Las diez situaciones más graciosas que te puedes encontrar cuando no están tus hijos

Parece mentira lo rápido que ciertos actos se convierten en hábitos. Cuando miro hacia atrás y veo lo complicado y difícil que me parecía todo los primeros meses no puedo evitar sonreír cuando me veo hoy en día y me doy cuenta lo mucho que puedo echar en falta un beso de buenas noches o no encontrarme algún juguete perdido por el sofá, si, ya se que puede parecer raro, pero hasta eso se echa de menos cuando los peques no están alrededor nuestro.

Los primeros meses, parece que vuestra vida vendrá siempre acompañada de ese pequeño, o pequeños, que siempre harás lo mismo cada día (si, lo he llegado a pensar más de una vez). Y de repente un día te sientes extraño cruzando la calle si no es por el paso de cebra o con el semáforo en rojo. Estas son las diez situaciones graciosas que te puedes encontrar cuando no están tus hijos.

Dar la mano a la nada

Vas camino del supermercado o simplemente paseas sin rumbo, paras en un semáforo para cruzar la calle y cuando este se pone en verde te das cuenta que llevas unos segundos palpando la nada buscando alguna de esas pequeñas manitas que tanto te gusta sentir. Eso si hay suerte y no haya ningún oto niño por ahí cerca al que cogerle la mano para cruzar y ambos padres nos llevemos un buen susto.

Sentirme extraño si no cruzo por un paso de cebra o no espero a que se ponga en verde

He de reconocer que lo de ir hasta un paso de cebra para cruzar o esperar a que el semáforo se ponga en verde para hacerlo es algo que no solía hacer antes de ser padre. Pero después de cinco años de poner todos los sentidos a la hora de cruzar, de repetir por activa y por pasiva todos los pasos necesarios para cruzar la calle, es hoy que me siento raro al cruzar en rojo o por el medio de la avenida.

Seguir escuchando el cd con su música

Más de una vez hemos llegado de alguna parte escuchando el CD con música infantil, a la mañana siguiente cojo el coche para ir al trabajo y después de varias canciones me doy cuenta de que estoy escuchando "soy una taza, una tetera..." Y claro, ya es demasiado tarde, porque ya tienes la canción metida en la cabeza el resto de la mañana.

Notar el silencio, ir a comprobar que no estén liando alguna de las suyas para darte cuenta que... no están

No es algo que me haya pasado muy a menudo, pues generalmente si no están en casa aprovecho para hacer "tranquilamente" todo aquello que no puedo hacer si están ellos, como por ejemplo, dormir.

Esquivar escaparates

Lo primero que uno aprende a la hora de ir de paseo con sus hijos, es a esquivar los puntos conflictivos, y los escaparates de la jugueterías y tiendas de animales son un punto muy, muy conflictivo, vamos que tengo calculada las rutas para ir de un lado a otro del barrio sin pasar por delante de ninguno. Eso sí, mis hijos ya se conocen el truco y saben por dónde hay que ir para pasar por todos.

Mantenerles vivos sus juegos

¿Os acordáis de los Tamagochis? Muy divertidos durante un par de día, pero un verdadero suplicio a partir del cuarto. Pues hoy en día hay juegos muy similares, pero sobre todo, mucho más complejos que requieren estar pendientes de ellos casi a diario. Y claro, ¿dónde están instalados esos juegos? Pues ahí estás tú, pendiente de que todo siga en orden la siguiente vez que se ponga a jugar.

Seguir haciendo comida para ellos

Aquí habría que hablar de varias cosas. Me ha pasado de meter en el carro cereales para el biberón cuando ya hacía más de una semana que habían dejado de tomarlos y darme cuenta al ir a pagar que ya no me hacían falta. También, alguna vez que han venido sus abuelos y les han llevado con ellos a cenar me he dado cuenta que he vuelto a preparar la cena para cuatro como si fuera una noche normal. ¿Cuándo se termina esto? Pues, supongo que como al resto de vosotros, cuando paso a visitar a mi madre siempre tengo mi plato preferido preparado.

"Mira, un tren" cuando voy solo en el coche

Siempre que vamos en el coche y pasamos al lado de las vías del tren estamos todos pendientes para ver quién será el primero en ver un tren. Pues cuando voy solo en el coche o con mi pareja nos pasa lo mismo, eso sí, las risas que pasamos merecen la pena.

Comprar demasiado y darte cuenta que no es lo mismo ir sin carro a la compra

Como hace ya años que mis hijos van andando solos ya casi me había olvidado y no suele pasarme, pero recuerdo las veces que iba de compras y no llevaba el carro y me encontraba con un par de bolsas cargadas a top y un largo paseo hasta casa. Parece mentira lo que facilita la vida algo tan sencillo como poder colgar la bolsa del manillar del carrito. Mi consejo es que el primer accesorio para el carro sea un mosquetón de los grandes, me lo vais a agradecer.

Estar comprando y darte la vuelta de golpe a ver dónde están

Tanto tiempo yendo a comprar con ellos que ya la costumbre me hace estar comprando con un ojo en la nuca o vigilando todo el rato por el rabillo del ojo a ver dónde están y que estarán haciendo, hasta que te das cuenta que estás solo y que puedes comprar tranquilamente sin tener que estar buscando a ninguno de los pequeños en medio de las hileras de ropa o tener que correr por la tienda a pata coja porque uno de ellos ha decidido recolocar los zapatos del estante que justamente se encuentra en la esquina contraria a la que tú estás. Parece imposible, pero comprar sin niños es toda una experiencia maravillosa.

Echarles de menos

A cualquier hora, incluso en los peores días, uno no para de echar de menos a esos locos bajitos.

Foto | Thinstock En Bebés y Más | Diez cosas que tu hijo necesita hacer, Diez cosas que indican que no eres un mal padre, relájate lo estás haciendo bien

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