A los cinco años el cerebro de los niños no está preparado para "perder" en los juegos. Esto dice la neurociencia.
Si tu hijo de cinco años se enfada, llora o rompe las fichas cuando pierde, no eres ni un padre permisivo ni un mal educador: lo más probable es que simplemente esté viviendo algo muy normal para su cerebro.
Antes de juzgar, olvídate un momento de la etiqueta “capricho” y piensa en esto como una ventana a su desarrollo emocional y cognitivo. ¿Por qué los niños de cinco años no soportan perder en los juegos? La neurociencia lo explica.
Niños que no soportan perder: el cerebro infantil entre los 3 y los 6 años
A los cinco años el cerebro está cambiando a gran velocidad. Sus redes de control —las que regulan los impulsos, mantienen la atención y permiten pensar antes de actuar— aún están en construcción.
Ese conjunto de habilidades se conoce como funciones ejecutivas y mejora mucho durante la etapa preescolar; según los estudios, entre los 3 y los 6 años hay saltos claros en la capacidad para cambiar reglas, inhibir impulsos y sostener metas. Cuando un niño aún no puede frenar la frustración o no puede replantear una pérdida como “aprendizaje”, la reacción suele ser intensa e inmediata. PubMed
A esto se suma otro ingrediente: la regulación emocional. Estudios sobre el desarrollo del control emocional y la reevaluación cognitiva indican que las estrategias sofisticadas para manejar emociones (como reinterpretar lo ocurrido para sentirse mejor) emergen gradualmente y no son aún efectivas a los cinco años.
Y enseñarles a interpretar la situación de otra forma no funciona si antes no han practicado técnicas sencillas como nombrar la emoción o respirar.
Esta es la razón neurobiológica que explica la frustración al perder
La neurociencia biológica también aporta pistas. Investigaciones longitudinales muestran que la capacidad para retrasar la recompensa se relaciona con la actividad de la corteza prefrontal (mayor en quienes mejor controlan impulsos) y con diferencias en el sistema de recompensa en quienes sucumben antes.
En palabras más sencillas: perder en un juego activa redes de recompensa y de impulso que, en muchos niños pequeños, todavía no están bien equilibradas. Esto explica por qué la frustración puede sentirse casi insoportable.
También hay un componente social y cognitivo: entre los 4 y 5 años se consolidan habilidades de teoría de la mente (entender que los demás tienen pensamientos y sentimientos distintos a los propios).
Aún en proceso, esta nueva conciencia social hace que la comparación (y la sensación de injusticia) sea más aguda, según los estudios. Así, un niño que antes no se daba cuenta de “cómo lo vive el otro” ahora sí lo percibe, pero no siempre sabe ponerse en su lugar o modular su propia reacción.
¿Qué podemos hacer como adultos?
Algunas estrategias prácticas y efectivas:
- Nombrar la emoción en caliente: “Veo que estás muy enfadado porque perdiste”. Poner palabras calma fisiológicamente y es accesible a los cinco años.
- Modelar y practicar: juega partidas donde pierdas a propósito y muestres cómo respirar, decir “me ha gustado jugar” o buscar una mejora concreta.
- Escalonar la frustración: empieza con juegos donde la derrota sea parcial para que el niño experimente pequeñas pérdidas sin colapsar.
- Entrenar auto-regulación con juegos: actividades como los juegos de turnos refuerzan la inhibición y la paciencia. Estudios de neurodesarrollo muestran que estas prácticas mejoran la activación prefrontal en edades tempranas.
- Refuerzo de habilidades sociales: tras perder, pregunta “¿qué podrías intentar la próxima vez?” y refuerza el aprendizaje (no la víctima o el triunfo).
- Cuidado con dejar ganar siempre: hacerlo sistemáticamente evita practicar la regulación y puede dificultar aprender a tolerar la frustración; la clave es el equilibrio y el acompañamiento.
En definitiva: que un niño de cinco años “no soporte” perder no es falta de educación sino el resultado predecible de su neurodesarrollo: control de impulsos emergente, redes de recompensa potentes y estrategias emocionales todavía por aprender.
Con paciencia, un poco de guía y juegos bien diseñados, le estamos dando exactamente lo que su cerebro necesita: oportunidades seguras para fallar, sentir y, sobre todo, aprender.
Foto | Portada (Freepik)
Ver todos los comentarios en https://www.bebesymas.com
VER 0 Comentario