Lo asombroso que sucede en el cerebro de los niños pequeños cuando juegan con bloques de construcción

¿Te has fijado alguna vez cómo la mirada de un niño se ilumina al colocar el primer bloque y observarlo caer con un “clac” satisfecho? Ese instante contiene magia, pero también ciencia: mientras juega, su cerebro está diseñando conexiones que durarán toda la vida.

Imagina ese escenario: tu peque sostiene un bloque y lo gira, lo alinea, y observas cómo corrige el próximo porque “se tambalea”— un mini-experimento en tiempo real con música de fondo: su risa.

Ese instante tan cotidiano palpita con neuroplasticidad, coordinación ojo-mano, imaginación espacial… y emoción compartida. Entonces... ¿qué sucede en el cerebro de los niños cuando juegan con bloques de construcción? Te lo contamos.

Beneficios neurológicos de jugar con bloques de construcción

En el cerebro del niño, el juego con bloques despierta regiones encargadas de procesar el espacio: áreas vinculadas con la rotación mental, la orientación y la memoria de trabajo espacial se activan intensamente, algo que escapa a un simple juego de mesa (aunque este también tenga sus beneficios, claro).

Un estudio publicado en Frontiers in Psychology, donde se utilizaron imágenes obtenidas por fMRI (es decir, imágenes cerebrales), demostró que tras sesiones de solo cinco días de bloques, los niños mejoraban la precisión y la velocidad en tareas de rotación mental, y mostraban una mayor actividad en estas zonas cerebrales, a diferencia del grupo que jugó con juegos de mesa como Scrabble.

Esa es la huella tangible del juego en el cerebro: cambia la manera misma de pensar. Otro estudio reveló que en niños pequeños, jugar con bloques está asociado con mejoras en habilidades matemáticas tempranas.

Por qué los bloques potencian la inteligencia infantil

¿Qué hace todo esto tan poderoso? La plasticidad cerebral infantil es como una arcilla tierna: el juego con bloques no solo moldea esa arcilla, sino que le da herramientas para seguir transformándose. La infancia es el escenario donde dar forma a la arquitectura del pensamiento, y la neuroplasticidad es la herramienta que lo hace posible.

Ahora bien, aquí no se trata de dar consejos típicos como “juega más”. Se trata de sentir que, cuando esa torre se derrumba y el niño ríe, hay un instante donde se está forjando resiliencia emocional, experimentación científica y curiosidad innata. Ese “clac” del bloque es el eco de un universo neuronal en expansión.

En la colchoneta de tu salón, mientras recoges piezas y él insiste que “ahora lo pongo más fuerte”, ese diálogo sencillo es una conversación entre conexiones cerebrales que aprenden, se equivocan, se adaptan, se corrigen y vuelven a intentarlo.

Juego simbólico y desarrollo emocional

Aunque los bloques parecen un juego puramente espacial, también alimentan el mundo interior del niño. Construir una torre para luego fingir que es un castillo, un garaje o una casa implica activar la creatividad, la planificación y la capacidad de imaginar escenarios sociales (es el llamado juego simbólico).

Esto estimula áreas asociadas al pensamiento abstracto y también ayuda a regular emociones, practicar la paciencia y compartir con otros. Y en ese castillo de bloques también vive su empatía.

Neurociencia del juego libre en la primera infancia

No solo jugar con bloques es beneficioso; también lo es el juego libre con bloques que no impone reglas fijas. A través de él, el niño decide, prueba y cambia de idea. En términos neurocientíficos, esto activa redes cerebrales asociadas a la toma de decisiones, la flexibilidad cognitiva y la autorregulación.

En un mundo cada vez más estructurado, disponer de espacios para el juego no dirigido es un regalo que fortalece las bases del pensamiento creativo y la resolución de problemas a largo plazo.

Así que, tanto si tu hijo juega con bloques de construcción, como si lo hace a través del juego libre (con o sin bloques), recuerda que al hacerlo estará trabajando un montón de habilidades cognitivas pero también emocionales. Por eso ¡el juego es tan beneficioso!

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