Verduras en la alimentación infantil: tomate, apio y zanahoria

Seguimos nuestro recorrido por las verduras y hortalizas en la alimentación infantil. Hoy traemos unas cuantas verduras que se suelen emplear frecuentemente en la elaboración de las primeras comidas del bebé: zanahoria, tomate y apio.

Anteriormente existía cierta disparidad de criterio en cuanto a la edad de introducción de las dos primeras verduras, pero actualmente ya no es así y ambos pueden introducirse en la alimentación del bebé desde los seis meses siguiendo ciertas indicaciones.

Analicemos las propiedades de estas hortalizas y el mejor modo de preparación para la comida del bebé.

La zanahoria en la alimentación infantil

Tanto la zanahoria como el apio pertenecen a la familia de las Apiaceae, compuesta por varias hierbas y algunos arbustos, tradicionalmente llamadas umbelíferas.

La zanahoria se suele introducir a los seis o siete meses en la alimentación del bebé. Como comentábamos al inicio, anteriormente algunos pediatras recomendaban esperar debido a que ésta acumula nitratos (algo de lo que ya hablaremos cuando toque el turno de las espinacas y acelgas), pero actualmente no hay nada que indique un orden o edad específicos para introducirla en la alimentación infantil.

Lo ideal sería empezar ofreciendo poca cantidad y de forma gradual (si ponemos mucha, a los bebés les puede cambiar el color de la piel, especialmente de la nariz, que se pone naranja). Una solución para evitar los nitratos sería cocer la zanahoria aparte del resto de verduras y descartar el agua de cocción o cocinarlas al vapor. Nunca debe ofrecerse cruda antes de los tres años (a menos que la ofrezcamos rallada) por el riesgo de atragantamiento.

La zanahoria es un alimento excelente desde el punto de vista nutricional gracias a su contenido en vitaminas y minerales. El agua es el componente más abundante, seguido de los hidratos de carbono, siendo estos nutrientes los que aportan energía. Al tratarse de una raíz, absorbe los nutrientes y los asimila en forma de azúcares. El contenido de dichos azúcares disminuye tras la cocción y aumenta con la maduración.

Su característico color naranja se debe a la presencia de carotenos, entre ellos el beta-caroteno o pro-vitamina A, un compuesto antioxidante que se transforma en vitamina A una vez entra en nuestro organismo.

También es fuente de vitamina E y de vitaminas del grupo B como los folatos y la vitamina B3 o niacina. En cuanto a los minerales, destaca el aporte de potasio, y cantidades discretas de fósforo, magnesio, yodo y calcio.

Algunos de los componentes nutricionales de la zanahoria son: Agua (g) 88.6, Carbohidratos (g) 10.1, Lípidos (g) 0.2, Calorías (cal) 40, Vitamina A (U.I.) 2.000-12.000, Vitamina B1 (mg) 0.13, Vitamina B2 (mg) 0.06, Vitamina B6 (mg) 0.19, Vitamina E (mg) 0.45, Ácido nicotínico (mg) 0.64, Potasio (mg) 0.1.

El tomate en la alimentación infantil

El tomate puede introducirse cuando iniciemos la alimentación complementaria al igual que el resto de las verduras. Como mencionábamos al inicio, anteriormente se proponía retrasarlo debido a que algunos bebés pueden mostrar erupciones en la piel de alrededor de la boca después de comerlo.

Sin embargo, de acuerdo con la Academia Americana de Pediatría, por lo regular esto no se trataría necesariamente de un síntoma de alergia alimentaria, sino simplemente una irritación en la piel ocasionada por los ácidos que se encuentran en el tomate (lo mismo puede suceder con la naranja). En caso de presentarse, lo mejor en este caso es consultar con el pediatra, quien nos dirá qué hacer.

Los tomates se pueden ofrecer crudos en gajos grandes o bien, se pueden cocinar hervidos en agua o cocidos al vapor. Una vez que el bebé ya los coma, podemos mezclarlos con otras verduras aptas para la alimentación del bebé (el brócoli, el calabacín y la calabaza, la patata, las judías verdes y guisantes), así como con carne o pescado cuando ya los hayamos introducido en la dieta del bebé.

