Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: "Si haces esto les enseñas modales a tus hijos, pero no educación"

Álvaro Bilbao recuerda que los modales se enseñan con normas, pero la verdadera educación nace del respeto y la empatía

Laura Ruiz Mitjana

En una época en la que la imagen y las apariencias parecen tener más peso que nunca, muchos padres se esfuerzan en que sus hijos sean “niños educados”: que den las gracias, que se sienten correctamente o que saluden al entrar en un lugar. 

Y está genial, pero, como recuerda el neuropsicólogo Álvaro Bilbao en su cuenta de Instagram, hay una diferencia esencial entre enseñar modales y educar de verdad.

Enseñar modales y educación a los niños: así opina Álvaro Bilbao

“Si a tus hijos les enseñas a ir bien aseados a la escuela, a comer con los codos fuera de la mesa, sentados y con la boca cerrada, pero no les enseñas cada día a tratar bien a los demás, les estás enseñando modales, pero no educación. 

Los modales son distintos en cada cultura, pero en todas las culturas la educación es la misma, porque la verdadera educación es tratar a los demás como desearías que te trataran a ti”, explica Bilbao.

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Su reflexión pone el foco en algo que muchas veces se pasa por alto: los modales se aprenden con normas externas, pero la educación nace de valores internos. Enseñar modales implica corregir gestos, formas y palabras. Enseñar educación, en cambio, implica acompañar al niño a desarrollar empatía, respeto, responsabilidad y sensibilidad hacia los demás.

Mientras los modales se entrenan con repeticiones —decir “por favor”, “gracias” o “buenos días”— y el ejemplo, la educación se construye sobre todo con el ejemplo diario. Un niño que ve a sus padres disculparse cuando se equivocan, ayudar a un vecino o hablar con respeto al camarero del bar, interioriza mucho más que con una lista de “cosas que debe hacer para parecer educado”.

Modales: la forma externa

Los modales son, en cierto modo, un lenguaje social. Nos ayudan a convivir, a transmitir cortesía y a adaptarnos a las normas de una comunidad. Pero cambian con el tiempo y el lugar: lo que se considera respetuoso en España puede parecer frío en Japón o excesivo en Estados Unidos.

Por eso, insistir únicamente en los modales puede llevarnos a criar niños que saben “cómo comportarse”, pero no entienden por qué hacerlo.

Educación: el valor interno

La educación auténtica es mucho más profunda. No depende de la cultura ni de la etiqueta, sino de los valores universales del respeto, la empatía y la bondad. Educar no es imponer un comportamiento, sino cultivar una mirada hacia los demás. 

Un niño verdaderamente educado no solo sabe saludar, sino que se interesa por cómo está el otro; no solo pide perdón, sino que se esfuerza por no herir; no solo comparte su juguete porque se lo mandan, sino porque entiende que el otro también quiere disfrutar.

Cómo inculcar educación (más allá de los modales)

La educación emocional y la ética se transmiten con coherencia. No sirve de nada exigir respeto si en casa los adultos gritan; ni pedir empatía si nunca se escucha al niño. Para educar de verdad:

  • Sé su ejemplo: los niños aprenden observando más que escuchando.
  • Fomenta la empatía: pregúntale cómo cree que se siente el otro.
  • Valida sus emociones: enseñar a gestionar la rabia o la frustración también es educación.
  • Habla de valores, no solo de normas: explica el sentido de cada acto.

En definitiva, los modales se aprenden con práctica; la educación, con presencia. Los primeros enseñan cómo comportarse, la segunda enseña cómo ser. Y como recuerda Álvaro Bilbao, “la verdadera educación es tratar a los demás como desearías que te trataran a ti”.

Foto | Portada (Álvaro Bilbao + Freepik)

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