Los padres primerizos reciben tantas opiniones contrarias que acaban totalmente perdidos

"A ver si os aclaráis de una vez", me dijo el padre de un bebé la primera vez que vinieron a la consulta de enfermería. Ya no recuerdo qué me preguntaron, pero ella abrazaba nerviosa al pequeño mientras él me reprochaba, con razón, que habían hecho la misma pregunta a varios profesionales más y todos le estábamos dando una respuesta diferente.

Hace unos días una compañera enfermera me decía lo mismo por Facebook, que una madre se le había echado a llorar al escuchar sus palabras por el mismo motivo, porque con cada respuesta se veía aún más perdida: cuando los padres primerizos reciben tantas opiniones contrarias que acaban totalmente perdidos.

"No es nada personal, pero no podemos más"

En un peregrinaje en busca de soluciones, esos padres llegaron finalmente a mí (bueno, no sé si finalmente, quizás después de verme a mí buscaron más opiniones y soluciones), y aunque se les veía visiblemente molestos, entendí lo que ellos mismos me dijeron, que no era nada personal contra mí, que no estaban enfadados conmigo, pero que sí lo estaban con la situación, porque no podían más.

Y es que a los padres primerizos unos les dicen que lo dejen llorar, otros que no; unos que lo alimenten a demanda, otros que cada tres horas, otros que cada dos, otros que sí, a demanda, pero que no lo dejen comer todo lo que el bebé quiera, sino que limiten el tiempo; unos dicen que debe dormir en la cuna, otros que mejor si duermen juntos; unos que lo pongan a dormir de lado, otros que boca arriba con la cabeza ladeada; unos que el baño es indispensable cada día, mejor de noche, otros que puede ser cada dos o tres días y que el horario da igual; unos que curen el cordón con alcohol, otros solo con agua y otros que no hagan nada; unos que llora porque está comiendo poco, que le dé biberón, otros que llora porque está todo el día enganchado y no deja que la leche suba, otros que llora porque pasa hambre, que ella no tendrá leche, y otros que si llora es porque la leche de la madre podría no ser buena. Y así con cada duda que les viene a la mente.

Y en una situación parecida llegaron ellos, la pareja. Él estaba ya harto y ella cansada, a punto de llorar, porque las dudas no le estaban permitiendo seguir adelante y las soluciones no siempre eran efectivas. Y se estaban bloqueando en algo que debería ser bonito: cuidar de tu bebé.

Varias soluciones para un mismo problema

Las recomendaciones, además, cambian mucho. Hace 30 años los padres nos tenían que poner a dormir boca abajo porque se consideraba que era más seguro. Pero ahora es todo lo contrario: boca arriba. Hace 10 años el gluten se daba a partir de los 8 meses, el huevo a los 12 y los alimentos que producen más alergia se dejaban para los 18 meses en adelante. Pero ahora es todo lo contrario, se dice que a partir de los seis meses ya pueden comer prácticamente de todo. Hace unos años se decía a los padres que si llorábamos se nos expandían los pulmones y que eso era bueno. Pero ahora sabemos que los pulmones no maduran ni se expanden con el llanto, y que debemos atender al bebé siempre que sea posible porque el llanto produce estrés, y los bebés no saben gestionar el estrés (y los niños que sufren más estrés en la infancia son los adultos que tienen, precisamente, más problemas de estrés y ansiedad).

Los padres saben esto, que las recomendaciones van variando en el tiempo, y por eso en muchas ocasiones ya no se fían demasiado de lo que dice la abuela del bebé, así que acuden allí donde creen que está el saber más actualizado: a los profesionales de la salud. Pero allí no siempre está lo más actual, y a menudo lo que se transmite son conocimientos algo anticuados, mitos o incluso juicios de la persona que hay debajo de la bata blanca.

Los padres no lo saben, claro... se van a casa con una solución y la ponen en práctica. Y entonces ven que no funciona o que aparecen nuevos problemas. Y entonces tienen dos opciones, volver al profesional y explicar que no funcionó, y probar con otra nueva posible solución, o buscar a otro a ver si ese sí acierta.

Y en el juego de prueba/error con las soluciones varias que van recibiendo, se dan cuenta de que a veces están haciendo cosas totalmente contradictorias, que un día les dicen que dejen llorar un poco al bebé y al otro les dicen que eso nunca, que un día les dicen que controle con el reloj el tiempo que come y al otro les dicen que tire el reloj a la basura... Normal que llegue un momento en el que se vienen abajo porque ya no saben por dónde tirar.

El único que sabe lo que le pasa a tu bebé es...

Lo sé, en cierto modo escurro el bulto. Evito las críticas hacia mí con lo que yo les digo, pero no porque no quiera recibirlas, sino porque pienso sobre todo en los bebés, y busco lo mejor para ellos, y de rebote para los padres. Cuando los veo tan desubicados, sin confianza ya en nuestro papel como sanitarios y orientadores y sin confianza en su papel como padres, les digo al final que no hagan caso a nadie... les digo incluso que no me hagan caso tampoco a mí. Que no se crean nada, que hagan lo que consideren ellos que es mejor, y sobre todo que solo escuchen a una persona.

"El único que sabe lo que le pasa a vuestro bebé es vuestro bebé", les digo. Y se quedan un poco sorprendidos porque no ven la manera de descifrar los mensajes que les está enviando el crío, así que prosigo: "Probad lo que os haga sentir mejor, aquello que os parezca más lógico, lo que os nazca de dentro, y esperad la respuesta. Si veis que la cosa va mal, si veis que llora más o no está cómodo, probad otra cosa... al final no es más que entrar en el juego de probar, y si hay llanto, o veis que no funciona, cambiar de estrategia".

Incluso suele decirse que lo sorprendente de criar a un hijo es que cuando ya tienes las respuestas, ellos te hacen nuevas preguntas; y es que cuando ya has dado con lo que le va mejor, resulta que crece, madura, cambia (o cambia algo en la situación familiar), y de repente eso ya no sirve y tienes que volver a empezar a probar estrategias a ver cómo podéis adaptaros todos a la nueva situación.

Lo bueno es que poco a poco, escuchándole, aprendéis a entender lo que "os dice", y eso da mucha confianza porque cuando existe esa comunicación, cuando los padres sabéis interpretar las necesidades y molestias de vuestro hijo, sus reclamos y miedos, la pareja empieza a ser más autónoma y ya no depende tanto de nosotros, los sanitarios, esos que detrás de una mesa damos consejos bastante estándar, que creemos que sirven para todos los niños pero que no siempre es así, y que cada uno lo explicamos de un modo diferente hasta el punto de ofrecer soluciones contrarias.

Por mi parte, solo puedo pedir disculpas (por la parte que me toca) porque no nos ponemos de acuerdo ni nos pondremos seguramente en mucho tiempo, e insistir en lo que digo: "No nos hagáis mucho caso, no se lo hagáis a nadie que no sea vuestro bebé".

Fotos | iStock
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