Descubre las mejores poesías de Halloween para niños llenas de magia perfectas para leer en familia y disfrutar de la noche más divertida del año
Halloween no es solo calabazas, disfraces y caramelos. También puede ser un momento perfecto para compartir poesía: esa que transforma lo cotidiano en algo mágico, que hace que un gato negro deje de dar miedo y se convierta en protagonista de una historia con ritmo y humor.
Leer poesía en Halloween con los niños es mucho más que una actividad: es una forma de jugar con el lenguaje, despertar emociones y crear recuerdos.
Si en casa os gusta leer o queréis una alternativa diferente a las pelis de miedo para ver en Halloween, aquí tenéis 15 poesías de Halloween para niños, tiernas, misteriosas y llenas de ritmo.
Poesías de Halloween cortas, misteriosas y divertidas
1) El baile de los fantasmas
En la casa del abuelo,
cuando llega el anochecer,
los fantasmas danzan juntos
sin dejarse ver.
Llevan sábanas de luna,
y un farol en cada pie,
¡si los miras con cuidado,
verás que te hacen un guiñé!
2) La bruja olvidadiza
Había una bruja en el monte,
que buscaba su escoba sin fin,
la había dejado en la nube,
¡volando rumbo a Pekín!
Probó con una cuchara,
y también con un cojín,
pero al final fue su gato
quien la llevó hasta el confín.
3) Calabaza risueña
En el huerto hay una risa,
que suena cuando anochece,
es la calabaza lista
que a los sustos los desvanece.
Tiene dientes de luciérnaga,
y un sombrero de papel,
cada vez que alguien se asusta,
¡le guiña un ojo y dice: “¡Eh!”!
4) El vampiro dormilón
Un vampiro pequeñito
se durmió antes del festín,
soñó con galletas dulces
en lugar de sangre, ¡en fin!
Los murciélagos reían,
“¡Qué vampiro más rarín!”,
pero él solo contestaba:
“¡Dormir es mi festín!”.
5) La arañita artista
Una araña en la ventana
tejía un cuadro genial,
con hilos de luna llena
y estrellitas de cristal.
Los niños la aplaudieron,
“¡Qué red tan especial!”,
y desde entonces la araña
se siente muy profesional.
6) La escoba distraída
Una escoba revoltosa
perdió el rumbo en el festín,
quería llegar a la luna
y acabó en un jardín.
Las flores la saludaron,
le dieron pastel y jazmín,
y desde entonces decide
volar solo en Halloween.
7) El gato de tres colores
Negro, naranja y blanco,
el gato del callejón,
brillaba bajo la niebla
como un pequeño farolón.
Las brujas lo miraban:
“¡Qué felino tan chicón!”,
y él maullaba elegante:
“¡Soy gato de ocasión!”
8) La momia bailarina
Una momia en el museo
se cansó de estar de pie,
se puso unas zapatillas
y bailó un vals con un pie.
Los esqueletos aplaudían,
los fantasmas al revés,
y el vigilante exclamaba:
“¡Esto sí que no lo soñé!”
9) La calabaza viajera
Una calabaza pequeña
soñaba con ver el mar,
saltó del huerto una noche
y empezó a rodar, rodar.
Pasó por bosques y pueblos,
brillando como un fanal,
y en la orilla dijo alegre:
“¡Mi sueño se hizo real!”
10) El búho sabio
Un búho con gafitas
leía cuentos al revés,
de brujas que cocinaban
galletas de alhelí y miel.
Los niños lo escuchaban
desde el bosque hasta el tren,
porque su voz nocturna
era puro papel y bien.
11) El monstruo amable
Un monstruo muy peludo
quería dar un sustín,
pero al ver niños riendo
se volvió bailarín.
Saltaba entre las calabazas,
cantaba “¡Truco o festín!”,
y todos lo llamaban
“el monstruo del buen fin”.
12) El reloj del campanario
En el viejo campanario,
el reloj dejó de andar,
porque un duende juguetón
le enseñó a descansar.
Ahora marca las doce
cuando quiere asustar,
y el resto del año duerme
entre brumas y azahar.
13) El sombrero de la bruja
Un sombrero con estrellas
se perdió en el vendaval,
rodó por campos y casas
hasta un portal de coral.
Una niña lo encontró,
lo usó para soñar,
y cada noche veía
brujas en el mar.
14) La bruja despistada
Una bruja en su escoba
quería llegar al mar,
pero olvidó el sombrero
y se puso a girar.
Los fantasmas la guiaron,
las estrellas le guiñaron,
y al fin llegó contenta:
“¡Qué viaje tan encantado, vaya andar!”
15) El fantasma bromista
Un fantasma pequeñito
jugaba a esconderse bien,
asustaba a los búhos
y reía también.
Los niños lo encontraron,
le dieron pastel y té,
y el fantasma se sonrojó:
“¡Bromista, sí… pero amable, lo sé!”
Por qué leer poesías de Halloween con los niños
Leer poesía en Halloween puede ser un entretenimiento y a su vez, una forma de educar en emociones. Los versos ayudan a los niños a poner palabras al miedo, la curiosidad o la sorpresa. Les enseñan que lo que asusta puede volverse divertido cuando se nombra en verso.
Además, favorece la creatividad, la memoria y el vínculo entre adultos y niños. Un poema leído juntos bajo una manta, con una linterna y una sonrisa, vale más que mil sustos de película.
Foto | Portada (Freepik)
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