Sabemos lo que pasa en el cerebro de un niño cuando le gritas: así puedes dejar de hacerlo

Conociendo los efectos negativos que tienen en los niños, tenemos razones suficientes para hacer todo lo posible por evitarlos

Nadie nace sabiendo ser padre o madre, y tampoco es una asignatura que se enseñe en los colegios o universidades. La mayoría de quienes tenemos hijos, solemos educar y criar con el ejemplo que hemos visto en otros padres, principalmente los propios.

El problema es que muchos de nosotros venimos de generaciones en las que los gritos eran algo habitual, pues en la época de nuestros padres y abuelos la crianza no era un tema que solía analizarse como se hace actualmente.

Hoy en día, la psicología ha revelado que los gritos pueden ser muy dañinos para los niños, por lo que como padres debemos hacer lo posible por evitarlos. Te compartimos por qué no deberíamos gritar a los niños y cómo podemos dejar de hacerlo.

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Así afectan los gritos a los niños

Como mencionábamos previamente, los avances en ciencia y psicología han estudiado los efectos y consecuencias negativas que tienen los gritos en los niños, encontrando que estos pueden afectarles a nivel psicológico y biológico.

Por ejemplo, una investigación encontró que los gritos, que son considerados violencia verbal, pueden hacer que los niños desarrollen diversos problemas de conducta, en comparación con los niños que no habían recibido gritos; mientras que otro estudio obtuvo una conclusión similar, encontrando que los niños que habían sido educados con una severa disciplina verbal, experimentaron más problemas de conducta y síntomas depresivos en la adolescencia, que aquellos que no habían recibido gritos durante su infancia.

Pero las consecuencias no se limitan a la infancia o la adolescencia. De acuerdo con otro estudio, los gritos y las discusiones familiares durante la infancia aumentan el riesgo de problemas de salud mental en la vida adulta.

Por otro lado, está comprobado que los gritos pueden afectar el cerebro de los niños, haciendo que este se bloquee y active el modo de supervivencia, pues la función biológica de los gritos es alertarnos de un peligro. Ese bloqueo mental que experimentamos cuando escuchamos gritos eleva los niveles de cortisol, que a su vez aumenta los niveles de estrés, miedo, inseguridad y ansiedad.

Si alguna vez has gritado a tus hijos

Queremos aclarar que haberle gritado a nuestros hijos no nos hace automáticamente malos padres ni es un motivo para sentir que hemos fallado en la crianza. Después de todo, no somos perfectos y hay diversos motivos por los que hemos podido caer en ello.

Desde sentirnos agotados física y mentalmente, hasta ser muy exigentes con nosotros mismos (o con nuestros hijos) o sentir desesperación o frustración cuando vemos que no nos hacen caso, son varias las razones que, aunque no deseemos hacerlo, hacen que terminemos gritando.

Ahora, aunque ninguno de estos motivos justifica gritarles a los niños, el conocer las razones puede ayudarnos a tomar conciencia del problema y hacer el esfuerzo por evitarlo. Así, con este artículo no buscamos hacer sentir culpa a quien alguna vez le haya gritado a sus hijos, sino darles herramientas que puedan ayudarles a dejar de hacerlo.

Cómo dejar de gritarle a los niños

Foto | Kampus en Pexels

Conociendo todos los efectos negativos que pueden tener los gritos en los niños, y sabiendo además que los gritos no sirven para educar y que pueden afectar la relación con nuestros hijos, tenemos razones suficientes para hacer todo lo posible por dejar de hacerlo.

Estos son algunos consejos que pueden ayudarte a lograrlo:

Empatiza con tu hijo

Una de las cosas que nos puede servir para evitar los gritos es practicar la empatía con nuestros hijos. ¿Cómo nos sentiríamos si estuviéramos en su lugar? ¿Nos ayudaría o haría sentir bien que alguien nos gritara al no entender o hacer algo correctamente?

Aprender a empatizar con ellos nos puede ayudar a ser más pacientes con ellos y a entender que no debemos mirar la situación desde nuestros ojos de adultos, sino desde las necesidades o problemas que ellos puedan tener, pues a veces eso que nosotros calificamos de mal comportamiento, en realidad es una dificultad o necesidad que nuestro hijo no ha sabido transmitir o comunicarnos.

Practica (y enseña) el autocontrol

Sabemos que es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero debemos practicar el autocontrol. Cuando sientas que comienzas a perder la paciencia y se acerca esa necesidad o impulso de gritar, congela la escena y respira profundo. Si es necesario, cierra los ojos o dile a tu hijo que necesitas un minuto para recuperar la calma.

Con esto no solo podremos evitar gritar a nuestros hijos, sino que además les enseñaremos que practicar el autocontrol es posible con nuestro propio ejemplo, que es una de las cosas que más impacta en su educación emocional.

Analiza tus emociones

Muchas veces los gritos no surgen porque nuestros hijos hayan hecho algo malo, sino que son una reacción de niveles altos de estrés en nosotros mismos (por el trabajo, por nuestra relación, por temas económicos...). Sea por el motivo que sea, es importante que hagamos lo posible por reducir el estrés en nuestra vida y seamos conscientes de lo que sentimos y cómo nos sentimos.

Porque no reaccionamos igual cuando nos sentimos en calma y descansados, que cuando estamos agotados, estresados o nos sentimos sobrepasados. Y nuestros hijos no deben cargar con las consecuencias de ese peso emocional nuestro. Como ya lo hemos dicho, no somos perfectos, pero trabajando en nosotros mismos podremos ser mejores padres y madres.

Foto de portada | Freepik

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