Cuéntanos tu historia: Tres instantes imborrables de nuestra vida

Cuéntanos tu historia: Tres instantes imborrables de nuestra vida
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Para nuestra sección “Cuéntanos tu historia”, hoy tenemos el relato que nos hace llegar Marcos Sena desde Uruguay.

Marcos es padre primerizo de un niño llamado Alejo y nos narra tres instantes imborrables de su vida que vivió con el nacimiento de su pequeño.

Les dejo con la historia:

"Madre, fuerza que ya queda poco!" "Padre, mirá! Podés verle los pelitos?" La voz de nuestra Ginecóloga no dejaba de alentarnos. Fue ahí cuando pude ver como asomaba, apenas tímida, en la vagina de la mamá, su cabecita, con sus pelitos mojados, con el deseo inquebrantable de nacer el 21 de abril y no antes, tampoco después. Giré mi mirada a mi esposa para darle ánimo, para decirle que ya lo estaba viendo, no como cuando lo imaginamos, aquel día que nos dio positivo el test de embarazo, tampoco como lo sentimos, cuando aquel peluche musical hizo que diera su primera patadita en el vientre de mamá.
No, claro que no, este era él mismo, en persona, dejando atrás un hábitat puro y acogedor para regalarnos, en este instante, la dicha de ser padres . Antes de que pudiese posar mi mirada nuevamente para ver su cabecita, aquel estruendo, el de su llanto, nos estremeció gratamente. "Madre, este es tu hijo" -dijo Ximena, la ginecóloga- El tiempo se detuvo y en ese instante pude verlo, suficientemente intenso para que mis ojos lo grabasen a fuego en mis retinas y rápido, antes que ellos, vulnerables ante tanta dicha, se ahogaran en lágrimas. Con dificultad pude apartar las lágrimas de mis ojos con mis manos, para poder ver otro momento glorioso, el momento en que Alejo escucha la voz de su madre y le regala su primera sonrisa, fugaz, hermosa, cómplice, de saberse amparado. Luego llegó el turno de nuestro neonatólogo, quien presuroso hizo sus tests y primeras atenciones. Mientras la ginecóloga ayudaba a la mamá y el neonatólogo terminó su tarea, llegó el turno del papá, quien lo cargó en brazos y apenas pudo llamarlo por su nombre. "Dale, hablale" -dijo mi esposa. Pero era mucho pedir. Al papá le afloraban sentimientos pero le faltaban las palabras. Era demasiada alegría junta para una sola persona, meses de espera, horas de hablarle a esa panza gentil que a nuestro primogénito cobijaba. No fue hasta que volvió a abrir sus ojitos, para mirarme en que pude hablarle. Continúo mirándome mientras le hablaba y pude percibir a la mamá como me miraba. Volví mi mirada a ella y al verla a los ojos, la vida me volvió a obsequiar otro momento imborrable, el tercero, que han hecho de mi corazón más grande y de mi memoria, desde ahora, un tesoro cuantioso e incalculable. Un beso muy grande para todos, desde Montevideo, Uruguay les desean Marcos, Bárbara y Alejo.
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