy cortas para que puedan entenderlo.

Deberemos adaptar nuestro lenguaje a su edad y comprensión (esto es fundamental). Y las explicaciones del por qué o para qué, déjalas para después.

No amenaces

Otro error frecuente es amenazar o gritar a los niños cuando ya estamos muy cansados y frustrados de repetir tantas veces lo mismo; aunque es comprensible llegar a estos puntos a veces, ya que somos humanos, esto tampoco les beneficia para nada.

Y es que, es justo allí cuando debemos tener más paciencia y entender que con gritos no lograremos nada.

Alzar el tono de voz o amenazar a los niños para que hagan caso no hará que se porten mejor o que cumplan con lo que queremos, y mucho menos que sean más obedientes. Con esto solo lograremos el efecto opuesto.

Puede ser que logremos que se sienta temeroso y con miedo y que haga las cosas bajo amenaza, sin aprender nada, salvo a temerte, y eso es lo que menos queremos como padres. Como padres debemos ser una fuente de seguridad para nuestros hijos.

Otra posibilidad es que se rebelen y dejen de hacer caso e incluso, que incrementen los comportamientos que puedes considerar como inadecuados. Entonces, los gritos y amenazas quedan fuera de juego.

Asegura el contacto visual y la atención

Por otro lado, siempre que vayas a pedirle algo a tu hijo, no solo debes usar frases cortas y claras, sino también asegurarte de tener contacto visual con él (que te mire a los ojos, ya que eso indica que te atiende, que te escucha).

Y es que este es el primer paso para que se produzca una comunicación eficaz, asegurar que el receptor (nuestro hijo) atienda a la información.

Ten en cuenta que no es lo mismo escuchar algo que mamá o papá me gritan desde lejos, que verlos y escuchar con atención lo que me dicen.

Predica con el ejemplo

Recuerda siempre que nuestros hijos aprenden más con nuestro ejemplo que con nuestras palabras. Entonces, si por ejemplo, queremos que mantenga su habitación ordenada, la nuestra siempre debe estarlo.

Pero el ejemplo no solo se basa en hacer lo mismo que esperamos de ellos, sino además, en ayudarlos a que vean cómo se hace. Siguiendo con el ejemplo anterior, puedes ponerte junto a él a ordenar e irle contando cómo las habitaciones ordenadas son mucho mejor que las desordenadas, hablarle de la tranquilidad que transmiten, etc.

Comprueba que ha recibido el mensaje

Otra idea importante, y que puede venirnos muy bien a la hora de no repetir mil veces las cosas, es pedirle las cosas a nuestro hijo mirándole a los ojos, y que nos dé su aprobación de que nos está escuchando.

Y una vez logrado esto, también es importante que pueda decirnos que ha recibido el mensaje, y que nos pueda afirmar que va a realizar la tarea en cuestión. Así nos aseguramos de la recepción del mensaje y de no tener que volver a repetirlo X número de veces.

El amor y el respeto: elementos claves

Y finalmente, recuerda hacer todos estos pasos siempre con amor y respeto, además de felicitarlo siempre, darle afecto y reconocer cuándo ha hecho las cosas de la manera en la que esperabas que lo hiciera.


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