Nuestra obsesión con las tablas de crecimiento infantil podrían estar estimulando la obesidad infantil

Pregúntale a cualquier madre o padre primerizos por su nuevo bebé y probablemente te pondrán al día sobre cuánto peso ha ganado últimamente.

Pesar al niño cada poco es típico en padres primerizos, pero puede que muchos recuerden esos momentos pensando que no lo han hecho del todo bien porque muchas veces oyen cosas como que su pequeño "no está ganando suficiente peso" y acaban pensando que se esforzaron lo suficiente en la nutrición de su bebé.

Los números en la báscula se han convertido en un dato determinante sobre el progreso del crecimiento de un bebé y a los padres se les queda la idea de que cuánto más peso ganen, mejor.

Sin embargo, en el mundo académico hace una década que sabemos que estar grande y crecer rápido durante la infancia es un factor de riesgo importante para la obesidad durante la infancia, la adolescencia y la edad adulta. Estos datos no acaban de llegar a los pediatras y a otros profesionales de la salud, por lo que tampoco llega a los padres y es necesario hablar del porqué.

¿Qué pasa con las tablas de crecimiento?

Puede que los bebés no vengan con un manual de instrucciones debajo del brazo, pero lo que sí que hay son tablas de crecimiento. Los Patrones de Crecimiento de la Organización Mundial de la Salud describen el crecimiento normal de un niño desde su nacimiento hasta los cinco años y el crecimiento de un bebé debería seguir más o menos la misma curva a lo largo del tiempo.

Por desgracia, muchos padres interpretan estas tablas de crecimiento de forma incorrecta o no han recibido suficiente información al respecto y acaban pensando que si un crecimiento por encima de 50 es bueno y por debajo es malo.

Sin embargo, los percentiles no funcionan así. Por definición, la mitad de la población ha de estar por encima de 50 y la mitad por debajo. Siempre habrá niños que formen parte del tercer percentil y niños que formen parte del 97. Es algo normal.

Cómo comen los niños

Lo preocupante es que algunos padres parecen estar condicionados con la idea de que tienen que alimentar a sus hijos hasta que los valores lleguen a 50. Forzar una subida de peso de forma tan rápida supone un crecimiento muy acelerado que incrementa el riesgo de padecer obesidad durante la infancia, la adolescencia y la edad adulta.

Un ejemplo es cuando se aconseja a la madre a complementar la alimentación de su bebé con preparados porque no da suficiente leche. Los preparados aumentan la ingesta de proteína del bebé y hará que engorde, haciendo que se resuelva el problema a corto plazo. Sin embargo, una alta ingesta de proteína durante los dos primeros años puede resultar en un aumento de peso demasiado rápido y en riesgo de obesidad.

Las comidas sólidas también son importantes. En nuestro último análisis, las madres solían decir que sus retoños de 14 meses eran quisquillosos a la hora de comer si pesaban menos que otros bebés de la misma edad y género. Ninguno de estos niños estaba malnutrido y no había ninguna prueba de que estuvieran comiendo menos que aquellos niños que no eran considerados como quisquillosos.

Las madres insistían a que sus hijos comieran aunque no tuvieran hambre, usando postres a modo de soborno para que comieran el plato principal y riñíéndoles si no comían.

Queremos que los niños coman porque tienen hambre y no para complacernos. Comer por motivos más allá del hambre lleva a la sobreingesta y a la obesidad.

¿Por qué es algo importante?

El hecho de que nos gusten los bebés regordetes tiene sentido porque a lo largo de la historia lo normal era que la comida escaseara. El sobrepeso, sobre todo durante la infancia, suponía una ventaja de supervivencia.

Pero ahora nuestros hijos nacen en un "entorno obesogénico" donde la comida basura es barata y asequible, y donde nuestro entorno nos incita a movernos menos y a pasar más tiempo sentados. Es muy difícil no ganar peso.

Es importante que alimentemos a los niños de tal forma que dejen de comer cuando estén llenos, en vez de enseñarles a ignorar lo que les dice el cuerpo o a comer por razones que no sean el hambre.

¿Qué podemos hacer?

Muchos científicos lamentan el tiempo que pasa hasta que los hallazgos se incorporan a las prácticas diarias. La última Guía de alimentación infantil: Información para trabajadores de la salud publicada en 2012 apenas habla del crecimiento prematuro y la obesidad.

Y cuando se incorpora esta información a las pautas recomendadas no existe un método comprensivo para informar a los médicos de cabecera sobre las cosas que han cambiado, ni tampoco una forma de medir si las pautas han sido implementadas.

Como científicos podemos explorar formas innovadoras para compartir nuestras investigaciones, como por ejemplo con cursos online sobre nutrición infantil.

Los médicos de cabecera deberían continuar enseñándoles a los padres cómo se ve un niño sano en cualquiera de los percentiles y controlar su crecimiento (y no solo el peso).

Si eres madre o padre, lo más importante es que si alguien te dice que tu bebé no está cogiendo suficiente peso lo pongas en duda. Exige que te expliquen qué criterios están usando para emitir tal juicio y cómo pueden ayudarte a interpretar esos datos.

A mí también me gusta un bebé regordete, pero me gusta mucho más un bebé que se mantiene en el mismo percentil respecto a su peso, altura y perímetro cefálico a lo largo de su crecimiento.

Autora: Rebecca Byrne, Dietista y becaria de investigación, Universidad Tecnológica de Queensland

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

En Bebés y más | Las tablas de crecimiento por percentiles: ¿Cuánto pesa tu hijo/a en comparación con el resto?, Interpretación de las tablas de peso y crecimiento por Carlos González (I)

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