Padres que desearían que no hubiera periodo de adaptación a la escuela‏

Ya ha pasado. Uno de los periodos más críticos de la escuela, el periodo de adaptación, ya ha finalizado en la mayoría de escuelas, dejando mejor o peor sabor de boca a niños y mayores. Ahora, a la hora de evaluar el éxito o fracaso de dicho periodo, algunos niños demuestran a diario que el periodo ha sido insuficiente para ellos, mientras otros han entrado bien a los pocos días.

Lo lógico sería que, viendo que muchos niños necesitan más días, el año que viene el periodo de adaptación fuera más largo de media y atendiera más a las necesidades de los niños. Sin embargo, dudo que se cambie mucho porque al final tampoco es que en los colegios “escuchen” tanto a los niños.

Y si encima muchos de los que tendrían que luchar por el cambio, los padres, en vez de quejarse porque el periodo de adaptación es corto se quejan por el mero hecho de hacerlo, ya ni te cuento. Hoy vamos a hablar un poco de ellos, de los padres que desearían que no hubiera periodo de adaptación a la escuela.

Antes entrábamos todos a saco y no pasaba nada

Llevaba yo un tiempo bastante tranquilo y contento con el clima general en las relaciones entre padres e hijos, supongo que porque he coincidido con gente que ve la vida un poco como yo, siendo más bien optimista con el futuro de nuestra sociedad, cuando al empezar el periodo de adaptación con mi hijo me di cuenta de que las cosas no han cambiado tanto.

Durante los días de adaptación escuché varias frases de los padres en referencia a la entrada de los niños y me quedé con una relacionada con el periodo de adaptación: “No sé para qué hacen esto, si antes entrábamos todos a saco y no pasaba nada“.

Entonces eché atrás mi memoria hasta el día en que yo entré al colegio y recordé que tenía 4 años y medio. Con esa edad la mayoría de niños no llorábamos, aunque sí hubo uno que entró como si lo estuvieran matando, asustando a todos los presentes en la clase. A esa edad el periodo de adaptación habría sido beneficioso, aunque sin él muchos entrábamos bien. Ahora los niños empiezan con 3 años y algunos con todavía dos. Es lógico que muchos niños lloren.

Luego pensé en el “no pasaba nada” y me pregunté “¿A qué se referirá?”. ¿No pasa nada es que llorábamos y ya te calmarás? ¿Es que nadie lloraba, algo que es falso? ¿Es que ningún niño se quedaba traumatizado? ¿Cómo lo sabe, conoce a todos los niños de antaño?

Pues la verdad es que no sé a qué se refería, pero teniendo en cuenta que éramos más mayores al entrar al colegio y que el estilo educativo imperante del “antes” era el autoritario, estando ya muchos niños enseñados a callar y a ser sumisos, bien pudiera ser que la procesión fuera por dentro y que decidiéramos no mostrar nuestro auténtico sentir por temor a represalias (mejor no gritar, mejor no llorar, no sea que me castiguen o me peguen).

Como ahora a los niños se les permite mostrar su disconformidad y sus emociones más que antes, los niños de ahora son más espontáneos y tienen menos problemas en llorar y llorar, porque ahora pocos padres limitan la expresión de los sentimientos del mismo modo que se hacía en nuestra infancia.

“Le he dicho a la directora que este periodo de adaptación no me gusta nada”

El tercer día de la adaptación nos encontramos con una madre que el día anterior, viendo que su hijo iba una hora y media para pasársela llorando, fue a quejarse a la directora de la escuela en referencia al periodo de adaptación.

“Lógico”, pensamos, es un periodo muy corto en el que dejamos al niño solo, sin estar apenas con él los primeros días compartiendo espacio. Entonces, cuando creíamos que iba a explicarnos que le había dicho a la directora que el periodo de adaptación debería ser más extenso en el tiempo y más flexible nos dijo que una hora y media era muy poco tiempo y que, seguramente, después de ese rato su hijo dejaría de llorar y estaría tranquilo. Vamos, que según ella se lo llevaba siempre llorando a casa porque no había tenido tiempo suficiente para calmarse.

Pues bien, con este argumento fue a hablar con la directora, expresando su queja y deseando que llegara el lunes, día en que su pequeño niño lagrimoso iba a entrar a las nueve de la mañana para salir a las cinco de la tarde. Según ella ese día sería beneficioso para su hijo porque así tendría tiempo de calmarse y de disfrutar del colegio.

No digo yo que no, que tiempo para calmarse, en ocho horas, seguro que un niño tiene, pero de ahí a decir que eso es lo ideal, desde el principio, para un niño de 2-3 años, pues va un trecho. Si en una hora y media muchos salieron preguntando “dónde habéis estado” a sus padres, no quiero imaginar qué habrían preguntado después de ocho horas.

Unos días después, aprovechando que veíamos a la directora para otro tema (que ya os contaré), le dejamos caer que el periodo de adaptación de 3 días nos parecía corto y que hubiéramos preferido algo más extenso, más adaptable a cada niño y con la posibilidad de estar presentes con él. Al menos con nuestras palabras pudo compensarse un poco la balanza después de que una madre, o quizás más de una, le dijeran que “antes estas tonterías no se hacían y no nos pasó nada”.

Foto | footloosiety, Ellyn en Flickr
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