Las 13 cosas que dije que no haría como padre, y ahora mírame

En el momento en el que supe que iba a ser padre, mi corazón se llenó de buenas intenciones: iba a ser el mejor padre del mundo. Jugaría a todas horas con mi bebé, le daría largos baños y masajes, le acunaría en mis brazos, le contaría cuentos y le cantaría canciones...

Durante la larga espera que es el embarazo, también pensé en todas las cosas que, visto desde la barrera, querría evitar. Una lista de cosas que no haría como padre que, repasándola ahora, más de un año después del nacimiento de mi hija, resulta casi una quimera.

Nunca le daré potitos

Porque para mi bebé todo tiene que ser natural y hecho con amor. Y si salimos de casa o nos vamos de viaje, se le hacen tuppers. Si total, es solo organizarse, cocinar mucho y congelar. Y lo mismo con los potitos de fruta, no cuesta nada coger un par de piezas y triturarlas para hacerle la merienda.

La realidad: A veces se te pegan las sabanas, tienes que salir corriendo de casa por una urgencia... o simplemente no tienes fuerzas, así que uno o dos de emergencia siempre tenemos guardados.

No hablaré siempre de mi bebé

Especialmente a mis amigos que no son padres. Porque a (casi) nadie le interesa que mi bebé haya dicho gugu-tata o haya sonreído por primera vez. Si acaso, muy esporádicamente, alguna anécdota graciosa de lo duro que es ser padre, como aquella vez que se despertó a media noche y quiso jugar de madrugada, para que se reconforten pensando en lo bien que se vive sin hijos.

La realidad: Si mi vida gira en torno a una pequeñaja que no me deja ver ni medio capítulo de una serie, ¿cómo voy a tener otro tema de conservación?

No me enfadaré

Aunque le acabe de bañar y cambiar de ropa, pero ella decida que esta vez el yogur de después de cenar lo prefiere usar como mascarilla para el pelo. Son niños y están explorando un mundo fascinante. Hay que educarles con cariño e indicarles con amor una actividad igual de divertida pero que no implique volver a pasar por la bañera.

La realidad: Enfadarme, no, porque es imposible enfadarse con una criatura que te mira así, pero tener que ponerme serio y decirle que eso no se hace, sí.

No le compraré demasiada ropa...

Porque un bebé no necesita tanta ropa. Si al final siempre le pones la misma, la que es más cómoda. Pero ¡ay! Es que esa rebeca es tan bonita y está de rebajas. ¿Y si luego vuelve el frío? ¿Y si crece de golpe?

La realidad: Tú no te has comprado nada en meses, pero el bebé tiene como para montar un desfile.

... Ni demasiados juguetes

Porque los bebés se divierten con cualquier cosa. ¿No ves que juega más con la caja que con el juguete? Aunque claro, ¿has visto este libro? Mira qué ilustraciones... Y con lo que le gusta a la pegue "leer". ¿Y este peluche? ¿Cuántos peluches son muchos peluches?

La realidad: Entre regalos y "ay es que esto le hace falta", en mi casa se podría rodar Toy Story.

No dejaré que duerma en nuestra cama

Porque luego no hay quien los saque de ahí ¿no? Claro que estamos los tres tan a gusto juntos en la cama, que se duerme solita cuando se despierta a media noche, y por la mañana se levanta abrazándonos, riéndose y pidiendo el desayuno.

La realidad: Se duerme en su cuna, pero se despierta en nuestra cama. Y las veces que duerme toda la noche del tirón, me despierto echándola de menos.

No le pondré dibujos en la tele o en el móvil

Hay un mundo entero que explorar en casa y en la calle. Y aunque esté muy cansado y necesite que se quede un poco embobada viendo la tele o que esté un poco tranquila en la trona, haré el esfuerzo y ¡resistiré!

La realidad: La niña llama "papá" al móvil y al mando de la tele, para que le pongamos "Jhonny, Jhonny, yes papa"

No viviré eternamente preocupado

Ni de que se caiga, ni de que se atragante cada vez que tosa, ni de que se pille los dedos, ni de si respira mientras duerme... Porque preocuparse no sirve de nada y es un sufrimiento innecesario.

La realidad: Confieso que no me asusto mucho cuando se cae o se da un pequeño golpe, porque ayuda a que no se asuste ella, pero me es casi imposible irme a dormir sin revisar que respira y duerme felizmente en su cunita.

No dejaré que consiga todo lo que quiere con sus rabietas

Aunque se enrabiete porque quiere bajarse de la trona o del carro, porque no le dejemos abrir los cajones o porque quiera gatear en medio de la calle o quitarse el abrigo cuando hace 5ºC. Es importante que aprenda a saber que no es no, y no ceder siempre, aunque a veces te ganen a tercos.

No abusaré de los abuelos ni la llevaré muy pequeña a la guardería

Porque he tenido una hija para criarla yo, aunque conciliar la vida laboral y la familiar sea como un puzzle de mil piezas de un oso polar revolcándose en la nieve. Y los abuelos la quieren mucho, pero también tendrán que disfrutar de su jubilación.

La realidad: Nos hemos ido a vivir al barrio de mi suegra y mi padre se ha comprado un piso en el portal de al lado del mío.

No le daré a probar nada con azúcar hasta muy mayor

No se trata de no darle, sino de dejar de comer cosas apetecibles con mucho azúcar delante de ella. Hay que aprovechar y llevar una vida saludable los tres, que ya toca, por mucho que sea tu momento de felicidad después de un largo día.

La realidad: No puedo resistirme a un antojo dulce, ni tampoco a darle una cucharada cuando me mira sonriente y abre la boca de par en par mientras avanza hacia mí.

No le compraré lo mejor de todo, que total se usa muy poco

Ni el mejor carro, ni la mejor cuna, ni la mejor trona... ¡Si tenemos cosas heredadas como nuevas! Bueno va, al menos podremos utilizar todo para el segundo ¿no?

La realidad: No me atrevo a hacer las cuentas de todo lo que me he gastado, pero por lo menos todo sigue como nuevo y mi sobrino lo está usando.

No me cansaré nunca de jugar con ella

Aunque sean las 10 de la noche y no se quiera ir a la cama, se haya saltado la siesta y lleve corriendo por la casa toda la tarde, sacando los juguetes de su caja una y otra vez, pidiendo que le lea el mismo cuento un millón de veces... Siempre habrá fuerzas en mí para jugar con mi hija.

La realidad: Al final la llevas a dormir, pero después de mucho jugar, porque el poder de un niño pidiéndote que le leas un cuento o juegues con él es casi infinito.

Ser padre es precioso, un regalo, pero también puede ser una pesadilla si nos obsesionamos con ser la perfección que a veces retratan las redes sociales. Para mí, ser el padre perfecto no es cumplir a rajatabla estos 13 mandamientos de las cosas que dije que no haría, sino quererle desde lo más profundo de mi ser y hacérselo sentir de todas las maneras que pueda.

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