Día del Padre: Hay padres que son maravillosos‏

Faltan menos de dos semanas para que llegue el Día del Padre y me vais a perdonar los que sois padres (y eso que yo también lo soy), pero se trata de un día que aún dista mucho de tener la importancia que tiene el Día de la Madre.

Se dice habitualmente que “Madre no hay más que una”, porque el día que mamá está enferma, el día que no está en condiciones o, directamente, el día que no está, la casa parece venirse abajo y los hijos parecen necesitarla más que nunca.

Sin embargo, desde hace un tiempo, son más cada vez los padres que se implican en casa, que forman parte activa en el cuidado y en la educación de sus hijos y que logran hacer que la madre no sea tan sumamente indispensable en casa. Son padres maravillosos que están intentando dar valor al Día del Padre, para que haya alguna razón de peso para celebrarlo.

El Día del Padre, al fin y al cabo, es un día más

El motivo, evidentemente, no es ese. En el fondo poco importa que exista un Día del Padre o que deje de existir. En mi casa es un día que no teníamos muy en cuenta con mi padre (tampoco salía de nosotros hacerlo más importante) y ahora que soy padre, tampoco es un día en el que yo espere nada especial, porque no me hace falta, no lo necesito.

El motivo de que cada vez haya más padres dedicados al cuidado de sus hijos es el de no querer vivir la misma vida que vivieron nuestros padres, que apenas pasaron tiempo con nosotros o, precisamente, el de vivir la misma vida que nuestros padres, si es que pasaron mucho tiempo con nosotros.

Los que tuvieron la suerte de tener padres muy implicados se dieron cuenta de cuán maravillosos eran sus padres al ver a los padres de otros niños, ausentes, autoritarios y poco empáticos. Los que tuvieron la mala suerte de tener padres poco implicados se dieron cuenta de que su vida podría haber sido mejor si hubieran tenido uno de esos padres implicados, cariñosos y respetuosos que pasaban tiempo con sus hijos.

Así unos y otros decidieron que la mejor manera de educar y criar a los hijos era ofreciéndoles tiempo, diálogo y comprensión. Dándoles cariño y amor y, sobretodo, (y sé que me repito) tiempo para estar juntos, tiempo para compartir y tiempo para crear una relación sólida que les permita conocerse y hablarse con franqueza. Así, desde la cercanía, desde la confianza, educar a un niño es mucho más fácil.

Dedicada a todos los padres maravillosos

Esta entrada va dedicada a todos esos padres maravillosos, compañeros de batalla y de fatigas, que hablan de sus hijos sin sonrojarse, que dicen que no a los amigos porque esa tarde quieren pasarla con sus hijos, que dicen que no a las horas extra porque prefieren vivir con un poco menos, pero viendo a sus hijos un rato más, que saben por qué la mochilita Guachipei es mejor que la Guachuipai, que pueden pasar varios minutos al lado de su hijo, esperando con los brazos abiertos a que se le pase la rabieta y le abrace, incluso en la calle, ante las miradas de desaprobación que sugieren ignorarle, que pueden cuidarles sin despeinarse (o bueno, despeinándose un poco, que ya se sabe que sólo sabemos hacer una cosa al mismo tiempo) y que son conscientes de que quien siembra, suele recoger.

Son padres conscientes de que la sociedad es cada vez más rígida, menos maleable. Está cada vez más enferma, casi agonizando y prácticamente carente de muchos de los valores que nuestros progenitores trataron de inculcarnos sin, al parecer, demasiado acierto (quizás fallaron las formas, quizás no supimos aprender, quizás…).

Son padres conscientes de ello que han decidido decir basta, mi hijo llegará a esta sociedad sabiendo qué está bien y qué está mal, sabiendo respetar y sabiendo hacerse respetar y será un hombre de bien (o una mujer de bien) y para ello educan a sus hijos. No les castigan, les explican por qué han hecho algo mal y las consecuencias que de ello se derivan. No les pegan, se agachan, les miran a los ojos, y les cuentan qué es lo que esperan de ellos y les explican que deben tratar a los demás como a ellos les gustaría ser tratados. No les gritan… o bueno, quizás alguna vez, que es difícil quitarse de encima ciertas herencias, pero tratan de no hacerlo y cuando consideran que se han excedido, son capaces de tragarse el orgullo, abrazar a sus hijos y decirles que sienten haberse enfadado tanto y que, la próxima vez, tratarán de hacerlo mejor.

Si van a conseguir que sus hijos sean personas de bien o no, no lo sé. Es difícil saberlo porque a un niño no sólo lo educan sus padres, sino también su entorno, pero si de algo estoy seguro es de que estos padres harán lo posible por que así sea. Son padres maravillosos. Ojalá lo logren, el mundo necesita ciudadanos respetuosos, amables, creativos, implicados, humildes, cariñosos, educados y libres.

No caigáis nunca, no desfallezcais. Vuestros hijos os necesitan. Dijo Bertolt Brecht:

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.

Y dentro de unos días…

Se acerca el Día del Padre y he querido por ello hablar de los padres. Esta entrada es la primera de una trilogía (ya parezco Tolkien o George Lucas) titulada: Hay padres que son maravillosos, hay padres que son invisibles y hay padres que no han evolucionado.

Fotos | Serenityphotographyltd, c r z en Flickr
En Bebés y más | Padres insumisos, Carta a mi futuro padre: “El día que nazca”, Un poema para el Día del Padre

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