Dos únicos modos de crianza: con dinero y sin dinero

¿Pensáis que el modo de criar a vuestros hijos era especial? ¿Sentís que lo hacéis de un modo diferente al resto? ¿Cuántas crianzas distintas existen? ¿Se reduce todo a Estivill-Rosa Jové? ¿Crianza natural-"artificial"? ¿Y qué pasa con los ricos y los pobres?

Parece que ellos también tienen algo que ver en la manera de criar a los hijos. Según un estudio, sólo hay dos modos de criar a un hijo: con dinero o sin dinero. La filosofía educativa empleada por los padres respecto a sus hijos sólo dependería de su clase social, de si son de clase media o clase baja.

A esta conclusión llegó la socióloga Annette Lareau, de la Universidad de Maryland: los padres ricos criaban a sus hijos de una manera, y los pobres de otra. Y que ningún otro rasgo de las familias era importante a la hora de determinar el tipo de crianza de los hijos.

Lareau se integró en el seno de diversas familias muy diferenciadas entre sí, intentando que las familias actuaran con normalidad, como si ella no estuviera, y luego las acompañaba a todos sitios: a la iglesia, a los partidos de fútbol, a la consulta del médico… siempre con una grabadora en mano y un bloc de notas.

Padres ricos, padres pobres

Las dos filosofías de educación que descubrió, perfectamente delimitadas por la clase social y no por ningún otro factor, fueron:

  • Padres ricos o de clase media: dedican más tiempo al ocio de sus hijos, apuntándoles a numerosas actividades extraescolares, como natación, música, etc. Además, estos padres se involucran con los profesores, los entrenadores o los compañeros de equipo, y trasladan a los hijos de una actividad a otra personalmente. Los padres escuchan más a sus hijos, y éstos intervienen en las decisiones de la familia.

A este estilo de educación de la clase media Lareau lo llama “cultivo concertado". Es un intento activo de “fomentar y evaluar los talentos de un niño, sus opiniones y capacidades", algo que me parece esencial en el trato con nuestros hijos (no tanto “evaluar“como potenciar).

Sin embargo yo sé de padres de clase media y acomodada que no responden a estos parámetros, que no se preocupan del tiempo libre de sus hijos, que los dejan solos en casa o que los “empaquetan” a actividades que los niños detestan, que no se preocupan de su educación, tampoco la escolar, ni mantienen relaciones con el cetro educativo. Conozco padres estrictos, padres permisivos y padres pasivos o “inexistentes”.

  • Padres pobres o de clase baja o media-baja: no hay planificación tan intensiva. Los niños se entretienen jugando con sus hermanos u otros niños del vecindario. Viven más separados del mundo adulto. Escogen actividades por propia iniciativa y se trasladan solos para acudir a ellas.

Los padres pobres tienden a seguir una estrategia para el logro de un “crecimiento natural". Consideran responsabilidad suya el preocuparse por sus hijos, pero tienden a dejarlos “cultivarse” y desarrollarse solos. De ahí la distinción entre “cultivo” para el estilo de los padres ricos y “crecimiento” para el estilo (¿o falta de estilo?) de los pobres.

Nótese el adjetivo “natural” que la autora otorga a esta modalidad, que no parece concordar, al menos no totalmente, con la conocida por nosotros como “crianza natural”.

Sin embargo yo sé se padres de clase baja que se preocupan por atender a los gustos de sus hijos, que hacen esfuerzos para que no estén solos y mantienen contacto con el centro educativo. No son la mayoría, pero tampoco son casos raros. Conozco padres estrictos, padres permisivos y padres pasivos o “inexistentes”.

¿Qué consecuencias tienen esos dos estilos en los hijos?

Los niños de familias pobres se quejan menos, son más dóciles, más creativos a la hora de aprovechar su tiempo.

Los niños pobres y de clase obrera se caracterizarán por “una sensación emergente de distancia, desconfianza y constreñimiento“. No saben cómo conseguir lo que quieren.

