El mito de las vacaciones perfectas en familia: cómo sobrevivir a las expectativas (y a la suegra en la casa del pueblo)

Las vacaciones en familia pueden ser magníficas o complicarse un poco: así puedes ajustar tus expectativas

Laura Ruiz Mitjana

Hay un mito que todos compramos en algún momento: las vacaciones en familia son un remanso de paz, risas y fotos dignas de Instagram. La realidad es que, muchas veces, acaban siendo una mezcla entre sitcom y programa de supervivencia.

Porque sí, hay helados y paseos, y las vacaciones pueden ser increíbles, pero también pueden haber discusiones por dónde aparcar, niños aburridos a los 15 minutos de llegar… y la suegra opinando sobre cómo pelas el melón.

Expectativas vs. realidad: por qué nos frustramos tanto

La frustración no viene de lo que pasa, sino de lo que esperábamos que pasara (es decir, con las expectativas). Si imaginabas tardes de lectura bajo el sol y lo que tienes es una lista de excursiones improvisadas para mantener ocupados a tres primos hiperactivos, tu cerebro se siente estafado.

Psicológicamente, esto se llama disonancia entre expectativas y realidad. Y en vacaciones, esta brecha se amplifica: estás en un entorno nuevo, con más convivencia y menos rutina. Si además compartes espacio con familiares con los que no vives habitualmente (hola, casa del pueblo), cualquier comentario o manía se intensifica.

Por ejemplo: planeabas un desayuno tranquilo en la terraza, pero la suegra se ha levantado antes, ha puesto la radio a todo volumen y te ha dicho que “así no se hace el café”.

  • Un tip: Antes de viajar, ajusta tus expectativas como si fueran el volumen de la tele cuando se va a dormir un bebé: bajitas. Aceptar que algo saldrá mal te da margen para que, si sale bien, lo disfrutes mucho más.

Estrategias de supervivencia para vacaciones con la familia política (o la propia)

Las vacaciones no tienen que convertirse en un campo de batalla pasivo-agresivo, ni siquiera cuando las hacemos con la familia política. Aquí van algunas estrategias que funcionan (y que no implican huir por la ventana del baño):

  1. Acuerdos previos: Habla con tu pareja antes del viaje. Pactad señales para cuando uno necesite rescatar al otro de una conversación interminable sobre la humedad de las paredes.
  2. Tiempo propio: No todo tiene que ser un plan familiar. Programar un rato al día para leer, dar un paseo o tomar un café a solas no es egoísmo: es salud mental.
  3. Delegar en los niños (si los hay): A veces, que los peques sirvan de cortafuegos social funciona. “Vamos a llevar al niño al parque” puede ser la excusa perfecta para salir a respirar.
  4. Agradecer, pero no tragar con todo: Si tu suegra cocina tres platos para la comida, dale las gracias sinceras, pero no tienes que fingir que te parece normal comer a las 12:30 “porque aquí siempre se ha hecho así”.
  5. El arte de decir que no: No es falta de respeto decir: “Hoy preferimos descansar” o “Nos apetece hacer algo por nuestra cuenta”. La clave está en el tono: amable, firme y sin entrar en debate.

El valor de redefinir “vacaciones perfectas”

La perfección no está en que todo salga según el plan, sino en encontrar momentos agradables incluso en el caos. Tal vez tu hijo no se acuerde de la playa sin viento, pero sí de cuando hicisteis una guerra de globos de agua en el patio de la casa del pueblo.

Si quitamos el filtro idealizado, descubrimos que las vacaciones en familia —suegra incluida— pueden ser divertidas, entrañables y hasta un poco surrealistas. Y ahí está parte de su encanto: en los imprevistos que, con el tiempo, se convierten en las anécdotas más recordadas.

En definitiva, la clave no es sobrevivir a las vacaciones, sino redefinir lo que significa “disfrutarlas”. Menos guion de película y más capacidad de improvisar, reírse y, cuando haga falta, cerrar la puerta para estar un rato en paz.

Foto | Portada (Freepik)

Ver todos los comentarios en https://www.bebesymas.com

VER 0 Comentario