Ni "toto" ni "colita": por qué es importante que los niños llamen a sus genitales por su nombre, vulva y pene

¿Por qué no tenemos mayor problema en decir oreja o muela, pero nos sonrojamos ante la idea de enseñar a nuestro hijo que lo que tiene ahí abajo es un pene y las dos bolsitas, testículos? ¿O que lo que tiene nuestra hija entre las piernas se llama vulva? Ni "toto", ni "colita".

Es más importante de lo que creemos que llamemos a los genitales por su nombre y que los niños lo aprendan así: pene y vulva. Te contamos cómo hacerlo y cuándo es el momento de empezar.

Un conocido estudio realizado en EE.UU. en los 90 determinó que la mayoría de los niños en edad preescolar conocía, y sabía nombrar, perfectamente las partes de su cuerpo, pero sin embargo para referirse a los genitales utilizaban eufemismos, motes cariñosos.

Han pasado casi treinta años y las cosas han cambiado poco... o nada. En lugar de pene lo llamamos pito, colita, churrillao y a la vulva toto, chochete, pepe...

No hay nada de malo en utilizar estas palabras, que además de tiernas dan risa, pero no han de ser "el nombre oficial", el único que conozcan: los niños han de saber que su cabeza se llama cabeza aunque a veces la llamemos melón, y que tienen pene y vulva.

¿Cómo y cuándo enseñarle el nombre de sus genitales a los niños?

Como todo lo referido a educación afectivo-sexual, la respuesta a cuándo hacerlo es sencilla: casi, casi, desde su nacimiento.

No hay que esperar a que nuestro peque tenga cuatro o cinco años, o a que hable, porque... con su cabeza, sus manitas o su boca no esperamos tanto, ¿verdad? ¿Por qué hacerlo con los genitales?

De la misma manera que jugamos al “palmas-palmitas” y al cogerle las manitas le hablamos de ellas, con esa misma naturalidad, podemos aprovechar momentos del día a día para señalarle el nombre real de las partes de su cuerpo, incluyendo, claro está, los genitales.

La vida con un bebé nos proporciona innumerables momentos en los que podemos nombrar sus genitales a lo largo del día de manera natural, no forzada, por ejemplo: al cambiarle el pañal (cosa que sucede unas dos mil veces al día, o eso parece, ¿verdad?), cuando le bañamos...

Una idea: "Cariño, te voy a cambiar el pañal. Y ahora vamos a limpiar tu pene, y mira esos testículos, ¡están llenos de cacota!".

Si usamos su nombre real desde el principio será el que aprendan, y como tal lo usarán con toda la naturalidad, sin la carga “extraña” que le ponemos algunos adultos: si la integran para ellos no será muy diferente de decir oreja u ombligo.

Pero es que da vergüencilla llamarlos pene y vulva

A muchos padres les da pánico la idea de que su hijo se ponga a gritar en mitad del supermercado que le pica el pene (cosa que probablemente hará, porque así son los peques, ¿verdad?).

Pero en realidad, ¿dónde está el problema? ¿No pasamos la misma vergüenza que si grita que le pica la churrilla o el toto?

Si nuestro peque habla de sus genitales en público no debemos regañarle ni ridiculizarle, al contrario: aprovechemos la situación para transmitirle algunas ideas acerca de conceptos como la intimidad, el pudor...

Sin censurar (porque entonces entenderá que algo malo pasa), sin abroncarle, le explicaremos que es genial que hable de su cuerpo, pero que en sitios públicos es mejor que nos lo diga a nosotros sin gritar. Debemos transmitirle la idea de que se trata de algo personal, íntimo.

Y esto es estupendo y necesario, porque con ello trabajamos la idea de que los genitales, su pene o su vulva, son privados, cosa importantísima para protegerles de abusos, como comentaré un poco más adelante.

Por qué es importante llamar a las cosas por su nombre

Utilizar el nombre real de tooooodas las partes de su cuerpo, incluyendo los genitales, es verdaderamente algo positivo para el desarrollo de nuestro hijo:

  • Ayuda a desarrollar una imagen corporal positiva.
  • A la larga favorece una mejor autoestima (ganan en seguridad en sí mismos al conocer y aceptar su cuerpo)
  • Favorece una transición a la pubertad más fluida: si conocen su cuerpo pueden hablar de él, comentar sus cambios, preguntar, ajustar las expectativas...

Además de esto, de cómo incide directamente en ellos, conocer su cuerpo, llamarlo por su nombre, ayuda a que podamos hablar de los límites y del respeto no solo hacia sí mismos, sino también hacia los demás... ahora que son niños, y cuando sean adultos. Y esto es taaaan importante...

Y por último, un ambiente en el que llamamos a las cosas por su nombre es un ambiente en el que se habla de las cosas, ¿verdad? Las familias que llaman a las cosas por su nombre son familias en las que la comunicación con los hijos es fluida y de calidad, con los beneficios que esto conlleva.

Prevención de abusos sexuales

En contra de lo que podemos pensar, precisamente el hecho de usar el nombre correcto de los genitales es algo tremendamente positivo de cara a la prevención de abusos y, llegado el caso de que algo sucediera, para detectarlo de manera temprana.

Si el niño conoce el nombre de los genitales, si sabe que puede hablar de ello con naturalidad, verá esa zona como algo positivo, como una parte más de su cuerpo, no como algo negativo o de lo que haya que avergonzarse.

Esta actitud positiva hará que sea más probable que entienda conceptos como privacidad, límites corporales, etc. Los los tabúes solo transmiten oscuridad, secretismo, y eso es exactamente lo que queremos evitar.

Si nombramos sus genitales con el nombre real y un día el niño empieza a llamarlo de otra forma, con eufemismos, sabremos que alguien que no somos nosotros está hablándole de ello. Los depredadores no suelen usar los nombres reales, usan palabras dulcificadas.

El uso de nombres “divertidos” en lugar de los correctos transmite la idea de “ligereza”, de juego, al niño, de manera que será más fácil para un depredador o pederasta acceder a él a través de la diversión “Vamos a jugar, a pasar un rato divertido...”.

Si el niño conoce el nombre de la zona genital podrá, en caso de que algo terrible suceda, indicar de manera exacta y precisa qué ha pasado.

Es terrible siquiera pensarlo, lo sé, pero precisamente por eso, por el pánico que nos da a los padres pensar que algo así puede sucederles, debemos actuar de la mejor manera posible para dotarles de todos los recursos, herramientas y actitudes que ayuden a evitar el horror.

Puede que te de vergüenza, puede que tú misma no sepas exactamente cómo llamarlos... pero los genitales de tus hijos tienen nombre, y ya has visto que merece la pena usarlo.

Y si a pesar de todo te sigue pareciendo raro que tu hija diga vulva imagina cómo se debe sentir un abuelete de 90 años que la escuche decir Youtube. Es cuestión de perspectiva.

Fotos: Pexels.com

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