Pero en términos prácticos, el “cultivo concertado” presenta más ventajas. La otra filosofía de educación permite que el niño esté expuesto a más experiencias cambiantes y cultivadoras. Interioriza la idea de “tener derecho". Aprende a trabajar en equipo y a adaptarse a entornos muy estructurados.

En palabras de Lareau:

Estos chicos actúan como si tuvieran derecho a perseguir sus propias preferencias individuales y a relacionarse activamente en entornos institucionales. Se muestran cómodos en tales entornos; están abiertos a compartir la información y a reclamar atención. (…) Entre niños de clase media es práctica común cambiar las interacciones para satisfacer sus preferencias (sirviéndose de su conocimiento de las reglas). Ya desde cuarto curso, los niños de clase media demuestran autonomía para actuar en su propio favor y obtener ventajas. Así, hacen peticiones especiales a profesores y médicos para que ajusten los procedimientos al acomodo de sus deseos.

Mi experiencia con niños de clase media-alta y baja

Lo que sucede es que aquí se está dando por sentado que los entornos institucionales o “estructurados” son los más idóneos, cuando sabemos que no es así para muchos niños (provengan del estrato social que sea).

En fin, ésas son las conclusiones de esta señora, aunque yo no las comparto. No digo que ambos estilos determinen en mayor medida el que crezcan niños con las características indicadas, pero no creo que esos estilos estén directamente relacionados con el nivel económico de las familias.

Como profesora en distintos centros educativos he conocido a niños y niñas de muy distinta condición social, y entre los de clase media he visto de todo, y entre la clase baja he visto de todo.

No creo que esos niños hayan sido educados igual a pesar de pertenecer a clases sociales idénticas, aunque sí hay ciertas características que se repiten más frecuentemente (no siempre). Pero hay padres despreocupados entre los ricos y los pobres, con hijos descuidados. Y padres atentos también.

Conclusiones

Yo sí creo que hay muchas maneras de educar a un hijo, incluso entre los ricos y los pobres. Lo vemos en el blog cada día, con las opiniones de padres que probablemente se mueven en un espectro similar de clase media: existen muchos matices a la hora de afrontar el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos, la convivencia con ellos y con el entorno.

Como también creo que no hay determinismos absolutos, y que aunque nuestra condición social y nuestro modo particular de criar y educar a nuestros hijos evidentemente constituirán las bases del futuro adulto, su propia personalidad, su círculo de relaciones, el resto de la familia, el entorno… influirán en lo qué serán ese niño o esa niña de mayores.

De hecho, creo que el mayor problema de estudios como este es el querer separar radicalmente “estilos” diferentes, modos de crianza opuestos, y otorgarles validez absoluta, con uno en posesión del bien y la verdad y el otro en el camino equivocado y fatal.

Y una última objeción al estudio es que evidentemente está restringido a nuestro “primer mundo”, pero coincidiréis conmigo en que, de una u otra forma, los padres del tercer mundo también han de criar a sus hijos, como lo hacen en las tribus africanas o en ciertas comunidades indias, sin ningún modo de vida acomodado con el que comparar, sin escuela ni instituciones.

Y no me refiero sólo a las sociedades más desfavorecidas, sino también a aquellas que no ven la felicidad con nuestro mismo prisma, que necesitan muy poco para vivir y criar hijos felices. Otra cuestión es si nos cambiaríamos por ellos.

También dudo que la autora del estudio conviviera con familias realmente marginales y desestructuradas, en las que las situaciones de los niños poco tienen que ver con las descritas (ni escuelas, ni médicos, ni partidos de fútbol…).

No sé si pensaréis que la clase social asociada al dinero que se tiene es lo que determina nuestro modo de criar a los hijos, reduciendo los modos de crianza a dos: con dinero y sin dinero. Y, sobre todo ¿cuál sería mejor?

Vía | Genciencia
Fotos | cmpalmer y Albert Gonzalez Farran en Flickr
En Bebés y más | ¿Cuántos hijos tendríais si tuvierais más dinero?, Tipos de vínculo con nuestros hijos, Islandia, la buena vida y los niños felices

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