Si vamos a ofrecerlos en papillas o con otros alimentos, antes de cocinar los tomates (o de triturarlos) habremos de pelarlos y de quitarle las semillas (resulta sencillo, con una cucharita, en crudo, quitar esa parte de pulpa que tiene las semillas). Escogeremos los tomates más maduros, pues los verdes son más indigestos y contienen una sustancia tóxica.

100 gramos de tomate aportan solamente 18 kcal. La mayor parte de su peso es agua y después los hidratos de carbono. Contiene azúcares simples que le confieren un ligero sabor dulce y algunos ácidos orgánicos que le otorgan el sabor ácido característico.

El tomate es una fuente importante de ciertos minerales (como el potasio y el magnesio, fósforo, sodio, hierro). De su contenido en vitaminas destacan la vitamina A, las B1, B2, B3, B5, B6 y la vitamina C. Presenta también carotenoides como el licopeno (pigmento que le da el color rojo característico). La vitamina C y el licopeno son antioxidantes con una función protectora de nuestro organismo.

Por todas estas propiedades se trata de un alimento sumamente nutritivo.

El zumo de tomate.

En términos botánicos, el tomate es una fruta, y es que en muchos casos los límites entre fruta y verdura no están claros. Por ello no nos suena tan raro lo del zumo de tomate.

Se le puede dar zumo de tomate natural al bebé a partir de los seis meses, aunque probaremos con poca cantidad, un jugo rebajado con agua y usando tomates muy maduros sin piel ni semillas para ver cómo le sienta al bebé.

Nunca hay que dar al bebé jugo de tomate envasado. Estos zumos, preparados para personas mayores, muchas veces llevan adicionada sal y hasta pimienta, y podría causar una indigestión al bebé.

Precisamente es debido a la fragilidad del tubo digestivo del pequeño que se requieren esos cuidados especiales para que el jugo de tomate se adapte a su intestino sin producirle trastornos: tomates maduros, sin piel ni pepitas, mezclado con agua y en poca cantidad.

El apio en la alimentación infantil

Como hemos dicho, el apio pertenece a la misma familia que la zanahoria (Apiaceae), aunque esta verdura no acumula los nitratos tanto como la anterior. Al igual que la zanahoria, no debe ofrecerse crudo al bebé.

El apio resulta adecuado en la dieta humana debido a su alto contenido de fibra dietética, vitaminas y minerales, además de ser considerado un buen diurético debido al alto porcentaje de agua.

La composición (cada 100 gramos) es: Agua: 95 g, Energía: 57 kJ, Proteína: 0,7 g, Grasa: 0,2 g, Carbohidrátos: 3 g, Azúcares: 2 g, Fibra: 1,6 g, Vitamina C: 3 mg.

El apio es rico en minerales como potasio, sodio, magnesio, hierro, azufre, fósforo, manganeso y cobre, así como en vitamina A, vitamina C, vitamina E y vitaminas del grupo B.

Modo de preparación de las verduras

Como comentábamos, la zanahoria y el apio nunca deben ofrecerse crudos por el riesgo de atragantamiento, por lo que siempre habremos de hervirlos o cocerlos al vapor. Ambos pueden ofrecerse en forma de palitos para que el bebé los tome con sus manos y en el caso del apio, debemos retirar las hebras o filamentos.

El tomate puede ofrecerse crudo en gajos o trozos grandes que el bebé pueda tomar con sus manitas o prepararlo como zumo. Si preferimos cocerlo o hervirlo, podemos ofrecerlo en forma de papilla o puré, retirando piel y semillas.

Como hemos dicho en las otras entradas dedicadas a las verduras, no es conveniente recalentar el puré de una vez para otra. Lo que no se vaya a consumir es mejor apartarlo antes y guardarlo en la nevera o congelarlo si no va a ser consumido en las próximas 24 horas.

Como hemos comentado al hablar de otros vegetales en la alimentación infantil, podemos ofrecer a los niños el tomate, apio y zanahoria incorporándolos a recetas de otros platos o guisos como los siguientes:

Siguiendo todos estos consejos lograremos que verduras tan sanas como el tomate, el apio y la zanahoria empiecen a formar parte de la alimentación infantil.

Más verduras en la alimentación infantil

Fotos | iStock, Pexels

También te puede gustar

Portada de Bebés y más

Ver todos los comentarios en https://www.bebesymas.com

VER 0 Comentario