El phubbing en adolescentes: así perjudica este mal hábito sus relaciones

El phubbing, mirar el móvil mientras alguien nos habla, está deteriorando las relaciones y la autoestima de muchos adolescentes sin que apenas nos demos cuenta.

Laura Ruiz Mitjana

Seguro que lo has visto, o incluso lo has hecho sin darte cuenta. Estás en la mesa con tu hijo o con tus amigos, habláis de algo cotidiano, y de repente uno de ellos saca el móvil, revisa una notificación y se queda allí, atrapado en la pantalla

La conversación se apaga un poco, el otro no sabe si seguir hablando o esperar, y lo que era un momento compartido se convierte en algo a medias. Eso, aunque ya forme parte del paisaje, tiene nombre: phubbing. Y sí, afecta más de lo que creemos, sobre todo cuando hablamos de adolescentes.

Qué es el phubbing (y por qué se ha normalizado tanto)

El término phubbing viene de phone (teléfono) y snubbing (desaire). Significa, literalmente, ignorar a alguien por mirar el móvil. No se trata solo de una falta de educación, sino de una forma moderna de desconexión emocional: estar físicamente presentes, pero mentalmente ausentes.

Entre los adolescentes, este comportamiento se ha convertido en una rutina casi inconsciente. Responden mensajes mientras comen, revisan redes mientras alguien les habla o interrumpen una conversación para mirar una notificación “rápida”. Lo hacen sin mala intención, pero la sensación que dejan en el otro es clara: “ahora mismo, el móvil es más importante que yo”.

Un ejemplo:

—“Mira lo que me ha pasado hoy en clase…”

—(mirando el móvil) “Espera, que me acaba de escribir Marta”.

Esa breve pausa, ese instante en el que uno se siente ignorado, deja una huella más profunda de lo que parece.

Cuando el móvil apaga el vínculo

Durante la adolescencia, el cerebro está programado para buscar conexión social. Los amigos se convierten en el centro del mundo, y sentirse escuchado o comprendido es casi tan vital como respirar. Por eso, cuando un adolescente es ignorado en medio de una conversación —ya sea por un amigo, un padre o una pareja— no lo interpreta como algo trivial, sino como una señal de desinterés o falta de importancia.

Con el tiempo, esa sensación repetida puede generar distanciamiento. Muchos jóvenes dejan de compartir cosas personales, prefieren comunicarse por mensajes o redes y evitan el contacto directo porque lo sienten más incómodo. Paradójicamente, están más conectados que nunca y, sin embargo, se sienten más solos.

Un estudio de Chotpitayasunondh & Douglas, de la Universidad de Kent, encontró que el phubbing tiene efectos negativos directos sobre la satisfacción en las relaciones interpersonales, al generar sentimientos de exclusión, desinterés y desconexión emocional. También observaron que este comportamiento se contagia socialmente: cuanto más lo experimentamos, más lo reproducimos.

El phubbing como refugio emocional

No todos los adolescentes hacen phubbing porque sean desconsiderados. En muchos casos, el móvil se convierte en una especie de escudo. Cuando se sienten incómodos, inseguros o temen no saber qué decir, mirar la pantalla les ofrece una salida inmediata. Es una forma de evitar la vulnerabilidad que implica una interacción real.

En terapia, muchos chicos lo expresan con frases como:

“Si no miro el móvil me siento rara, como si no supiera qué hacer con las manos”.
“Prefiero mirar el móvil antes que quedarme callado y parecer aburrido”.

Detrás de ese gesto hay miedo: a no ser suficiente, a no gustar, a quedar en silencio... Pero esa evitación, repetida día tras día, impide desarrollar habilidades sociales tan básicas como sostener una mirada, escuchar activamente o tolerar el silencio compartido. Y esas son precisamente las habilidades que consolidan relaciones sanas y profundas.

El círculo de la desconexión

El phubbing tiene además un efecto contagioso. Si un adolescente siente que los demás no le prestan atención, es muy probable que él también deje de hacerlo. Así se genera un círculo en el que todos miran pantallas y nadie se mira de verdad. Poco a poco, se pierde la costumbre de escucharse, de reír juntos, de compartir sin filtros.

Y ese círculo no solo deteriora las relaciones, sino también la autoestima. Porque cuando alguien se siente ignorado de manera constante, empieza a interiorizar que sus palabras no merecen espacio. Esa herida, aunque no se vea, pesa.

Más que prohibir, inspirar

La solución no pasa por prohibir los móviles ni por imponer reglas rígidas, sino por educar con el ejemplo. Si los adultos son capaces de dejar el teléfono al entrar en casa, de mirar a los ojos mientras escuchan o de crear momentos libres de pantallas, los adolescentes lo notan. Aprenden, sin necesidad de discursos, que la presencia real tiene un valor que ninguna pantalla puede igualar.

También es importante hablar del tema con naturalidad. Preguntarles cómo se sienten cuando alguien les ignora por mirar el móvil, o si ellos mismos lo hacen sin querer. No se trata de culpar, sino de invitar a reflexionar sobre lo que se pierde cuando uno deja de mirar al otro.

El phubbing es mucho más que una moda tecnológica: es un reflejo de cómo gestionamos la atención y el afecto en la era digital. 

El phubbing y nuestros vínculos en la era digital

El phubbing es mucho más que una moda tecnológica: es un reflejo de cómo gestionamos la atención y el afecto en la era digital. En la adolescencia, donde el vínculo emocional es un pilar esencial del desarrollo, aprender a estar presente es una lección profunda.

Porque al final, ningún mensaje, notificación o “me gusta” puede compararse con algo tan sencillo y tan poderoso como sentir que alguien te escucha de verdad. Con la presencia real del otro.

Foto | Portada (Freepik)

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