De vacaciones de Semana Santa solo con tus hijos y otros deportes de riesgo

No suelo ser yo de hacer demasiadas locuras y mucho menos locuras en las que intervengan mis hijos. Pero la semana pasada, hablando con mi mujer sobre qué íbamos a hacer en Semana Santa (otra de las cosas que tampoco hacemos es planificar las cosas con tiempo y si ahora mismo nos preguntan qué pensamos hacer en verano, les podemos contestar: "pasar calor") me confirmó que sus planes eran de permanecer delante del ordenador durante un tiempo indeterminado de horas. Para el que no lo haya entendido aún, en mi casa eso significa que va a tocar trabajar.

Tras unos breves momentos de dar gracias a todos los responsables de esta maravillosa conciliación laboral de la que podemos disfrutar en este país, pasamos a ver cómo nos las ingeniábamos para mantener a salvo y a ser posible ocupadas, a un par de criaturas cuyas vacaciones empezaban el próximo viernes y que finalizarían 10 días después.

Parece que todo estaba claro y el qué hacer pasaba por mí, y en uno de esos alardes de "yo puedo con tó" decidimos que los peques y yo nos íbamos a ver a sus abuelos. Así que en estos momentos me encuentro en una película que podríamos titular: de vacaciones de Semana Santa solo con tus hijos y otros deportes de riesgo.

Tenía algo muy claro y es que antes le hacía la respiración asistida a una cobra que pasarme unas horas metido en uno de los macroatascos de operación salida en Semana Santa, nosotros nos hemos llegado a dar la vuelta en alguna ocasión y eso que aún no teníamos niños. Así que aviso a mis padres que van a recibir la visita de su hijo y dos pequeñas fieras con unos cuantos días libres y mucha energía por gastar.

Tras 15 minutos explicándole a mi madre que este año la Semana Santa se iba a celebrar el fin de semana antes del "oficial" y que sí, que lo sentíamos mucho, pero que no hay procesión que pueda compensar el martirio de una salida de Madrid junto a tres millones de buenos hijos más y que si apreciaba la buena salud mental de su hijo, al menos la poca que le va quedando, aceptaría fin de semana largo como visita de sus amadísimos nietos en Semana Santa.

Una de las ventajas de que tus hijos ya vayan siendo mayores es que la intendencia se reduce a la tercera parte, no se pueden imaginar ustedes que aún van con pequeños seres lactantes y ni hablemos de los pequeños comedores de papillas lo que significa salir de vacaciones sin pañales, biberones, papillas de varios tipos, toallitas, carro, silla y demás abalorios que terminaban convirtiendo el maletero de tu coche en un bazar turco. Así, sólo tienes que preocuparte de que haya suficiente ropa interior, un pijama o dos por cabeza, algo por si llueve, un par de jerseys y varias camisetas y camisas y como mi madre ya está curada de espanto conmigo, aunque siga intentándolo siempre, y yo tengo una reputación que mantener, la selección de modelos se reduce a diferentes conjuntos vaqueros, eso sí, para que no se me quejen demasiado la gama de colores es amplia.

Supongo que se habrán dado cuenta que la maleta la hice yo y antes de que digan nada, les diré que efectivamente no llevé suficiente ropa. Aunque hubiera sido suficiente si el pequeño no hubiera decidido mancharse con cada trozo de comida que caía en sus manos, hasta con las pipas llegó a mancharse. Pero una abuela es una abuela y ya se sabe que detrás de una gran abuela hay una magnífica lavadora y por el momento vamos tirando.

Llegó el día D y uno se hace sus planes de viaje. Salida a tal hora, parada a tal hora a estirar las piernas y llegada a tal otra justo para comer. Grave error, y ya debería tenerlo muy claro que para salir a una hora determinada de casa hay que contar con la buena voluntad y mejor hacer de los pequeños, y parece ser que ese día ninguna de las dos estaba por hacerse amiga mía, así que tras casi dos horas de retraso, tener que volver a casa porque se nos había olvidado la bolsa de los juguetes (tienen 300 juguetes en casa de sus abuelos pero nunca son suficientes y nunca son los que quieren en ese momento. Eso si, la bolsa les puedo asegurar que sigue estando en el mismo sitio que donde la dejamos cuando llegamos) y dos paradas más no previstas, nos pusimos en camino.

La gran ventaja que es, en cuanto a equipaje, eso de tener hijos ya mayores se torna en desventaja a la hora de mantenerles entretenidos durante el camino y eso que yo de los míos no puedo quejarme demasiado pues el coche para ellos tiene la gran ventaja de irles, poco a poco, dejándoles en brazos de Morfeo. Pero uno es un poco perro viejo ya en esto de los viajes (aunque sigo sin ver si sirve o no para algo) y la noche anterior ha estado preparando unos CDs con música de esos seres vestidos con mono vaquero y camiseta roja que tiene la habilidad de calmar a los pequeños hombrecitos de mi casa y sacar de sus casillas a su padre cuando lleva más de 20 minutos escuchándoles.

Y así, entre el burrito Pepe, las siestas y una bolsa familiar de ganchitos llegamos al destino todos de una pieza.

Tras el desembarco y abordaje de la casa familiar pude ver como la velocidad para hacer las cosas con la que se han empezado a mover mis hijos es diez veces mayor a la que suelen tener en casa. El pequeño se ha acostado todos los días cantando y escenificando la canción de "no more monkies jumping on the bed" pasando de 100 a cero en lo que tarda el último mono en caerse de la cama, para verlo.

Y es en esta hora tan mala a la par que deseada en la que los más pequeños se van a la cama, y en mi caso yo detrás arrastras, en que por mucha restform que hayas traído cargando (y ocupando medio maletero del coche), por mucho que intentes vender las bondades y lo chulo y divertido que es un colchón hinchable para ellos solos, va a ser que no cuela, y mucho menos cuando ven que su padre tiene una cama como Dios manda del mismo tamaño para el solito. Así que empieza su turno de réplica y alegatos sobre lo divertido y especial que sería el dormir los tres juntos y se pueden imaginar ustedes las ganas de diatriba que le quedan a uno después de 500 kilómetros de carreteras españolas. He de reconocer que colechar en una cama tamaño portaviones tampoco es tan malo, pero se echa de menos cuando tenía la cubierta para mi solo.

Y el mayor, vamos a decir que está acusando la falta de organización que tenemos últimamente y lleva unos días haciendo del indomable. Por mi parte yo creo que la próxima vez en una de estas contrataré un doble o directamente me daré un par de martillazos antes de volver a soltar una de mis maravillosas ideas.

Conclusiones: como aventura ha estado bien, abuelos y nietos han disfrutado los unos de los otros y quizás haya sido por eso, o quizás por el exceso de oxígeno que hay en esta zona que ha hecho de mis hijos dos verdaderos diablos de tasmania que no han parado quietos ni con anestesia. Debo, sin embargo, recordar para futuras ocasiones que más de cuatro horas de canciones infantiles no son buenas para la salud mental de ningún ser vivo, que debo buscar y aprenderme algún que otro juego para realizar en el coche con los peques y que no se puede competir ni tratar de aplicar disciplina cuando hay una abuela armada con una bolsa de kilo y medio de chuches.

Foto | ThinkStock En Bebés y Más | Viajar con niños, ¿cuánto equipaje necesito realmente?, Vacaciones de Semana Santa con niños: ¿a dónde vamos?

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