La madre que creía que sería y la madre que soy

Este mes celebramos en varios países el Día de la Madre. En España se celebró el primero domingo de mayo, en muchos otros países el segundo, y en México, y en otros países, el día 10. Es un buen momento no solo para reconocer y celebrar el ser mamás, sino para reflexionar y pensar en los retos que nos pone esta importante responsabilidad.

Antes de ser madre yo miraba la vida de manera muy diferente. Es muy cierto lo que dicen, cuando te conviertes en madre, tu manera de pensar cambia radicalmente. Hoy quiero compartirte en esta reflexión el antes y el después de ser mamá: la madre que creía que sería y la madre que soy.

Lo admito, ser madre me aterraba

Ser mamá es algo tan poderoso, que a veces me cuesta un poco recordar cómo era mi vida antes de tener a mi hija. Muchas cosas han cambiado y ya no soy esa joven ingenua de hace algunos años. Mi forma de pensar, mis sentimientos, mi cuerpo y mi personalidad, han cambiado de una manera que no imaginaba.

Antes de ser mamá, tenía miedo de tener hijos. Qué digo miedo, tenía pavor. Eran muchas las dudas y preguntas que rondaban mi cabeza: ¿Podré ser una buena mamá? ¿Y si no sé cómo cuidar un bebé? ¿Cómo se supone que me haga cargo de un pequeño ser humano? ¿Y si termino arruinándole la vida a mis hijos? ¿Y si mis hijos me odian por ser mala madre?

Preguntas que seguramente pueden sonar un tanto ridículas para quienes ya eran madres. Pero para mí, eran dudas completamente válidas y justificables. Simplemente tenía temor a lo desconocido. A esa vida de madre que solo conocía por lo que veía en las películas o al ver a las madres en la calle o restaurantes con sus hijos. "¿Cómo lo hacen?", me preguntaba. Parece ser tan fácil, tan normal, tan simple como las actividades de cualquier día.

La madre que creía que sería

Pero a pesar de todas mis dudas de mujer sin hijos, sí que tenía una idea acerca de cómo sería cuando fuera madre. En primer lugar, pensaba que sería una madre estricta. A mí mis hijos no me iban a chantajear ni me manipularían. Yo me encargaría de criar personas responsables e inteligentes. Pensaba que debía ser una madre amorosa sí, pero firme.

Algo que decía mucho y de lo que ahora me río es que dentro de todo ese "mis hijos no me van a manipular", yo estaba segura de que no permitiría que se acostumbraran a los brazos. ¿Traerlos todo el día pegados a mí? Ni de broma, que luego no me dejarían hacer nada y serían dependientes e inseguros.

Y del colecho ni hablar. Es más, quizás no me lo crean pero no conocía esa palabra: "colecho". Recuerdo la primera vez que la escuché, no tenía la más mínima idea de lo que podía significar. Para mí mis hijos dormirían en cuna y se acabó, nada de dormir con los papás.

Aunque eso sí, pensaba que sería una mamá muy "preocupona". Siendo la persona ansiosa que soy, imaginaba que al tener hijos eso se multiplicaría. Seguro estaría preocupada día y noche, sin poder estar tranquila si no los tenía cerca.

Como se pueden imaginar, todas esas palabras e ideas que tenía de mi futura maternidad me las fui tragando poco a poco.

La madre que soy

Hoy en día soy madre de una niña que en menos de dos meses cumplirá tres años. Eso no me convierte en una experta en la maternidad, lo sé. De hecho he aprendido que no existe tal cosa. Nadie es experta en ser mamá, ni existen las madres perfectas. Todas vamos aprendiendo sobre la marcha y lo hacemos lo mejor que podemos.

Todo mi pensamiento de "mamá amorosa pero firme" que decía que sería se fue volando por la ventana cuando vi por primera vez los ojos de mi hija. No podía creer que era madre. Desde luego que sabía que lo sería, con la tremenda barriga que tuve en mi embarazo, pero es hasta el momento en que ves a tu bebé por primera vez cuando te das cuenta de que ahora sí comenzó la aventura.

¿Recuerdan lo que pensaba acerca de que no tendría a mi hija todo el día en brazos para que no se acostumbrara y luego no me dejara hacer nada? Pues adivinen quién es la que no quería soltar a su hija y le partía el alma verle llorar al dejarla en la cuna. Y así fue como me inicié en el colecho, para no dejarlo nunca. Bueno, al menos aún no.

Cuando nació mi hija me di cuenta de un error que había cometido. Me había preparado tanto para el embarazo, que olvidé prepararme para el momento en que tuviera a mi hija en brazos. Entonces me di cuenta que todo lo que pensaba acerca de la maternidad, era desde el punto de vista de alguien que no tenía la más mínima idea de lo que es tener hijos.

Aprendí a confiar en mi instinto. Si quería llevar a mi hija en brazos todo el día, lo haría. Si quería que durmiera con nosotros, lo haría. Si quería quedarme horas viéndola dormir pacíficamente, lo haría. Me había enamorado, y de la manera en la que sólo una madre puede hacerlo. Y comprendí entonces que no era posible malcriar a un bebé.

Hoy soy una mamá feliz, que practica la crianza con apego, que colecha, que disfruta abrazar a su hija, pero que también le deja ser independiente y le anima a hacer las cosas por sí sola. Que le aplaude sus logros y que le corrige respetuosamente cuando es necesario. Y contrario a lo que pensaba, mi hija no me manipula ni me domina. Es una niña independiente, muy segura de sí misma y con una iniciativa increíble. Siempre busca la manera de hacernos reír con sus ocurrencias y tiene una caricia de amor cuando nos mira serios o desanimados.

Aunque desde luego es muy pronto para decir si le he criado bien, creo que voy por buen camino. Aprendí a ser una mamá informada, a estudiar y conocer todo lo que pueda sobre crianza y maternidad, para poder tomar decisiones de manera responsable y consciente. La madre que soy, sabe que la felicidad de su hija es prioridad. Y también sabe que de la felicidad y bienestar de la madre, dependerá la de los hijos.

¿Cómo es la madre que creías que serías y la madre que eres hoy?

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