Para el pequeño todo ha cambiado, es muy distinto el mundo encontrándose dentro de la placenta, no existía la necesidad de pedir de comer, no existían tantas nuevas sensaciones y emociones, no existían los periodos de tiempo en los que aparece la luz o la oscuridad... es un gran cambio que debe afrontar poco a poco hasta conseguir aclimatarse a la nueva vida. El hambre no tiene horario, ni la cantidad de veces, tampoco tienen horario las deposiciones y las micciones, llegando a realizarse incluso siete u ocho veces por día, o por el contrario muy pocas veces, todo depende de si el bebé sufre de hiperperistaltismo (un reflejo que se produce cuando realiza la toma y que le propicia mayor rapidez en el transito intestinal y por consiguiente un número mayor de deposiciones).
Los padres debemos tener paciencia y estar disponibles 100% ante las exigencias del bebé, en ningún caso debemos forzar esta aclimatación, obligando a comer o intentándolo dormir, poco a poco su organismo se acostumbra y empieza a regularse. Llora cuando necesita algo y nosotros debemos atenderle, en ningún caso debemos pensar que lo estamos malcriando, al menos durante los primeros meses, de hecho las rutinas se empiezan a establecer a partir del tercer mes.
En este momento empiezan a distanciarse las comidas coincidiendo con una reducción de la sensación de hambre, poco a poco el periodo de sueño se alarga y finalmente empezará a coincidir con nuestro sueño y prolongarse durante la noche. Recordamos las vivencias con nuestros hijos y las horas nocturnas en vela, la alegría que nos produjo cuando empezaron a dormir...
Mucha paciencia y mucho amor, con el tiempo todo toma su camino y la sensación de haber actuado como buenos padres se hace más presente al ver los buenos resultados.
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