Las siete cosas que no puedo creer que haya hecho como padre
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Las siete cosas que no puedo creer que haya hecho como padre

Hay mucha gente que considera que esto de criar y educar a los hijos es una cosa de, simplemente, sentido común. Bien, no digo que no tengan razón, pero oye, es que el sentido común de un padre no es el mismo cuando tiene a su primer bebé que cuando tiene al tercero, como en mi caso, o cuando han pasado ya 10 años de su primera paternidad.

Lo que por entonces me parecía completamente lógico ahora me parece bastante ridículo, y de entre todas las cosas que recuerdo que he hecho como padre hay siete que me hacen pensar "madre mía, qué mal": las siete cosas que no puedo creer que haya hecho como padre.

1. Que me creyera que lo normal era dejar llorar a los bebés

Me lo creí poco tiempo, pero estuve a punto de creerlo definitivamente. Una cosa que agradezco del hospital en el que nació mi primer hijo es que las habitaciones fueran compartidas. A nuestro lado había otra cama con una mamá reciente y su bebé, y cuando el mío lloraba lo cogíamos enseguida para que no molestara. Así aprendimos a calmarle, así pasé mucho tiempo con él en brazos y así me convertí en un cuidador, porteador (en brazos) de mi hijo.

Y lo sentí como algo normal y natural hasta que un día una mujer llegó a casa y nos dijo que "a este niño lo tenéis demasiado tiempo en brazos", con cara de "me sabe mal, pero esto es lo peor que podéis hacerle". Entonces dudé, y pensé que quizás debería empezar a dejarle llorar un poco, a evitar que se acostumbrara a los brazos, a no atenderle cuando nos llamara. Por suerte me duró poco, pero ahora lo pienso y me digo: "cuánto daño puede hacer un comentario de alguien que no sabe dando un consejo que nadie le ha pedido".

2. Que comprara todos los accesorios posibles

Nos plantamos en una tienda de puericultura y dijimos "hola, vamos a ser padres". Y la chica nos vio tan verdes que nos dejó a dos velas. Por poco tengo que pedir un crédito para pagar todo lo que ese día nos llevamos, y ahora que lo recuerdo me siento un auténtico panoli metiendo en casa tantos aparatos extraños y cacharros innecesarios que luego apenas utilizamos. Todo era "por si acaso" y al final sobró casi todo. Vamos, que con el segundo y el tercero tuvimos claro que no necesitábamos nada de eso.

3. Que hiciera papillas en la BabyCook

La BabyCook es un robot de cocina para hacer las papillas del bebé, cuyo vaso es tan pequeño que lo que haces te sirve para un día, a lo sumo dos. La compramos porque nos dijeron que era lo más recomendado para la alimentación del bebé y convencidos de ello la utilizamos unos días.

Pero vamos a ver, ¿cómo comían los bebés antes de este invento? Porque no éramos capaces de dar respuesta, como si esto hubiera existido siempre... pronto vimos que era un desperdicio de tiempo y energía y optamos por coger los cacharros de cocina habituales, hervir, triturar y guardar para otros días en la nevera o congelador. La de tiempo que ahorramos así.

4. Que insistiera para que cogiera el chupete

Qué cabezones éramos. Será que estábamos tan acostumbrados a que los bebés llevaran chupete que nos parecía totalmente ilógico que no lo llevara. No lo quería. Lo escupía. Así que probamos de diferentes tallas, de diferentes materiales, todo para conseguir que el nuestro fuera un bebé más.

"Que no lo coge, pues dale este a ver. ¿Este tampoco? Espera, que le compramos uno que es todo de látex. ¿El látex no le va? Creo que también hay de silicona, que te den dos tallas, no sea cosa del tamaño". Y así, uno tras otro, para ver cómo el niño los escupía. No, al final no lo cogió, y con el mediano y el pequeño ya ni lo intentamos, claro. Ninguno de los tres han usado chupete.

5. Que estuviera a punto de llevarle a la escuela infantil

Todo por mi hijo

Y mira que ella no trabajaba, como ya os expliqué, pero es que era tanta la gente que nos insistía en que no era normal que un niño de 2 años estuviera en casa, ni recomendable, que llegamos a visitar dos guarderías para que nos enseñaran las instalaciones, nos hablaran de precios, de metodología, etc.

Y fue entonces, viendo a los otros niños sin sus padres, y al nuestro con la posibilidad de tenerlos, cuando vimos que no era necesario, que no le aportaría nada que no pudiera recibir más adelante. ¿Jugar con otros niños? Es lo que pretendíamos, es lo que nos decían, pero tienen toda la vida para socializar, toda la vida para jugar con otros niños... no venía de uno o dos años.

6. Que cada fin de semana buscáramos obras de teatro y musicales para estimularle

Ahora no sé si está tan en boga, pero cuando nació Jon los vídeos y libros de Baby Einstein se consideraban lo más. Decían que con eso el cerebro de los niños crecía y se hacían más inteligentes, y en la terrible carrera por hacer de tu hijo lo que tú no eres y proporcionarle la oportunidad de tener éxito en la vida, la gente buscaba esos estímulos los fines de semana. Y nosotros, pues también.

Íbamos a obras de teatro, musicales y conciertos infantiles para que oyera música, viera las historias y de ese modo, se estimulara. Y ojo, que algunas fueron increíbles y nos encantaron, pero es que otras fueron auténticos bodrios y seguíamos yendo porque creíamos que era algo positivo. Con el segundo y el tercero ya no vamos. En parte porque las que más nos gustaría ver suponen un gasto considerable, en parte porque ya no vemos la necesidad de estimular nada... hoy en día parece que lo que los padres tendríamos que buscar es lo contrario, la pobreza de estímulos provocada para que ellos ejercitaran un poco su creatividad.

7. Que tuviéramos un orinal que hacía música

A los dos años, por la presión familiar y social, intentamos quitarle el pañal al niño porque "ya le toca". Y nos vimos con un orinal normalito que resultó ser poco efectivo. Buscando una solución, nos hicimos con uno que era como un coche, pero que hacía música cuando el niño hacía pipí o caca, como refuerzo al logro. Ya no lo tenemos, y menos mal, porque me daría vergüenza volver a verlo y recordar que un día pensamos que esa sería una solución a un problema que no era tal.

Por suerte la tontería nos duró poco, le volvimos a poner el pañal al niño y un año después lo volvimos a intentar, porque ya entraba en el colegio, consiguiendo controlarlo en apenas dos días. Con el segundo y el tercero ya no hubo prisa alguna. De hecho, con el tercero no recuerdo haber hecho nada concreto para que dejara el pañal. Lo dejó él cuando quiso.

¿También tenéis 7 cosas que no podéis creer que hayáis hecho?

Que yo he puesto siete, pero seguro que si me detengo un rato a pensar me salen muchas más, pero si queréis compartir las vuestras no dudéis en hacerlo. A veces saber qué hicimos y preferiríamos no haber hecho puede resultar útil para los padres que aún no han tenido que tomar estas decisiones.

Fotos | iStock
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