Alergia a la leche, intolerancia a la lactosa e intolerancia al gluten, tres afecciones diferentes que no debemos confudir

Durante seis años mi hijo fue alérgico a las proteínas de leche de vaca (APLV), una alergia que le fue diagnosticada al poco tiempo de nacer y que acabó superando de forma espontánea. Desgraciadamente, en todo ese tiempo viví diversas situaciones que me llevaron a denunciar públicamente en mis redes sociales la falta de conciencia social a la que a menudo se enfrentan los niños alérgicos.

Pero los comentarios y actitudes de la gente no solo tenían a veces un cariz egoísta, sino que en ciertas ocasiones, el desconocimiento ponía en serio riesgo la vida de mi hijo o la de otros niños con la misma condición. Esto ocurría con frecuencia cuando la gente confundía la APLV con la intolerancia a la lactosa e incluso con la intolerancia al gluten, llegando a pensar que se trataba de lo mismo.

Pero no. La alergia a las proteínas de leche de vaca, la intolerancia a la lactosa y la intolerancia al gluten nada tienen que ver. Cada una de estas patologías tiene sus propias particularidades, y las necesidades de los niños que las sufren son bien distintas.

Alergia a las proteínas de leche de vaca

Es una de las alergias alimentarias más frecuentes en los niños, pues la leche es uno de los primeros alimentos a los que están expuestos. La alergia a las proteínas de la leche de vaca (APLV) es una reacción anormal que se produce en el cuerpo cuando entra en contacto con las proteínas de la leche.

Se trata de una reacción mediada por un mecanismo inmunológico, en el que el cuerpo reacciona frente a una sustancia que para la mayoría de las personas es inocua. En el caso de la alergia a las proteínas de la leche de vaca distinguimos dos tipos, en función del mecanismo por el que se produzca la alergia:

  • mediada por inmunoglobulina E (IgE): su reacción es muy rápida, casi inmediatamente tras tomar leche, y los principales síntomas son reacciones cutáneas, síntomas respiratorios, edema... o incluso anafilaxia y shock.

  • no mediada por inmunoglobulina E: los síntomas son más tardíos, lo que dificulta mucho su diagnóstico (deposiciones con sangre roja, vómitos, diarrea, poca ganancia de peso, estreñimiento, reflujo gastroesofágico, cólicos severos...)

Ya sea en el caso de APLV mediada por IgE, como en el caso de APLV no mediada por IgE, hasta que el niño alcance la tolerancia (por fortuna es una alergia con un pronóstico de curación muy bueno) o el médico dictamine lo contrario, debe seguir una dieta libre de leche, productos lácteos y derivados.

La intolerancia a la lactosa

Cuando algún alimento no es asimilado por el organismo debido a una carencia digestiva, enzimática o metabólica, se habla de intolerancia. A diferencia de las alergias, en las intolerancias no entra en juego el sistema inmunológico.

La intolerancia a la lactosa se produce porque el cuerpo es incapaz de digerir el azúcar de la leche (lactosa). Es la enzima lactasa, que está presente en el intestino delgado, la encargada de descomponer la lactosa en azúcares más simples (glucosa y galactosa), para que puedan ser absorbidos por el torrente sanguíneo.

Cuando la actividad de la enzima es demasiado baja, la lactosa no se puede digerir y pasa al intestino grueso, donde es fermentada por las bacterias de la flora intestinal. Esto puede provocar síntomas intestinales como flatulencia, dolor y diarrea.

La intolerancia a la lactosa puede ser primaria (genética) o secundaria o adquirida, que se sucede cuando una enfermedad, lesión o cirugía que afecta al estómago imposibilita la digestión de la lactosa de forma temporal, pero al cabo del tiempo la enzima acaba recuperando su función.

Intolerancia al gluten y celiaquía

El gluten es una proteína que se encuentra en el trigo, centeno, cebada, triticale, espelta y algunas variedades de avena, así como sus híbridos y derivados.

Hay personas que sufren alergia al gluten/trigo, que son sensibles al gluten pero las pruebas de celiaquía dan negativo, que son intolerantes al gluten (el sistema inmunológico no está involucrado) o que tienen celiaquía, una enfermedad autoinmune (es decir, una respuesta inmunológica contra el propio organismo) ocasionada por la exposición a las proteínas del gluten. La celiaquía no es ni una alergia ni una intolerancia al gluten.

Si hablamos de enfermedad celíaca en niños, el diagnóstico llega mediante un análisis de sangre que incluye la detección de los anticuerpos propios de la celiaquía, aunque en otras ocasiones podría ser necesario realizar una biopsia duodenal para confirmar el diagnóstico.

La enfermedad celiaca no tiene cura, pero con una adecuada dieta exenta de gluten los síntomas desaparecen y con ello los problemas asociados.

Por tanto, proteínas de leche, lactosa y gluten son cosas distintas

Cuando se tiene alguna de las patologías descritas es importante leer bien el etiquetado de los productos para evitar la sustancia a la que se es alérgico o intolerante. Aunque los padres y familiares de niños con alguna de estas condiciones estamos más que acostumbrados a leer etiquetas, es cierto que cuando no hay nadie cercano que sufra alguna de estas patologías pueden surgir algunas confusiones.

No en vano, y tal y como mencionaba al inicio, fueron varias las ocasiones en las que alguna persona ofreció a mi hijo alérgico a la leche un producto "sin lactosa" o incluso "sin gluten", creyendo que por contener esa leyenda se trataba de un producto apto para él. Pero nada más lejos de la realidad.

Por eso creo que es labor de todos comprender los aspectos más básicos de estas y otras patologías que si no son tratadas correctamente podrían poner en riesgo la salud o incluso la vida de los niños. Así pues y en resumen:

  • La intolerancia a la lactosa es una afección en la que no entra en juego el sistema inmunológico. Se produce ante una mala absorción de la lactosa por parte del organismo. Por lo general, los síntomas no son graves, aunque sí muy desagradables y dolorosos.

Los niños con intolerancia a la lactosa no pueden consumir productos con lactosa, pero sí leche y derivados siempre y cuando estos aseguren estar libres de lactosa. Algunas personas pueden consumir queso y yogures porque no les provocan síntomas.

A la alergia a las proteínas de leche de vaca no deberíamos llamarla 'intolerancia a las proteínas de leche de vaca', pues esto puede generar confusión e incluso restar importancia a la patología. Cuando hay APLV, la persona no puede consumir lácteos ni derivados (con independencia de si estos llevan o no lactosa)

  • En la intolerancia al gluten existe un déficit enzimático que no permite digerir correctamente el gluten. En este caso, el sistema inmunológico no se ve implicado, como sí ocurre con la enfermedad celiaca. Por tanto, tampoco debemos confundir ambas patologías.

Las personas con intolerancia al gluten (y también las celiacas) no pueden consumir cereales con gluten ni cualquier otro producto que lleve esta proteína. Sin embargo, la leche como tal y sus derivados no contienen gluten por naturaleza, por lo que sí podrían tomarlo. En cualquier caso, es importante vigilar siempre el etiquetado de los productos, pues aunque por naturaleza estos no lleven gluten, en su proceso de fabricación o envasado podrían haber sido contaminados con gluten y, por tanto, también deberían descartarse.

Debemos ser muy conscientes de las diferencias tan grandes que hay entre la APLV, intolerancia a la lactosa e intolerancia al gluten, y emplear correctamente los términos. En manos de todos está la salud y el bienestar de los niños que sufren estas patologías.

Fotos | iStock, Pixabay, Jump Story

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