Los bebés criados con apego y contacto materno se convierten en personas más empáticas

La empatía es la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos, y aunque todos la tenemos en mayor o menor medida, es una capacidad que es necesario fomentar en los niños desde pequeños.

Pero, ¿cómo se fomenta la empatía? Pues empezando desde lo más básico, siendo cariñosos y amorosos con nuestros hijos. Si ellos experimentan ese cuidado amoroso desde que son pequeños, es lógico pensar que serán personas más amorosas y sensibles a los sentimientos de los demás.

Así lo confirma un estudio realizado a lo largo de 20 años por científicos israelíes según el cual el apego y el contacto con la madre desde el nacimiento sintoniza el cerebro social de las personas haciéndolas más empáticas.

El contacto con la madre, primordial

Los brazos, el cuidado y el contacto de la madre juegan un papel fundamental a la hora de moldear el cerebro del bebé en formación. Recordemos que los bebés nacen con solo el 25 por ciento del cerebro desarrollado y el resto va madurando a través de las vivencias que el ser humano experimenta en los primeros años de vida.

El recién nacido depende del cuerpo de su madre para proporcionarle alimento y todos los cuidados que garanticen su supervivencia. El apego, la proximidad y la sincronización entre ambos juegan un papel clave en las primeras etapas de vida.

Para realizar el estudio, se hizo un seguimiento durante dos décadas a recién nacidos prematuros y nacidos a término, que recibieron o carecieron de contacto corporal materno inicial, observando repetidamente la sincronía social madre-hijo.

“La proximidad al cuerpo de la madre les ha permitido estar más en armonía, más en sintonía entre sí a lo largo de los veinte años de su desarrollo. Esta sincronización, a su vez, sensibilizó al cerebro para que fuera más capaz de empatizar con las emociones de los demás", explica la profesora Ruth Feldman, autora principal del estudio.
La sincronía con la madre desde el nacimiento impacta en la capacidad de empatizar y relacionarse con los demás a largo plazo.

El estudio incluyó tres categorías de bebés: bebés nacidos a término (FT), bebés prematuros que recibieron cuidado canguro (KC) y bebés prematuros que permanecieron en incubadora y durante al menos un par de semanas no pudieron tener contacto físico con sus madres (CS).

Los investigadores se comunicaron periódicamente con los niños y sus familias y evaluaron sus interacciones, su "sincronía social madre-hijo" desde el nacimiento.

Adolescentes y adultos más sensibles a las emociones de los demás

Los resultados de la investigación a lo largo de 20 años señalan conclusiones realmente interesantes que relacionan el contacto físico entre la madre y el recién nacido y durante la infancia con seres más empáticos al llegar a la adolescencia y la adultez.

"La amígdala, la ínsula, el polo temporal (TP) y la corteza prefrontal ventromedial (VMPFC) mostraron una alta sensibilidad a las distintas emociones de los demás. La provisión de contacto entre la madre y el recién nacido mejoró la sincronía social a lo largo del desarrollo desde la infancia hasta la edad adulta".

¿Y los padres?

Por supuesto, el contacto con el padre también es muy importante, pero en este caso el estudio se centró en analizar la sincronía de las madres con los niños a lo largo de los años.

Otras investigaciones centradas en la figura paterna llegaron a conclusiones similares. Cuando los padres se involucran en el cuidado de los niños desde el principio, también se asocia con beneficios en el desarrollo social de los hijos.

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