"Mira Armando, te traigo a mi madre para que le cuentes lo de la comida y los brazos"

"Mira Armando, te traigo a mi madre para que le cuentes lo de la comida y los brazos"
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Sé que a veces me repito más que el ajo y puedo pasar días hablando de lo mismo (hablo del tema brazos), pero es que por alguna razón que desconozco, últimamente están llegando a la consulta de enfermería varias madres acompañadas de sus respectivas madres, las abuelas, porque parecen no dar crédito a lo que las madres recientes les cuentan.

Vienen a una revisión, a veces la de los 2 meses, a veces la de los 4, a veces la de los 6, entran con la abuela de la criatura y me dicen algo así como: "Mira Armando, te traigo a mi madre para que le cuentes lo de la comida y los brazos".

Y donde digo comida y brazos puedo decir lo del sueño, lo de abrigarles tanto o tan poco y otros temas, aunque los más habituales son esos dos, porque son los que más preocupan a las que en su día cuidaron de nosotros cuando éramos bebés, que sus nietos coman y estén bien alimentados y que no se les coja mucho en brazos, "que se acostumbran".

¿Acaso explico cosas tan raras?

Entonces, en esos momentos, me siento un poco raro. Si tiene que venir la abuela para verificar que lo que dice su hija es cierto, si tiene que escuchar de mi boca lo que ya le he explicado a la madre del bebé, ¿no será que digo cosas muy raras? Porque muchas veces pienso que estoy explicando, precisamente, muchas cosas que ellas ya hacían de jóvenes.

En lo que a la comida respecta, puedo entender que eso de decirle a una madre que puede amamantar tanto tiempo como quiera suene raro. Ellas pueden entender lo de los 3 a 6 meses, y lo de a partir de los 6 meses también, pero a muchas, eso de tener a un niño que camina pidiendo pecho en la calle, el bus o en algún recinto cerrado, a la vista de los demás, parece que no les sienta tan bien porque ya se sabe, "qué dirán, un niño tan grande".

Obviamente no se puede generalizar, que la mayoría de abuelas no vienen a la consulta porque les parece bien, o no pareciéndoles bien, no se meten demasiado en cómo lo hace su hija (o su hijo), pero hablo de ellas, de las que vienen a escucharme o a pedirme explicaciones.

Hace unos años sí que decíamos cosas sobre la comida que chocaban un poco: el gluten a los 8 meses, el pescado a los 12, las lentejas a los 18 y todo un poco así, con fecha y limitaciones, cuando ellas decían "pues en mi época no teníamos tantos miramientos y todo iba estupendo". La ciencia les ha dado la razón y hoy por hoy sabemos que no hace falta restringir tanto las edades para dar los alimentos y que a partir de los 6 meses pueden comer prácticamente de todo (a ver si un día hablo de ello).

Si hablamos del sueño, o de coger a los niños en brazos, pues habrá de todo. Muchas abuelas insisten en ello, en lo malo que es acostumbrar a los niños a los brazos, pero curiosamente, cuando están con los bebés, las hay que no los dejan ni un momento. Imaginad la cara de una madre a la que no hacen más que repetirle que lo coja poco, para que no se acostumbre, y que luego quien lo dice aproveche para darle todo el cariño que el niño demanda. Imaginad, además, si esa madre está haciendo caso y se está privando de cogerle aun cuando su cuerpo le grita internamente que no le deje llorar. Otras abuelas, en cambio, les cogen y ven perfecto que les cojan, probablemente porque cuando fueron madres hicieron lo mismo.

¿De verdad tengo que ser yo quien tenga la última palabra?

Y oye, no me importa. Ellas vienen, preguntan y yo doy mis argumentos. No trato de convencer a nadie ni de iniciar un debate o una guerra. Siempre que hablo de los bebés lo hago tratando de ponerme en su lugar y tratando de darles voz, de explicar lo que creo que sienten y de contar por qué creo que hacen lo que hacen. Puedo equivocarme, seguro que sí, pero vienen a mí buscar mi consejo y mi opinión, y yo lo hago encantado.

Y no hablo de manera categórica, sino que lo argumento, explico por qué digo lo que digo, del mismo modo que lo hago cuando escribo aquí en el blog. No sé si se van convencidas, si al menos se van con la duda o si salen por la puerta y le dicen a la hija que no digo más que pamplinas, pero al menos sé que la madre buscaba un aliado, que el bebé en cierto modo también me necesita y eso me hace sentir un poco en paz.

El único "pero" que me queda es el de darme cuenta de que parece que tenga que ser yo quien disuelva la disputa entra madre e hija, o madre y suegra (o madre e hijo o suegra e hijo, aunque esto es poco habitual). ¿No pueden arreglarlo entre ellas? ¿No puede la madre del bebé, como tal, agradecer los consejos de la abuela, con la coletilla de "pero lo haré del modo que considero mejor y con el que estamos todos más cómodos"?

Que igual ya lo han hecho y solo necesitan una confirmación final: "Mira, solo hago lo que me aconsejan, y estoy de acuerdo. Si no, te vienes un día a la consulta y le dices lo mismo que me dices a mí". Y allí, en la consulta, estoy yo diciendo cosas rarísimas, al parecer, sobre los niños. Cosas tan raras como que está bien darles el pecho cuanto tiempo se quiera, que está bien coger a los niños en brazos y darles todo nuestro cariño y que todo eso no les hará bobos, mal criados, psicópatas ni delincuentes. Otra cosa no sé, pero eso no.

Foto | Thinkstock
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