Las siete cosas curiosas que los niños coleccionan como si fueran grandes tesoros (¡y que los padres debemos conservar!)

Una de las cosas que más me gusta de los niños es su capacidad de asombro y de ver belleza en todas las cosas. Desgraciadamente, con el tiempo acabamos perdiendo esa cualidad tan bella y pura, pero es precioso verles admirar todo lo que les rodea a través de su inocente mirada.

De entre sus muchas "manías" hay una que me hace especial gracia y es cuando comparten conmigo ese increíble objeto que acaban de encontrar, o me regalan algo y me piden que "lo guarde por siempre jamás". ¿Os pasa también a vosotros? Al final hemos decidido crear una caja de los tesoros, pues si para ellos es importante conservarlo, ¿quien soy yo para decir lo contrario?

Piedras

Seguro que las piedras son uno de los tesoros mejor guardados en cualquier casa con niños. Mis hijos tienen una cajita llena, y cada vez que damos un paseo por el campo o vamos al parque, la colección aumenta.

Tenemos piedras de todas clases y tamaños, aunque lo que más les emociona es coger piedras de sitios especiales, como la orilla de un río o las gravas decorativas que tienen los abuelos en el jardín.

Hojas secas y palitos

Y en el mismo nivel de adoración que las piedras se encuentran las hojas secas y los palitos. Y es que, ¿qué niño no disfruta recolectando las hojas caídas de los árboles mientras pasea por la calle?

Cada mañana, camino del cole, mis dos pequeños se hacen con un buen arsenal de hojas secas y ramitas de distintas tonalidades que llevan a sus profesores con la excusa de "adornar la clase o preparar alguna manualidad de otoño". Cuando toque regresar a las aulas después de estas vacaciones, veremos cómo se toman el cambio de estación...

Flores silvestres

Pero antes de que nos queramos dar cuenta, los parques y espacios verdes se habrán llenado de nuevo de flores silvestres, y los ramilletes de margaritas y amapolas llenarán de nuevo mi casa.

Porque cuando alguno de mis hijos se presenta con un ramito de flores recién cortadas, lo primero que debo hacer es "meterlas en agua para que no se mueran". Así que toca buscar un vasito y ponerlas a remojo, a pesar de que algunas lleguen sin tallo, prácticamente secas porque llevan horas en el bolsillo o incluso con algún bichito visitante. ¡Prohibido tirarlas a la basura! Nunca. Jamás.

Pegatinas que ya no pegan

Mis dos hijos pequeños son aficionados a las pegatinas. Les encantan los cuadernos de sticker, los álbumes de cromos y, en general, cualquier pegatina que puedan quitar de algún sitio y pegársela en la cara o en las uñas (como las pegatinas que traen algunas mandarinas en la cáscara).

El problema llega cuando se dan cuenta de que tras varias veces pegando y despegando la pegatina en cuestión, esta deja de adherirse al papel o a la piel, y claro: ¡surge el drama! Es entonces cuando me dan la pegatina o el cromo para que la guarde a buen recaudo... arrugada y a veces incluso rota. Pero para ellos no es un papel viejo, ¡es su pegatina! y no se te ocurra tirarla.

Envoltorios o bricks de comida

Cuando mi hijo mayor tenía tres años le llamaban poderosamente la atención los envases de los yogures infatiles. Debido a la alergia a las proteínas de leche de vaca que padecía, no podía consumir este tipo de productos y quizá por eso los bricks captaban tanto su atención.

Así que cuando almorzaban en el colegio y algún compañero llevaba un yogur de este estilo, el envase vacío siempre acababa en la mochila de mi hijo, pues se las ingeniaba para sacarlo de la papelera cuando la profesora no miraba y guardarlo como el mayor de sus tesoros.

Pequeños objetos coloridos y brillantes

Cualquier cosa pequeña, que brille o tenga un color especial se convierte rápidamente en un valioso objeto de coleccionista para mis peques. En esta categoría entrarían las chapas, botones, tapones de botellas, trozos de plástico, cremalleras rotas, monedas de un céntimo...

Es incontable el número de "tesoros" con estas características que los niños con capaces de encontrar tirados en la calle, y que admiran y desean conservar como si fueran algo extraordario. Para ellos no es basura o un objeto perdido sin ningún valor... ¡para ellos es mucho más!

Trocitos de plastilina que traen del cole

Y otro de los tesoros que para mi hija tiene un valor incalculable es la plastilina del colegio. No sé qué tendrá de especial o diferente con respecto a la que tenemos en casa, pero ella la adora,y cada vez que hacen plastilina en el cole se mete en el bolsillo una pequeña pelotita que luego me enseña emocionada cuando llega a casa.

El problema viene cuando se le olvida sacarla del bolsillo y a mí vaciarlos antes de meter la ropa en la lavadora...

Estos son los siete objetos fetiche que mis hijos coleccionan o han coleccionado en algún momento. A todo esto se suma, claro está, las decenas de dibujos que hacen al día y que también quieren que conserve. ¿Os sentís identificados?

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