Por qué tu hijo adolescente prefiere contárselo todo a sus amigos y no a ti

La neurociencia lo confirma: el cerebro adolescente necesita a los amigos tanto como antes te necesitaba a ti. Esto es lo que debes esperar de esta etapa

Laura Ruiz Mitjana

Hay un momento, casi sin darnos cuenta, en que los hijos dejan de contarlo todo. Pasan de narrarte cada detalle del colegio a cerrar la puerta del cuarto con un “nada, todo bien”. 

Lo curioso es que sí lo cuentan… solo que a sus amigos. ¿Por qué ocurre este cambio tan drástico? No se trata de rebeldía ni de falta de cariño: tiene raíces emocionales, evolutivas y neuropsicológicas muy profundas. Descubre qué dice la ciencia sobre esto.

La adolescencia: cuando el grupo sustituye al hogar

Durante la adolescencia, el cerebro y la personalidad viven un terremoto interno. Los amigos se convierten en un nuevo “hogar emocional”. Según un estudio del 2020, realizado con más de 1.000 adolescentes, los jóvenes comparten más información personal con sus amigos que con sus padres.

La razón principal es que los iguales ofrecen tres cosas esenciales:

  • Identificación: “Ellos me entienden porque viven lo mismo.”
  • Igualdad: No hay jerarquía, ni miedo a la reprimenda.
  • Validación social: El grupo actúa como espejo y refugio.

Otro estudio del 2024 halló que cuando los adolescentes perciben apertura emocional por parte de sus amigos, aumentan su propia capacidad de contarse cosas mutuamente. Es decir, el grupo no solo escucha: también enseña a comunicarse emocionalmente.

Un ejemplo: tu hijo vuelve de una excursión y, en lugar de contarte lo que pasó, corre a escribir a su grupo de WhatsApp. No es rechazo, simplemente siente que allí lo entienden sin filtros.

Lo que ocurre en su cerebro adolescente

La neurociencia ha demostrado que los adolescentes no solo quieren estar con sus amigos: su cerebro necesita hacerlo. La presencia de compañeros activa las áreas de recompensa más que cualquier otra interacción. Es decir, hablar con ellos produce una sensación placentera, similar a una pequeña “descarga” de dopamina.

Mientras tanto, el córtex prefrontal —la zona del cerebro que regula impulsos y reflexiona antes de hablar— aún está madurando. Esa asimetría hace que las emociones ganen peso sobre la razón: buscan conexión inmediata y validación instantánea.

La adolescencia también marca la etapa de individuación: necesitan separarse simbólicamente de los padres para construir su identidad. Contarle todo a los amigos es una forma inconsciente de decir: “Estoy creciendo. Déjame probar a hacerlo a mi manera”.

La adolescencia marca la etapa de individuación: necesitan separarse simbólicamente de los padres para construir su identidad.

No es que no confíe en ti, es que necesita otro espacio

A menudo, los padres interpretan el silencio como distancia, pero muchas veces es lo contrario: una forma de proteger el vínculo. Temen decepcionarte, preocuparte o provocar una reacción que los haga sentirse pequeños.

Hay también un componente de lenguaje emocional: tú preguntas “¿cómo te ha ido?”, pero su cabeza traduce “¿me vas a juzgar?” (aunque no lo hagas o nunca lo hayas hecho). En cambio, el amigo responde “yo también”, y eso basta para sentirse comprendido.

Un estudio con chicas adolescentes halló que compartir temas íntimos tanto con la madre como con el mejor amigo se asociaba a bienestar, pero ellas preferían hacerlo con los amigos porque la conversación resultaba más horizontal. Así que no es una falta de confianza (o al menos, no siempre), sino una redistribución natural de las intimidades.

Qué puedes hacer como padre o madre de un hijo adolescente

Olvida los clásicos “habla más con tu hijo” o “pasa tiempo con él” (que ojo, ¡también ayudan!). Pero es importante cómo te posicionas. Algunas ideas:

  • Valida su mundo. “Me gusta ver lo unidos que estáis, se nota que os hacéis bien.” Eso abre más puertas que un “¿por qué no me lo cuentas a mí?”
  • Ofrece, no exijas. “Si algún día prefieres hablar conmigo, sabes que aquí estoy.” Así mantienes el canal abierto sin invadir.
  • Sé humano. Compartir una pequeña vulnerabilidad tuya (“yo también necesitaba contárselo a mis amigas”) os acerca.
  • Pregunta con permiso. En lugar de “¿qué te pasa?”, prueba con “¿te apetece que hablemos de eso o prefieres contárselo a tus amigos?”. Darle poder sobre la conversación reduce su resistencia.

Con pequeños gestos y poco a poco, puedes transformar la distancia en confianza.

Detrás del silencio, una oportunidad

Si tu hijo prefiere contárselo todo a sus amigos, no significa que te haya perdido el cariño ni que estés haciendo algo mal. Es simplemente que su cerebro, su identidad y su vida emocional están aprendiendo a mirar más allá del hogar.

De hecho, que tenga a quién contárselo es un signo de salud emocional. El reto está en no competir con sus amigos, sino en ofrecer algo que ellos no pueden darle: una mirada adulta, tranquila y segura, sin juicios.

Y cuando un día —quizá en medio de una cena o una noche cualquiera— se siente a tu lado y te diga: “Hoy quiero contártelo a ti”, sabrás que no fue por insistencia, sino por confianza. Y eso, en la adolescencia, vale oro.

Foto | Portada (Freepik)

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