Lo importante es evitar que este comportamiento se convierta en un hábito. No hay que “desatender" o “ignorar" a un niño que se golpee pues podría hacerse daño. Sí el pequeño se desenvuelve en un ambiente de respeto, cariño, es escuchado y acogido seguramente no tendrá que llegar al extremo de agredirse. Ante un episodio de este tipo lo primero es no mostrarse angustiado para no transmitirle más angustia al pequeño, se debe demostrar más bien tranquilidad. Es recomendable intentar distraerle con otra actividad diferente a la que le causó enojo. Es muy importante contenerle sin dramatismo para evitar que continúe golpeándose. Muchas veces funciona tomarlo por los hombros (para impedir los golpes) y decirle calmadamente “no me gusta que hagas eso te haces daño". Nunca debemos ceder si se trata de un capricho. Una vez que la rabieta desparezca podemos tomarlo en brazos y hacerle mimos.
Los padres deben reflexionar y observar las situaciones en las cuales se produce la agresión. Un ambiente hostil, con discusiones y gritos o un contexto donde el niño se sienta desatendido y sus necesidades no estén cubiertas pueden desencadenar este tipo de comportamiento. Es una llamada del bebé porque algo está sucediendo en el hogar.
Por otro lado, si la conducta se hace muy frecuente, compulsiva, hay otros cambios como sueño irregular, falta de apetito, llantos injustificados puede haber algo más que una llamada de atención y es recomendable consultar a un especialista.
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