Esto es lo que sienten los niños que son criados por padres que casi nunca están disponibles

Ser criados por padres no disponibles puede dejar huella, y genera sentimientos en los niños como los que te contamos aquí

Laura Ruiz Mitjana

Son las ocho de la tarde, la casa huele a cena recién hecha. Marcos, de siete años, coloca con cuidado dos platos sobre la mesa, aunque sabe que uno quedará vacío. Su madre avisó por mensaje que hoy también se retrasará en el trabajo. Marcos ya no pregunta a qué hora volverá; ha aprendido que la respuesta siempre es incierta.

Ese nudo en el estómago, mitad resignación y mitad deseo, es una fotografía íntima de lo que sienten muchos niños cuando sus padres casi nunca están disponibles. No hablamos solo de ausencias físicas —aunque las largas jornadas laborales, los viajes o la atención constante al móvil cuentan—, sino de una ausencia emocional que deja huella.

Efectos emocionales de la ausencia de los padres

Los niños que crecen con padres emocionalmente ausentes desarrollan una especie de radar. Perciben las agendas apretadas, el tono de voz con prisa, las miradas que se escapan hacia la pantalla. Aprenden a no molestar, a resolver solos sus dudas, a silenciar preguntas para no “dar trabajo”. Paradójicamente, pueden estar rodeados de gente —cuidadores, abuelos, actividades— y aun así sentirse profundamente solos.

Pero también afecta a la autoestima. Cuando la figura de referencia está ausente la mayor parte del tiempo, la mente infantil, que busca explicaciones, puede traducir esa falta en un mensaje peligroso: “Quizá no valgo lo suficiente para que se queden conmigo”. 

No es una conclusión consciente, es una sensación. Esa semilla de inseguridad puede transformarse en dos caminos opuestos: niños que se vuelven hiperindependientes antes de tiempo o, al contrario, niños que buscan de forma intensa la aprobación ajena.

Señales cotidianas de padres emocionalmente ausentes

No se trata solo de grandes ausencias, sino de los pequeños momentos que se escapan: la llamada que se atiende en medio de un cuento, la respuesta automática de “un minuto” que nunca llega, la promesa de ir al partido que se cancela en el último momento. 

Cada microgesto suma un ladrillo en el muro de distancia. Los niños no llevan la cuenta de las horas, pero sí de las miradas que faltan.

Niños que aparentan fortaleza pero esconden soledad

Muchos de estos niños se vuelven aparentemente fuertes. Saben preparar su merienda, calmarse solos, entretenerse... Desde fuera pueden parecer ejemplares, pero esa autosuficiencia temprana no siempre es sinónimo de bienestar. Es, a menudo, una armadura que han tenido que forjar para protegerse de la decepción repetida.

Aun así, la necesidad de vínculo no desaparece. Incluso en la adolescencia —cuando parece que ya no quieren a nadie cerca— hay un deseo profundo de ser vistos. No de recibir regalos ni grandes sorpresas, sino de sentir que alguien los mira de verdad, que sus emociones importan.

Muchos de estos niños desarrollan una autosuficiencia temprana, como una armadura que han tenido que forjar para protegerse de la decepción repetida.

Cómo estar presentes aunque el tiempo sea limitado

Este artículo no busca culpabilizar. Ser padre o madre hoy implica equilibrar trabajos exigentes, horarios imposibles y, a menudo, la presión de “estar en todo”. Pero es importante recordar que la disponibilidad emocional no se mide solo en horas, sino en presencia real: esa capacidad de mirar a los ojos y transmitir “estoy aquí contigo”, aunque sean diez minutos.

Un abrazo de cinco segundos, una conversación breve sin interrupciones, un interés genuino por lo que ocurrió en el recreo, valen más que una tarde entera con el pensamiento en otro lugar.

Los niños como Marcos no necesitan padres perfectos ni agendas vacías. Necesitan padres que, cuando están, estén de verdad. Porque la huella que deja la presencia —aunque breve— es infinitamente más poderosa que la que deja la ausencia prolongada. Recordarlo no es un lujo; es un acto de amor que construye la base emocional sobre la que ellos, un día, también aprenderán a estar disponibles para los demás.

Foto | Portada (Freepik)

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