La escuela bosque: una forma rompedora de enseñar tan antigua como la propia humanidad

Siempre que hablamos de educación nos encerramos en un aula, nos dejamos llevar por la tendencia mayoritaria pero no es la única forma de educar, ni mucho menos.

Hay otras escuelas enraizadas en la naturaleza, hay otras historias y hay otras ideas que tal vez podían llevarse al aula tradicional. La mezcla perfecta entre lo que tenemos y lo que nos falta.

Abrir las puertas del aula al bosque, a la naturaleza, una forma de educar más cercana a la tierra, más tranquila, más pausada. La escuela bosque como una forma rompedora a la hora de enseñar y sin embargo tan antigua como la propia humanidad.

La escuela bosque

Sí, claro que a algunos nos puede parecer una idea rupturista y novedosa y rupturista puede ser pero novedosa ya no tanto.

Pensándolo un poco las escuelas bosques como se denominan, tienen un origen tan antiguo como el propio ser humano, que los niños jueguen en el bosque, en el campo, en grupo y bajo el cuidado distante y atento de un adulto no es algo de ahora sino del propio principio de la humanidad, podríamos decir.

Surgen por primera vez en Dinamarca cuando Ella Flatau, salía cada día al bosque con su hijo pequeño y algunos niños de su vecindario. Poco a poco el grupo iba creciendo hasta que los propios padres y madres se organizaron para formar lo que sería en 1952 la primera escuela bosque infantil de Europa.

En Alemania hay registradas unas mil y en Reino Unido hay más de 12.000 profesores que se han formado en escuelas bosque. En España batimos récords pero justo en sentido contrario, no llegan ni a la media docena las escuelas bosque que hay funcionando en nuestro país en este momento o de las que nosotros tengamos constancia.

Qué es una escuela bosque

Podríamos plantear de una forma sencilla los cinco pilares fundamentales en los que se basa una escuela bosque.

Los niños están en la naturaleza cada día

Cada día durante todo el año poniendo en valor la máxima de que “no existe tiempo malo sino ropa inadecuada”. Los niños viven el paso de las estaciones no se lo tiene que contar nadie ni lo tienen que leer un libro. En países más fríos que el nuestro está demostrado que los niños que acuden a las escuelas bosque no enferman más que el resto de niños porque en la naturaleza refuerzan su sistema inmunitario.

El bosque es el aula

No hay instalaciones más allá de un toldo o un techado para dejar las mochilas por la mañana o para tomar un desayuno caliente antes de comenzar la jornada si el día es más frío de lo habitual. No hay libros ni juguetes. El aula es todo el bosque y los juguetes están en la naturaleza y en la creatividad de los niños. Lo que sí puede haber son herramientas que ayuden a excavar y a explorar a los alumnos, cubos y palas, por ejemplo.

El ritmo lo marcan los niños

Se organizan habitualmente sentados todos en círculo comentando algo, cantando o con un juego y después: al bosque donde el ritmo siempre lo van a marcar los niños. Cuando termina la jornada suele hacerse una especie de ritual de despedida y agradecimiento. El respecto al medio ambiente es fundamental, tanto como la consigna de dejar el bosque tal y como lo encontramos o si puede ser incluso mejor, ya que se puede recoger basura dejada por anteriores visitantes y eso también formará parte del aprendizaje.

La libertad

Porque el ritmo como hemos dicho lo marca cada niño y no existe ni un programa a seguir ni unas actividades planificadas. Los educadores observan a los niños, los acompañan y los cuidan para que no se pierdan, median en los conflictos si se producen, escuchan, consuelan si es necesario, acompañan y aportan aquello que los niños no puedan obtener por sí mismos.

El juego también es libre y espontáneo. Tierra, agua, piedras, ramas,… son los principales recursos pedagógicos y la curiosidad, la creatividad y la fantasía son el motor de aprendizaje que se estimula en los niños que acuden a las escuelas bosque.

El aprendizaje

No, no se enseñan las asignaturas convencionales o los contenidos previamente estructurados y definidos por las autoridades académicas, los niños aprenden por sí mismos o sea de primera mano, lo viven ni se lo cuentan ni lo leen en libros.

Lo que sí está demostrado según distintos estudios que se han realizado a lo largo de los años, es que los niños que han asistido a este tipo de escuelas están por encima de la media en lo que a creatividad, motivación, concentración, comprensión y razonamiento se refiere.

Los niños que han acudido a las escuelas bosque desarrollan un mejor equilibro en general, una habilidad manual, una coordinación física, una sensibilidad táctil y una percepción de profundidad más elevadas que el resto y entre los más pequeños que acuden a este tipo de escuelas, desarrollan una mayor capacidad para evitar lesiones, menos estrés y soportan mejor las situaciones adversas, además aumenta su capacidad de atención.

Teniendo en cuenta que los niños actualmente pasan cada vez más horas entre cuatro paredes, rodeados de asfalto, de coches y de pantallas, la escuela bosque les abre directamente una nueva realidad y una nueva perspectiva y elimina por completo la posibilidad de padecer el nuevo síndrome de nuestro tiempo y entre nuestros hijos: el trastorno por déficit de naturaleza, una de las posibles causas del malestar de muchos niños en nuestra sociedad actual, en este sentido sin duda es un planteamiento muy revolucionario

Lo mejor de cada una

El sistema educativo británico ha visto los beneficios y las necesidades de los niños y se ha sumado a su manera a la vida en la naturaleza. Un día a la semana los alumnos de educación infantil y primaria cambian las aulas por el bosque más cercano que haya a su escuela.

No, no todas las escuelas lo hacen pero es una tendencia reciente que va creciendo entre los centros educativos británicos. También hay asociaciones e iniciativas privadas que ofertan a las escuelas convencionales el servicio de educadores y el espacio natural para estas salidas semanales.

Un Caso conocido

No es exactamente como se plantean las escuelas bosque pero el caso de Tippi Degré podría aproximarse mucho, ella es conocida como la niña criada como Mowgli por sus padres, dos fotógrafos franceses que por motivos de trabajo hicieron que la infancia de su hija se desarrollara en el continente africano, en plena naturaleza.

A nuestros ojos occidentales tuvo una infancia salvaje, a los suyos fue una infancia natural y adaptada a su entorno en la que mantenía una convivencia pacífica con animales salvajes, su mejor amigo era un leopardo y su “hermano” nada menos que un elefante.

Tippi ha pasado ya los veinticino años y actualmente vive en Francia y estudia en la Sorbonne pero se siente africana, algo lógico si tenemos en cuenta que su infancia se desarrolló en ese continente. Hace poco han salido a la luz sus fotos de niña en un libro podríamos decir que autobiográfico “Tippi: My book of Africa”

Vía | familiasenruta.com | tippi.org | lavanguardia.com
Fotos | iStockphoto | dailymail.co.uk
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Tippi: My Book of Africa

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