Uno de los mejores regalos que me ha dado el ser madre es una fortaleza que no conocía

Ser madre te ofrece algo que no puede lograr ninguna otra experiencia de vida: sentir algo con muchísima intensidad, y lo opuesto un milisegundo después. No hay viaje, trabajo, regalo o relación que te brinde esas sensaciones de forma tan visceral, y eso incluye también la percepción que tienes de ti misma.

Por ejemplo, siempre creí que yo era bastante fuerte; sin embargo he sentido lo que significa la verdadera fortaleza al tenerlas a ellas: no hay nada que me pare, si en medio están mis hijas.

Los hijos: el motor y el reto que mueve nuestras vidas

Los padres sentimos (y nos referimos) a nuestros hijos como el motor que mueve nuestra vida. Sin embargo creo que si lo analizamos con atención,  también son un reto que hacen que necesitemos sacar todo nuestro ímpetu para sacar adelante esta empresa tan demandante llamada maternidad.

Nunca en mi vida imaginé, por ejemplo, sentir un cansancio tan absoluto como el que he tenido cuando mi hija batía su marca personal en despertares nocturnos, y menos imaginé que aún así, sería capaz de continuar con mi trabajo y proyectos personales a la vez de la forma en la que lo he hecho. No presumo de nada, porque esto es lo que hacen la gran mayoría de madres que tienen que hacer encaje de bolillos para llegar a todo. Solo que esa fuerza interior es una faceta de mí que desconocía, y que llegó a la vez que mis bebés.

La forma en la que encaraba las cosas antes de ser madre, no tiene nada que ver con cómo lo hago ahora.

Esa amiga que estaba dormida me ha ayudado a soportar miles de consejos no pedidos, profundas diferencias de opiniones sobre la crianza con familiares muy cercanos, alguna de crisis de pareja y hasta problemas que no tienen que ver con la maternidad. La forma en la que encaraba las cosas antes de ser madre, no tiene nada que ver con cómo lo hago ahora.

Esa fortaleza también se ve reflejada en muchos aspectos del día: te conviertes, sin darte cuenta, en alguien que puede hacer varias cosas a la vez y también en una persona más resistente frente a todo (yo solo necesito mirar la pantalla de mi móvil en donde tengo su foto cuando tengo un problema para recargarme y poder enfrentar lo que sea).

Ese es uno de los mayores regalos que me ha dado la maternidad: sentir que no hay obstáculo que me frene si se trata de sacarlas adelante o hacerlas felices, y está claro que es el efecto secundario que produce el amor más incondicional del mundo: el de una madre hacia sus hijos.

Imagen | prostooleh

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