"Castigar no sirve". Entrevista a la psicóloga Ana María Valenzuela

"Castigar no sirve". Entrevista a la psicóloga Ana María Valenzuela
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Las entrevistas que hago suelen producirme una gran satisfacción, pero debo decir que, en esta ocasión, me ha encantado hablar con la psicóloga Ana María Valenzuela y descubir que una profesional piensa como yo en estas cuestiones. Vamos a seguir aprendiendo con ella sobre Psicología Positiva, límites, emociones y pensamientos negativos y también sobre positividad y talentos.

¿Es bueno que los niños se atrevan a cuestionarlo todo?

Una de las fortalezas de las que habla la psicología positiva es, justamente, la capacidad de tener un pensamiento crítico y una mentalidad abierta.

El cuestionar las cosas no es más que ejercitar esta fortaleza. Claro que a veces necesitamos que los niños respondan rápidamente a nuestra petición, porque no es buen momento para deternos a dar explicaciones, sea por urgencia real o peligro, sea porque tenemos delante a una persona determinada.

En esos casos, ha de haber un trabajo previo con ellos para que comprendan que no siempre podremos dar todas las explicaciones, que han de confiar en nuestro criterio un poco a ciegas.

Tienes toda la razón, pero, ¿cómo conseguir que nuestros hijos tengan esa confianza en nosotros?

Siendo auténticos y honestos con ellos, con nosotros mismos y con el resto de personas con que nos relacionemos. Si hemos fallado en el pasado, admitámoslo sinceramente. Tener buenas habilidades de comunicación también ayuda mucho.

¿Debemos mentir a los niños?

¿Tú que crees? Y ahora no me preguntes por los Reyes Magos porque esta es una de las grandes contradicciones intelectuales del mundo, algo que yo racionalizo apelando a las virtudes de la fantasía y la creatividad, pero que mucha gente no acepta como argumento válido.

¿Recuerdas lo que me preguntabas de cuestionar todo? Bueno, hay cosas que pertenecen al ámbito de las creencias no fundamentadas en nada real, son un acto de pura fe, y no hay quien nos convenza de lo contrario.

Otra pregunta sería, ¿debemos decir toda la verdad? Y aquí mi respuesta sería que no siempre es necesario que sepan todos los detalles de todas las situaciones.

Voy a poner un ejemplo a ver si se entiende: ayer y hoy todo el mundo está comentando la situación de la contabilidad escondida de un partido político, ¿cierto?

Ahora piensa en un niño de 8 años que se entere y empiece a hacer preguntas. Las respuestas se adaptarán a su conocimiento previo de la situación, y se ceñirán a lo que él pregunta, ¿correcto?. Si el niño tiene 4 años, se le contestará de otra forma, sin mentirle, pero a lo mejor sin darle tantos detalles. Y si tiene 14, igual se le explican más cosas y usando otras palabras.

¿Y que hacemos si descubrimos que nuestros hijos nos han engañado o mentido?

¿Qué le ha llevado hasta ahí? Necesito saber qué le sucede, cómo se siente, qué necesitaba. ¿Cómo puedo reforzar lo que es naturalmente sano y positivo en él? ¿Cómo puedo ayudarle a que no necesite mentirme?

¿Crees que los castigos son positivos en algunos casos extremos?

No. En eso soy categórica. El castigo es una necesidad del adulto para decir la última palabra y quedar como autoridad reconocida.

Esa necesidad surge de la impotencia que sentimos de pequeños cuando los mayores mandaban y nosotros teníamos que ingeniárnoslas para salirnos con la nuestra y aún así eso no era válido. Así que la forma “válida” es mandar ahora que somos “los mayores”.

Si sientes que tu hijo de ha engañado, castigarle no va a solucionar nada en el presente, ni tampoco va a prevenir que te vuelva a engañar en el futuro. No sirve.

Pero, ¿y si el niño tiene comportamientos agresivos o peligrosos?

Te contesto lo mismo que cuando antes me preguntabas por los engaños. Si un niño está mostrando algo negativo, es porque no está a gusto, ¿qué puedo hacer para ayudarle a estar a gusto?

A veces, le podemos ayudar a expresar esa agresión de otra manera, o acompañarle en eso peligroso para que no lo sea tanto. Otras veces sencillamente es imposible hacer eso, y entonces hemos de asumir el incómodo papel de impedir que la agresión se repita o que el niño se ponga a sí mismo en peligro o lo haga con los demás.

Pero impedir eso no es castigarle. Yo no hablo de pegarle un bofetón o dejarlo sin tele, sin cine o sin ir de campamentos. Hablo de literalmente ponernos enmedio e impedírselo, acompañarle en todo el proceso de calma, y luego hablar tranquilamente a ver qué sucedió y qué podemos hacer la próxima vez.

¿Que es los límites adecuados que debemos ponerles a los niños?

¿Cuál es el tamaño adecuado de una habitación para que tú estés a gusto en ella? Perdona, sé que choca, pero odio la palabra límite.

En lugar de interpretarla como delimitación, mi cabeza la interpreta como limitación, y odio sentirme limitada.

Sin embargo, la comparación que hace Rebeca Wild en su libro “Libertad y límites, amor y respeto”, me gustó, me cuadró.

A mi también me gustó mucho, si.

Los compara con una pared, que delimita espacios, impide caídas, sostiene el tejado, etc. Así que depende de quién seas tú, quién sea tu niño y dónde estéis, el límite estará más allá o más acá. Así de forma general, si no hay peligro y no hay agresión hacia otro o hacia uno mismo, el límite lo pondrá tu imaginación.

¿Y qué hacemos con los defectos o fallos de nuestros hijos?

Amarlos. ¿Conoces a alguien perfecto? Fíjate mejor en sus talentos, en todo lo que podría llegar a hacer si a él le apeteciera hacerlo. Acompáñale en su autodescubrimiento. Fascínate con él.

¿Las emociones negativas deben reprimirse?

No. Reprimir o ignorar una emoción negativa, tratar de no sentirla a toda costa, es como oír llorar a un bebé y encerrarlo en el armario, poner el volumen de la televisión a tope, y fingir que no lo oímos. Una emoción negativa está expresando una necesidad no resuelta.

¿Pero, cómo les enseñamos a los niños a expresarlas o canalizarlas?

Cada emoción tiene su sentido vital, es lógico experimentarlas en algunas situaciones. Reconocerla, ponerle palabras, encontrar qué la hizo aparecer, ver qué podemos hacer al respecto... de nuevo, pongamos nuestra creatividad e imaginación al servicio del bienestar común.

¿Qué podemos hacer si nuestro hijo dice de si mismo que es tonto o que es malo?

¿Qué le ha llevado ahí? ¿Quién le ha dicho algo así? Tal vez hayamos sido nosotros, bien de palabra o bien con nuestras actitudes. Tal vez sea cosa del colegio. O tal vez lo haya visto en la televisión (dan cada serie por ahí que es como para echar a correr).

Siéntate y haced juntos inventario de todo aquello que se le da bien hacer, es importante que tengas un buen vocabulario de palabras positivas, un inventario de habilidades al que recurrir si a él no se le ocurre nada, ejemplos de su talento.

Si tienes un niño que suele hacer eso, prepara de antemano la conversación y aprovecha la próxima oportunidad para dirigir su atención hacia todo aquello de bonito que hay en su interior.

Le agradecemos a la psicóloga especializada en Psicología Positiva Ana María Valenzuela, la atención que ha tenido con Bebés y más al concedernos estas entrevistas y esperamos, sinceramente, que os ayuden a mejorar la comunicación con vuestros hijos.

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