Desmayos en niños y adolescentes: qué hacer si mi hijo sufre un síncope

El síncope o desmayo es una pérdida brusca, completa y transitoria de la conciencia y el tono muscular. Se trata de un mecanismo de defensa del organismo, y aunque puede resultar muy alarmante y estresante para los padres que lo presencian, los pediatras insisten de que en la mayoría de las ocasiones son episodios benignos.

Hoy hablamos de los desmayos en adolescentes y niños, por qué ocurren y qué debemos hacer si se diera esta situación.

¿Qué es el síncope y qué incidendia tiene?

El síncope no es una enfermedad sino un síntoma, y ocurre con frecuencia en niños y adolescentes, con una incidencia de entre el 15 y el 25%.

Suelen darse especialmente entre los 12 y los 19 años, sin embargo, también se observan episodios en niños más pequeños, generalmente precedidos de espasmos del sollozo.

¿Por qué se producen los desmayos?

El desmayo se produce porque no llega suficiente sangre al cerebro, y esto ocurre por diversas causas:

En la mayoría de las ocasiones los desmayos se producen por causas benignas, aunque es importante y esencial la valoración médica, pues en un pequeño porcentaje de casos podrían ser síntomas de enfermedades cardíacas, especialmente cuando tienen lugar durante el ejercicio físico o van acompañados de presión o dolor en el pecho.

Síntomas de desmayo en niños y adolescentes

El desmayo va precedido de una serie de síntomas como visión borrosa, exceso de sudoración, aumento de la frecuencia respiratoria, debilidad, palpitaciones y palidez. A continuación se produce la pérdida de fuerza muscular y el desmayo.

La duración del desmayo suele ser corta, y el paciente vuelve en sí tras permanecer acostado unos minutos. Al despertar no recuerda nada de lo que ha ocurrido.

¿Qué hacer si mi hijo se desmaya?

Si se puede, lo recomendable es actuar antes de que el desmayo se produzca y asi evitar el golpe que el niño pueda darse en la caída.

Por eso, si nuestro hijo nos manifiesta alguno de los síntomas previos arriba descritos, debemos actuar con rapidez, tumbándole en el suelo y manteniendo las piernas algo elevadas. Si no se pudiera adoptar esta posición, los pediatras recomiendan colocar la cabeza entre las piernas o hacer ejercicios de piernas para aumentar el riego sanguíneo.

Si los desmayos se repiten es recomendable tratar de buscar la causa común, de cara a poner un remedio preventivo para que no vuelvan a ocurrir. Por ejemplo, en el caso de los niños o adolescentes que sufren un síncope ante la extracción de sangre, suele ser suficiente con adoptar medidas posturales durante la práctica de este procedimiento médico.

Si no es posible actuar de manera preventiva, ante un desmayo debemos:

  • Facilitar la circulación del aire, despejando a la gente que se situa a los alrededores del paciente que está tumbado en el suelo.
  • Elevar las piernas por encima de la cabeza.
  • Desaflojar las prendas que opriman el cuello.
  • Si el niño o adolescente vomita, debemos colocarle de lado para evitar que se ahogue.

Por lo general, en cuestión de dos o tres minutos el paciente habrá recobrado la conciencia, aunque es preferible que permaneza tranquilo durante unos minutos más, sentado con las piernas flexionadas y la cabeza apoyada entre ellas, y en un entorno lo más fresco posible.

Debemos avisar de inmediato a los servicios de emergencia en caso de que el paciente no vuelva en sí transcurrido este tiempo, se haya golpeado en la cabeza durante la caída o presente alguna lesión que deba ser tratada, sufra convulsiones o manifieste otro tipo de molestias.

El desmayo de un niño es una situación muy alarmante para los padres, especialmente si no se ha presenciado nunca. Pero es importante recordar lo que dicen los pediatras, y es que en la mayoría de las ocasiones se trata de un episodio banal.

Vía Pediatría Integral, Medicine Plus, En Familia - AEP

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