Diez signos que demuestran que una escuela infantil es buena

Diez signos que demuestran que una escuela infantil es buena
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Septiembre es el mes en que miles de niños españoles empiezan a ir a la guardería, esa que papá y mamá seleccionaron hace unos meses, si es que pudieron elegir, porque esto a veces es una cuestión más de cercanía o de plazas disponibles.

En cualquier caso, fuera como fuese la elección de la escuela infantil de vuestros hijos, puede ser interesante conocer los signos que confirmen (o no) que la guardería que elegimos para nuestro hijo es la adecuada y por eso a continuación vamos a hablar los diez signos que muestran que una escuela infantil es buena.

1. Hay movimiento, hay vida

Los niños están jugando con los materiales o juguetes o compartiendo espacio. No es necesario ver que están jugando entre ellos, básicamente porque por edad difícilmente compartirán juegos, pero sí observar que están haciendo algo.

Sería negativo ver a niños solos sin hacer nada, caminando como alma en pena sin motivación para hacer algo concreto y sería negativo, también, ver que los niños están demasiado domesticados, es decir, que están sentados mucho rato en silencio.

Los niños pequeños tienen que jugar, no aprender a ser estatuas, así que lo ideal es que jueguen, que haya movimiento, que disfruten y lo pasen bien. Aquellos niños que no están haciendo nada porque no saben a qué jugar o cómo hacerlo pueden (o deben) ser “invitados” al juego por las cuidadoras.

2. Hay variedad de juegos para todo el día

No sólo hay que ver que los niños juegan, sino ver también que tienen posibilidad de jugar a cosas diversas. Con esto me refiero a ver que hay material suficiente como bloques de construcción, libros y cuentos, pinturas y material para hacer manualidades, disfraces y muñecos para jugar al juego simbólico, juegos de mesa e incluso juegos creados reciclando otros de uso cotidiano (botellas, por ejemplo).

Ver una guardería con poca variedad de juguetes y juegos significará que los niños tendrán pocas posibilidades para hacer cosas variadas durante el año. Si aún siendo variados vemos que hay poca cantidad el problema será que no todos podrán jugar a algo al mismo tiempo, si es lo que los niños quieren, y que algunos querrán “compartir” algún juguete con el que juegan otros niños.

3. Los niños no están haciendo las mismas cosas al mismo tiempo

Hay momentos en que a todos los niños les puede apetecer hacer lo mismo y hay momentos en que las actividades en una escuela infantil son dirigidas (cuando se explica un cuento, cuando todos cantan una canción, etc.), sin embargo hay que tener en cuenta que no a todos los niños les apetece hacer lo mismo al mismo tiempo y por eso deben tener libertad para hacer lo que más les motive.

Si por ejemplo se inicia una actividad de grupo y, al finalizarla, algún niño quiere continuar, no debería haber problema en que esto sucediera. Es muy frustrante para ellos (y para los adultos, aunque nos hemos acostumbrado), estar haciendo algo que te gusta y divierte y que alguien te diga que debes dejar de hacerlo para pasar a hacer algo más aburrido, simplemente porque todos van a hacerlo.

4. Las educadoras trabajan de manera grupal e individual

Es positivo ver que las educadoras individualizan muchas de las atenciones porque los niños pequeños necesitan sentirse escuchados, necesitan notar que son importantes para los demás. Por ello lo ideal es ver que las educadoras pasan tiempo con los niños de manera individual y que también pasan tiempo con pequeños grupos.

Si por el contrario las educadoras pasan mucho tiempo atendiendo a todo el grupo habrá poca individualización de los cuidados y de las atenciones y los niños serán tratados de una manera más parecida entre sí, cuando no todos necesitan lo mismo.

5. El entorno demuestra que hay vida y movimiento

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Una de las mejores maneras de ver que una escuela infantil es dinámica y que en ella los niños participan creando cosas es observar la clase de los niños. Si está decorada con las obras de los niños, con sus manualidades, dibujos, con fotos y, en definitiva, con lo que allí se vive cada día, no sólo veremos que hacen muchas cosas allí, sino que además los niños se sentirán partícipes de esas creaciones y del crecimiento del escenario en el que viven varias horas al día.

