Mimamoru: el método japonés para resolver conflictos y peleas entre los niños

Tengamos uno, dos o más hijos, ningún padre desea que su hijo tenga conflictos con otros niños. Ya sea entre los mismos hermanos, con algún primo o con amigos de la guardería o escuela, el tema de las discusiones o diferencias entre los niños es uno que a todos nos preocupa y deseamos siempre se resuelva de la mejor manera.

Personalmente solo tengo una hija, pero se ha criado muy cercana a una prima con la que tiene poca diferencia de edad, por lo que su relación es una muy parecida a la que hay entre un par de hermanas pequeñas. Desde luego, en ocasiones han tenido sus diferencias y aunque siempre estamos ahí para acompañarlas y ayudarles, a veces me gusta esperar para darles la oportunidad de intentar resolverlo por ellas mismas.

Resulta que yo no lo sabía, y este tipo de manejo de conflictos entre niños es algo muy usual en Japón y hasta tiene un nombre: mimamoru. Te contamos sobre este método japonés para resolver conflictos y peleas entre los niños, que de acuerdo con un estudio, aporta varios beneficios.

El método japonés

"Mimamoru" es un acrónimo de dos palabras japonesas: mi, que significa vigilar y mamoru, que significa proteger. Generalmente, se interpreta como "enseñar observando" y consiste básicamente en permitir intencionalmente que los niños manejen los desacuerdos por sí mismos, para promover su aprendizaje a través de la exploración y las acciones voluntarias.

Aunque no es un método oficial, es un enfoque implícito que se maneja en muchas escuelas infantiles en Japón, donde suelen esperar a que los niños respondan por sí solos a los problemas, únicamente guiándolos si es necesario, para que puedan obtener aprendizajes.

En el caso de los conflictos con otros niños, este tipo de práctica disciplinaria aportaría algunos beneficios para su desarrollo emocional y social, que recientemente fueron investigados en un estudio donde participaron profesores japoneses y estadounidenses.

De acuerdo con los resultados del estudio, este enfoque permite a los niños tener una valiosa oportunidad de aprender a resolver conflictos de forma autónoma y sin que se juzgue su comportamiento o se les etiquete como "buenos" o "malos".

Los investigadores aclaran que, desde luego, esto no quiere decir que dejemos a los niños solos por completo o les ignoremos cuando tienen una discusión, y señalan que los educadores japoneses observan e intervienen cuando es necesario, particularmente cuando ven que el riesgo del conflicto podría ser mayor a los beneficios.

El estudio, destaca que este tipo de disciplina tiene tres características principales:

  • Intervención mínima temporal para reducir el riesgo inmediato de daño físico.
  • No intervenir o mantenerse al margen de la pelea para alentar a los niños a resolver su problema.
  • La no presencia o dejar a los niños solos una vez que se determina que pueden resolver su dilema sin el apoyo de un adulto.

"Aunque el enfoque mimamoru parece pasivo, desafía a los educadores a ser pacientes, observar y esperar a que los niños piensen y actúen por sí mismos. Una suposición subyacente de esta práctica japonesa es la confianza de los adultos en la bondad inherente de los niños, más específicamente, en su capacidad de aprender a través de las interacciones sociales cotidianas", explicaron los investigadores.

Cuándo intervenir y cuándo no

Los beneficios que señala el estudio acerca de este tipo de práctica ante los conflictos entre los niños es algo que me parece muy lógico. Como comentaba al inicio, cuando he esperado para intervenir en las discusiones que tienen mi hija y mi sobrina, lo hago con la intención de darles la oportunidad de resolverlo por ellas mismas. Y es que aprender a manejar y resolver conflictos también es parte de la educación emocional de nuestros hijos.

Como padres es normal que deseemos que los niños siempre se lleven bien y no haya malos tratos o experiencias entre ellos, pero si no les damos el espacio para resolverlo o trabajarlo y siempre intervenimos, les estaríamos negando la oportunidad de aprender y crecer emocionalmente.

En cambio, si en una pelea o conflicto les dejamos manejarlo solos, los niños por sí solos buscarán herramientas que les ayuden a resolverlo, donde pueden probar y aprender estrategias de negociación y solución de problemas, así como entender que los demás tienen necesidades (y derecho a expresarlas), un contexto en el que probar y mejorar su empatía.

Entonces, ¿debemos dejarles solos cuando tengan algún conflicto? No exactamente. Debemos darles espacio para que prueben a resolverlo por ellos mismos, pero manteniéndonos al margen y observando cómo se desarrolla la situación, para asegurarnos que no pasen ciertos límites y podamos intervenir si es necesario.

Por ejemplo, si los niños discuten porque están usando un juguete por turnos, y al momento de darlo al otro uno no quiere, ellos podrían buscar la forma de llegar a un acuerdo. Y hasta ahí todo bien. Pero si las palabras pasan a lo físico, o si hay insultos, faltas de respeto o gritos, sin duda debemos intervenir y trabajar juntos para resolver el problema como ya lo hemos explicado en otra ocasión.

Este tipo de enfoque requiere mucho de nuestra paciencia y sentido común como padres para saber cuándo y cómo intervenir, pues cada niño es único y diferente.

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