Amamantar puede doler pero no debe doler (I)

Amamantar puede doler. Eso sería absurdo negarlo y hacer que las madres que tienen dolor sientan que se minusvalora lo que expresan o producirles culpabilidad si, cuando lo explican, su queja se minimiza, se las trata de quejicas o se les cuenta lo mucho que otras aguantan. Esa no es la solución. Amamantar puede doler pero no debe doler. Si duele, hay un problema.

Pero si, hay solución en casi todos los casos, siempre que se encuentre un buen asesor que nos ayude a identificar el problema y encontrar el tratamiento, que puede ser postural y, en algunos caso, farmacológico.

Causas del dolor en el amamantamiento

Si el dolor se presenta al comienzo de la lactancia y, sobre todo, al comienzo de la toma, puede que simplemente se trate de que el pezón no está acostumbrado al estímulo de agarre y la molestia deberá ceder a lo largo de la tetada y desaparecerá en unas pocas semanas.

Sin embargo, puede que nos encontremos con dolores que no desaparecen y que se mantienen durante toda la tetada. En este caso la causa puede ser un problema de agarre, el uso de tetinas o chupetes que hayan producido una succión defectuosa, que el bebé tenga frenillo o micrognatia, síndrome de Raynaud y diversas infecciones del pezón, la aurelola o el tejido mamario.

Por tanto, si el amamantamiento es doloroso entendamos que hay un problema que interfiere con la lactancia natural y hace que este mecanismo fisiológico natural, duela cuando no debería doler. Este dolor puede ir desde una molestia llevadera a algo dificilmente explicable con palabras, pero que algunas mujeres refieren como una quemadura interna o alfileres que se clavan en su pecho.

No es que sea habitual, ni haya que tener miedo a amamantar por ese pequeño número de casos, pero si debe servirnos para entender mejor a quienes refieren esto y a entender que, sin ayuda adecuada, pueden desistir de una lactancia deseada.

La ayuda adecuada

Por ese motivo, acudir primero a un grupo de apoyo y, si no funciona esto, rápidamente a un profesional con formación específica en lactancia, médico o asesor certificado en lactancia, es una opción que todas las madres deben conocer como factible.

Las lactancias dolorosas tienen solución en una gran mayoría de los casos y el alivio puede ser mucho más rápido de lo que pensamos. Por eso, si la madre desea amamantar, acudir a una persona formada y preparada le puede servir para salvar la lactancia.

Defender la lactancia no puede convertirse en una defensa sectaria ni utópica, sino un compromiso con las madres y los bebés, para ayudarles a encontrar soluciones satisfactorias que les permitan dar el mejor alimento a los niños. Y nunca, nunca, debe servir para juzgar a quien decide dejar la lactancia o hacerle sentir mal, pues las circunstancias de cada madre son diferentes. La información y el apoyo son la base de una verdadera defensa y promoción del amamantamiento.

Intentaré, en este post y los siguientes que sean precisos, hacer un repaso por las posibles causas del dolor en el amamantamiento, esperando que sirvan como primera guía a las mujeres que lo sufran.

Una mala postura

Por muchos motivos un bebé puede tener una mala postura al agarrarse al pecho. Las posibilidades aumentan si la lactancia no ha comenzado en la primera hora o si, sobre todo, se han ofrecido al neonato biberones o chupetes. Los bebés prematuros son también más susceptibles a tener una mala postura. Pero a veces las causas son problemas fisiológicos o sencillamente un mal aprendizaje. Y la mala posición es la más habitual causa de dolor.

Si hay una mala postura posiblemente aparezcan rápidamente lesiones en el pezón, las temidas grietas, que pueden, además, infectarse. Las grietas, de por si, no son un motivo médico para dejar la lactancia, pero sin la más mínima duda, precisan ser curadas.

Para prevenir su aparición hay que asegurarnos de tener una buena postura, acudiendo a un asesor si en el hospital o en el centro de salud no se nos atiende bien en este sentido. Para saber si la postura es correcta no basta una mirada, es mejor que la persona que nos aconseje vea toda la mamada y observe el interior de la cavidad bucal del niño, para descartar frenillo, pues algunas de sus presentaciones no son evidentes para quien no esté especializado en su detección.

A fin de evitar las grietas es mejor no usar biberones, ni pezoneras, ni cremas irritantes, ni chupetes. Hay que dejar el pecho al aire, pero no hay que lavarlo antes o después de la toma, sino ponerle unas gotitas de leche y dejarlo secar. Debemos evitar tapar el pezón húmedo, pues la humedad macera la carne y la deja más blanda y susceptible a las lesiones e infecciones.

El usar la leche en el pezón puede estar contraindicado si hay infección en la mama, que podremos reconocer con las explicaciones que daré más adelante.

Aunque parezca contraproducente es mejor aumentar la frecuencia de las tomas, el pecho estará menos tenso y el bebé y la madre tendrán así la oportunidad de acoplarse antes.

En el próximo tema veremos como curar las grietas y otros problemas por los que amamantar puede doler.

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