Niños que no se atreven a participar en clase: esto dice la psicología

Hay muchos niños que no participan en clase, y estas son algunas de las razones, según la psicología

Laura Ruiz Mitjana

Seguro que lo has visto: un niño que en casa no para de hablar, en el patio organiza juegos y cuenta chistes, pero en clase baja la mirada cuando la profe hace una pregunta. O tal vez siempre sea así, también en casa.

Sea como sea, no siempre se trata de simple timidez ni de falta de interés. La psicología infantil explica que detrás de ese “mejor me callo” hay muchas capas que merece la pena entender. Aquí te contamos las más importantes.

Niños que no participan en clase: ¿por qué?

1) El cuerpo se pone en modo alarma

Levantar la mano en clase no es solo pensar una respuesta. Es sentir cómo todos miran, la voz que puede temblar, el corazón que late rápido... Para algunos niños, esa situación activa el mismo sistema de “peligro” que si hubiera un susto de verdad: sube la adrenalina, se acelera el pulso, la mente solo quiere escapar o quedarse quieta.

Un ejemplo: Paula, 9 años, en casa hace imitaciones y canta sin parar. Pero en clase, cuando la profe pregunta, se queda muda. No se le olvida la respuesta; su cuerpo está en modo “esto da miedo”.

2) Una cuestión de temperamento

Hay peques que nacen más sensibles a lo que pasa alrededor. La ciencia lo llama temperamento inhibido. No es un problema: simplemente su cerebro reacciona más fuerte a las miradas y a lo nuevo. Si además han vivido situaciones que les han hecho sentir que hablar es arriesgado, el silencio se convierte en su escudo.

3) Experiencias que marcan

A veces, basta con que una vez se rieran de ellos, que un adulto los corrigiera de forma brusca o que los compararan con un hermano que “habla mejor” para que "decidan" que callar es más seguro

Y si en casa se repiten frases como “no hagas el ridículo” o “habla solo si lo sabes perfecto”, el mensaje queda claro: mejor no arriesgarse.

4) Cuando el ambiente de clase influye

El aula puede ser un lugar que invite a hablar… o todo lo contrario. Un espacio competitivo, con prisas por responder y profesores que corrigen en público, lo que hace que muchos niños se bloqueen. 

Si, en cambio, se da tiempo para pensar, se valoran las preguntas y no solo las respuestas rápidas, el miedo baja y las manos empiezan a levantarse solas.

5) Ansiedad social y miedo a fallar

En algunos casos, lo que hay detrás es ansiedad social: un miedo intenso a ser juzgados, a equivocarse o a decepcionar. Puede ir de la mano de perfeccionismo: “si no estoy 100% seguro, no digo nada”. Suelen ser niños responsables, que sacan buenas notas, por eso a veces nadie se da cuenta de lo que están sintiendo.

Lo que realmente significa su silencio

Que un niño no participe no quiere decir que no aprenda o que pase de todo. Muchos están atentos, piensan mucho antes de hablar y procesan la información de otra manera. Su silencio es un mensaje: “Necesito sentirme seguro para atreverme”. Forzarles con amenazas o castigos solo refuerza el miedo.

Comprender estas causas —desde la biología hasta las experiencias y el ambiente escolar— es clave. No se trata de obligar a que hablen, sino de crear un entorno en el que sientan que su voz importa. Con paciencia y apoyo, la mayoría termina participando cuando se sienten preparados. Porque detrás de cada “no me atrevo” hay un montón de ideas esperando el momento adecuado para salir.

Foto | Portada (Freepik)

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