6. Los niños aprenden sin querer

El objetivo de los niños en la guardería no es aprender números ni letras, pero muchos las aprenden. También aprenden palabras diversas y desarrollan su lenguaje, pero todo este aprendizaje debe llegar en el contexto de sus experiencias del día a día.

Los niños tienen que jugar y pueden jugar a explorar, a conocer plantas, animales, trabajando en proyectos, etc. De este modo, de una manera divertida para ellos aprenderán letras, números, colores y palabras sin que las actividades estén centradas en conocer todo ello.

Digamos que estar sentado rellenando hojas o fichas no puede ser la manera de aprender las cosas, porque no es demasiado divertido… se aprende más y mejor cuando se disfruta que cuando se hace por obligación.

7. Los niños juegan al aire libre

Salir de casa (bajo techo) para entrar en la guardería y pasar el día allí encerrados (bajo techo) es un error. Los niños tienen que poder jugar al aire libre todos los días, disfrutando de la luz del día, del aire del exterior y del espacio para correr, saltar, etc.

Siempre que haga buen tiempo ha de dárseles esta posibilidad. En caso de que un día haga mal tiempo no debería aprovecharse ese tiempo en el aula para hacer más trabajo, sino que debe permitírseles un poco de juego libre, ese que les ayuda a desarrollar la imaginación.

8. Se leen cuentos en varios momentos del día

Como hemos dicho antes, hay actividades como leer cuentos que se suelen hacer de una manera grupal. Esto es correcto, pero el placer de escuchar historias no debería limitarse a momentos grupales, sino que los niños deberían poder escuchar cuentos, si así lo quieren, en otros momentos del día con grupos más pequeños.

Einstein decía que “si quiere que su hijo sea inteligente, cuéntele historias. Si quiere que sea más inteligente aún, cuéntele más historias”.

9. Se tiene en cuenta la diversidad en cuestión de edades y en cuestión de maduración

No todos los niños llevan el mismo ritmo. Unos van más adelantados en muchas cosas y otros van más atrasados. A la hora de preparar actividades y a la hora de llevarlas a cabo hay que tener en cuenta tanto a los niños más hábiles, proponiéndoles nuevos retos (para que no se aburran haciendo cosas que dominan a la perfección), como a los niños que van más despacio en su desarrollo, creando actividades adaptadas para que vaya evolucionando (si son muy difíciles se sentirán frustrados y perderán las ganas de intentarlo).

Del mismo modo, se deben tener en cuenta los procesos madurativos de los niños a la hora de pedirles según qué cosas. El control de esfínteres, por ejemplo, es un proceso madurativo para el que no debería haber prisa, debiendo esperar a que el niño dé señales claras de que ya es capaz de controlar. No es lógico que una guardería inste a unos padres a quitar el pañal y a seguir con ello cuando al niño se le escapa el pipí por todas partes.

Otra cuestión en la que es importante tener en cuenta la maduración de cada niño es a la hora de empezar el curso, con los periodos de adaptación. Por suerte cada vez más guarderías están haciendo periodos más relajados y largos en el tiempo, respetando más las necesidades de los niños. Una guardería con un periodo de adaptación muy rígido o muy breve, que apenas deje que los padres pasen tiempo en la guardería, estará haciendo algo negativo para con sus niños.

10. Los niños disfrutan yendo a la guardería y los padres pueden participar

El mejor indicativo de que una guardería es buena es ver que los niños van contentos, que están felices. Es obvio que al principio la mayoría lo pasan mal porque ir a la escuela infantil supone separarse de los padres, pero si a medida que el curso avanza se observa que los niños están contentos, si se les ve felices con sus educadoras y si con ello los padres también están contentos, la guardería será un buen lugar para ellos.

Además, si los padres pueden participar en actividades de la guardería, si pueden vivir también ese entorno y sentirlo en cierto modo como propio, padres e hijos harán un mejor uso de las instalaciones y se sentirán más integrados y felices en la vida en la escuela infantil.

Más información | Reflexiones de un pediatra curtido
Fotos | PortableChurch, A.M.Garrido en Flickr
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