Educar con respeto es clave para conseguir que los niños no sean agresivos

¿Has pensado alguna vez por qué pedimos a nuestros hijos que sean educados con los demás, que no chillen y se lo decimos gritando porque no nos hacen caso?

Tania García, pedagoga, asesora familiar y fundadora de la escuela internacional Edurespeta, tiene clara la respuesta y defiende educar a niños y adolescentes sin gritos ni castigos, con sentido común, conexión, amor, tolerancia y coherencia.

Afirma que la única y mejor forma de evitar que los niños y niñas sean agresivos, violentos, irrespetuosos, o intolerantes, tanto en su presente como en su futuro, es educándolos y, por tanto, tratándolos, con respeto.

Debemos predicar con el ejemplo

Explica Tania García en su último libro, "Educar sin perder los nervios" que es imposible pensar (además de ser incoherente) que, si tratamos a los hijos mediante gritos, castigos, juicios, críticas, adultismo, autoritarismo, exigencias, cero empatía hacia sus procesos emocionales, violencia física y verbal..., ellos vayan a obviar esto a la hora de relacionarse.

"Es decir, si gritamos, enseñamos a gritar; si hacemos juicios de valor, enseñamos a hacer juicios de valor; si exigimos, enseñamos a exigir; si damos 'cachetes', enseñamos a pegar".

Somos para nuestros hijos los espejos en donde se miran, el ejemplo a seguir.

Desinformación sobre la agresividad infantil

Para poder evitar que los niños y niñas sean agresivos o para ayudarles a dejar de serlo, es importante que sepamos qué es realmente la agresividad infantil, ya que, según explica la asesora familiar, existe una gran desinformación que perjudica, en primera instancia, a los niños.

"Todo lo que hacen los niños cuando expresan sus emociones, es motivo de crítica por parte de los adultos".
  • Si gritan cuando se enfadan, frustran o sienten, nos llevamos las manos a la cabeza y no lo entendemos.

  • Si lloran y patalean pensamos que nos están tomando el pelo o tienen poca tolerancia a la frustración.

  • Si muerden o lanzan patadas al aire, definitivamente creemos que tienen un problema social, emocional y/o afectivo y necesitan ayuda externa para aprender 'a calmarse'.

Así lo explica Tania García, quien aclara que "todas estas cuestiones son normales y naturales por parte de los niños".

"Están en pleno desarrollo y evolución, su cerebro es puramente emocional, y no se mueven ni por la razón ni por la lógica. Su cerebro está ocupado en ese momento por su emoción, por lo que siente y por cómo lo siente".

No son agresivos, simplemente es su forma de manifestar sus emociones. Y nuestro papel es saber estar. Cuanto mejor sepamos estar, desde la calma y el sentido común, más les comprenderemos y más se comprenderán.

Explica la escritora que si no les acompañamos, puede que sus emociones "se conviertan en un problema enquistado que se transforme luego en episodios de expresión descontrolada y más violenta" y asegura que estando a su lado es como potenciamos su autoestima y la confianza en sí mismos.

¿Cómo tenemos que actuar los padres ante la agresividad?

Según la experta debemos, entre otras cosas:

  • No alarmarnos

  • Conocer sus procesos emocionales y los nuestros

  • Tener un profundo respeto por sus procesos y ritmos

  • Empatizar y entender sus motivos, aunque no los compartamos

  • Sostener y acompañar emocionalmente

  • Escuchar y atender

  • Dejarles expresar sus emociones en toda su integridad e inmensidad.

Si mientras las expresan agreden o se autoagreden, frenaremos esta expresión, pero no de forma brusca o violenta, porque entonces les enseñaremos que está bien expresarse de forma brusca o haciendo daño cuando expresan emociones. Tal y como Tania García aconseja en 'Educar sin perder los nervios', hay que:

  • Entender que no es un problema sino una emoción expresada de ese modo.

  • Tener en cuenta la edad de nuestros hijos e hijas y acompañar las emociones de manera acorde a su edad y entendimiento.

  • No emitir juicios ni valores.

  • No perder los nervios: mantener la calma y la serenidad.

  • No reírnos de ellos ni faltarles al respeto.

  • Trabajar en nuestra propia frustración para no expresarla nosotros mismos mientras ellos nos necesitan para superar la suya.

  • Dejar de lado lo que puedan opinar los demás y poner toda la atención en nuestro hijo y en sus necesidades.

  • No etiquetar ni dejar que le etiqueten.

  • Centrarnos en nuestro hijo. Los otros niños necesitan el acompañamiento de sus padres.

  • Abandonar el victimismo del tipo "me has hecho daño", "me duele" en nuestro día a día con él. No podemos tomárnoslo como algo personal, incluso si nos pega o insulta.

"Los niños son emoción, no razón"
  • No darle cojines ni artilugios para que 'descargue' ahí su agresividad, porque con eso lo único que logramos es que traslade su violencia de lugar.

  • A partir de los cuatro años, se puede hablar con el niño o la niña sobre el tema y recrear la escena con juguetes o dibujando. Dejar que se explique, por qué cree que lo hizo y cómo podía haberlo resuelto. Sin intervenir ni dar consejos, solo escuchar y abrazar cuando lo necesite. Así la próxima vez que ocurra contará con herramientas para solucionarlo sin agresividad.

  • Y, por supuesto, nada de castigos ni consecuencias. Un niño no puede aprender por represión o miedo.

La forma de expresar sus emociones, esconden algo detrás

Pueden ser miedos, frustraciones, cansancio, nervios, estrés, la respuesta a ser educado sin respeto (bajo el miedo, la sumisión, los gritos y castigos…).

"Los niños y niñas son personas y necesitan que sus educadores, sus padres, les atiendan correctamente, les escuchen y cuiden", señala Tania.

Si así lo hacemos, poco a poco, con paciencia y ocupándonos de conocerlos a la perfección (estando pendientes de todo lo que ocurre en su vida), aprenderán a expresarse emocionalmente, algo necesario para una correcta salud emocional, pero sin dañar a nadie ni dañarse a sí mismos.

Fotos | iStock

En Bebés y Más |

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