El fin del verano

Poco a poco el pueblo donde hemos pasado el verano se va vaciando. Ya no quedan apenas veraneantes. La playa, incluso en la zona más concurrida, está sin gente. Los chiringuitos cierran. Los amigos van haciendo las maletas, parten en sus coches por la carretera. Vamos a hablar, dentro de nuestro Especial Verano con niños en Bebés y más, de este momento tan especial: el fin del verano, de lo que significa, de lo que nos hace sentir y os vamos a dar algunas ideas para celebrarlo.

Los niños se van, sus padres trabajan ya o tienen que preparar los libros o los uniformes para el colegio. Algunos empezaron ya las clases esta semana y otros lo harán el lunes. Los que tenían un apartamento alquilado se marcharon a fin de més, y los pocos que quedan, parece que están a punto de marcharse también.

Es momento de paseos por la playa. De aprovechar para tomar el sol sin bañador aunque no estés en una playa nudista. De construir chozas con las ramas que trae el mar. De recoger conchas y piedrecitas y guardarlas en un tarro para regalárselas al llegar a casa a alguna amiga a la que no has olvidado estos meses. De hacer fotos a las puestas de sol doradas y rosas, a los flamencos mayestáticos que vuelan sobre nosotros al atardecer, de recorrer los caminos despidiéndonos de los paisajes y los olores del campo, las salinas y el mar. Es el fin del verano

Los niños tienen la piel dorada, las mejillas sonrosadas, el pelo revuelto. Están guapos, sanos, fuertes, de tanto correr al aire libre y de tanto jugar. Sus miradas derraman vida y una cierta melancolía por la cercana despedida del verano.

Para los padres queda la preocupación por la vuelta a la rutina, al trabajo, a, quizá, problemas que habían dejado medio olvidados en el verano. No pasarán ya tanto tiempo con sus hijos y, aunque algunos sientan cierto alivio, todos saben que van a echar de menos esas mañanas de playa, las tardes de siesta, las noches paseando y durmiéndose tarde: el ver a los niños disfrutar de la vida llena nuestra propia vda de sentido.

El significado del verano

Los veranos tienen un sabor de libertad en mi recuerdo infantil, una temporada en la que el tiempo pasaba de forma distinta, donde crecíamos mucho en el aspecto humano y aprendíamos mucho de la Naturaleza y las personas. Ahora los tiempos han cambiado y no todos los niños pueden pasarse tres meses en la playa o en el campo.

Supongo que, como todo, tendrá sus cosas positivas, o, simplemente, que ante la necesidad hay que buscar el lado bueno. Pero yo no cambiaría aquellos veranos eternos por nada y procuro proporcionarle a mi hijo esas vivencias. El verano significaba libertad, autoconocimiento y descubrimientos sin fin.

Durante el curso hay poco tiempo. Los niños, tras el colegio, tienen extraescolares y algunos, incluso en infantil, tareas sencillas. Hace frío, y ya no se sale a la calle tanto. Vayan o no los niños al cole, pocos tendrán 10 horas libres para jugar, explorar, discutir y soñar juntos.

Todo esto significa el verano: una época y una forma de vivir que creo que es indispensble para construir nuestras personalidades y para que nuestros hijos construyan las suyas, con su familia y con sus amiguitos. ¿Se nota que me gusta mucho el verano?

Y ahora empieza un nuevo curso escolar. Aunque para nosotros los cambios son menores, tambien los notamos. Echamos de menos el buen tiempo, los niños tienen muchas obligaciones, demasiadas quizá. Pero todavía deberíamos encontrar tiempo para mantener lo mejor del verano: el poder pasar mucho más tiempo juntos, acompañando a nuestros hijos en su crecimiento, educándolos a la vez que ellos nos educan a nosotros, y sobre todo, amándolos a diario y compartiendo momentos.

Ideas para el fin del verano

Todas las cosas hermosas de la vida, incluso cuando es para despedirnos de ellas, merecen una celebración. El fin del verano, también. Una fiesta de fin del verano.

Os propongo hacerlo, en casa o con amigos, cada uno a vuestra manera, pero no dejando pasar este momento para dar gracias a la vida por estos meses de luz, calor y vida desbordante, por la risa de los niños y las tardes de juego eterno. ¿Acaso no son cosas por las que sentirnos felices?

Y cuando celebramos algo, aunque la mayor fiesta sea en nuestro corazón, también es bueno exteriorizarlo y compartirlo, haciendo partícipes a los que amamos de nuestros sentimientos. Nosotros hacemos una fiesta cada año al final del verano. Los niños juegan en la calle y sacamos las mangueras para mojarnos. Hacemos una batalla de cubos de agua. Comemos helado hasta reventar. Y luego, al caer la noche, nos bañamos en el mar riendo tristes y alegres a la vez.

Otra cosa muy bella con la que despedir el verano es recopilar, en un álbum que podemos construir nosotros mismos con cartulinas perforadas y unidas con lazos, los mejores recuerdos: fotos, dibujos, la letra de una canción, un programa de fiestas, plantas e incluso, arena pegada. Cada recuerdo iría acompañado de una pequeña leyenda que explicara de lo que se trata y luego, a lo largo del año o en el futuro, podremos volver atrás y recuperar todas esas sensaciones y emociones.

Espero que mis reflexiones y propuestas sobre el fin del verano os lo hagan más llevadero. A mi, la verdad, me va a costar.

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